Brasil celebró el quingentésimo aniversario de la llegada de Pedro Alvares Cabral a sus costas con todos sus superlativos intactos. Quinta nación en términos de territorio y octava en materia de producción industrial a nivel mundial, Brasil es además el productor número uno de azúcar y café y la fuente de 90 por ciento de las piedras preciosas del planeta. Su parte de la Amazonia es la mayor reserva biológica del mundo.
No obstante, queda mucho por hacer para mejorar la equidad social en el país, la educación pública y el bienestar humano, señaló Vilmar Faría, asesor del presidente Fernando Henrique Cardoso. Faría enumeró algunos de los desafíos pendientes para Brasil en un seminario celebrado recientemente en la sede del BID: 32,7 por ciento de la población brasileña vive en la pobreza, su distribución del ingreso es una de las más desiguales del mundo, el ciudadano brasileño promedio tiene sólo cinco o seis años de educación.
Complicando aún más el panorama, existen enormes diferencias regionales dentro del mismo país, subrayó Faría. En el nordeste, el índice de pobreza llega al 73 por ciento, pero en los enclaves urbanos del sur cae a tan sólo 19,9 por ciento.
Entre los aspectos más positivos, Brasil ha logrado la estabilidad macroeconómica, su reforma del estado está en marcha y la inflación está bajo control, apuntó Faría. La mortalidad infantil bajó de 179,4 por cada mil nacimientos en 1960 a 36,1 en 1998. En 1981, 19,3 por ciento de los menores de edad trabajaban, pero hacia 1998 el porcentaje bajó a 12,3 por ciento.
Aunque Brasil invierte 20,9 por ciento de su producto bruto interno en programas sociales (aproximadamente el mismo porcentaje que Costa Rica) las clases más acomodadas reciben una parte desproporcionada de sus beneficios, dijo Faría. Según sus cálculos, el 20 por ciento más carenciado en la escala socioeconómica recibe entre 15 y 16 por ciento de lo que se gasta en beneficios sociales, mientras que el 20 por ciento más acomodado en la misma escala recibe entre 37 y 38 por ciento.
Roberto Martins, presidente del Institute of Applied Research, observó que Brasil necesita invertir en educación y capacitación para quebrar el ciclo de pobreza que pasa de generación a generación. Martins señaló que entre 1977 y 1998, más allá de las variaciones en ingreso per capita, tasa de crecimiento y volatilidad de la inflación, un factor permaneció constante: la desigualdad. Durante esos 21 años, un 10 por ciento de los brasileños poseía 50 por ciento del patrimonio del país y 50 por ciento de los brasileños poseían sólo 10 por ciento.
Una de las distorsiones más dramáticas fue destacada por el diputado Eduardo Jorge, del opositor Partido de los Trabajadores. Refiriéndose a la reforma de la seguridad social, Jorge apuntó que algunos funcionarios retirados del sector público tienen pensiones que orillan los 25.000 dólares por mes. Su partido propone limitar las pensiones al nivel del sueldo del presidente de la nación, unos 4.500 dólares mensuales. Los jubilados brasileños más humildes reciben entre 42 y 65 dólares por mes.
El secretario de Seguridad Social, Vinicius Carvalho Pinheiro, aseguró que ya se han tomado varias medidas para reformar los regímenes jubilatorios. El sistema de pensiones del sector privado ha sido reformado y ahora es sostenible, explicó. Lo que falta es la reforma de las pensiones para el sector público, que Pinheiro espera completar gradualmente en el curso de un año. Según el gobierno, las pensiones le cuestan al país el equivalente a seis por ciento del producto bruto interno, pero los ingresos para financiarlo llegan a sólo cinco por ciento del PBI. El déficit se hará mas pronunciado a menos que se implementen reformas adicionales.
Refiriéndose a la controversial cuestión de la propiedad de la tierra, el ministro de Desarrollo Agrario, Raúl Jungmann, describió los esfuerzos del gobierno para entregar tierras a 872.866 familias entre 19995 y 1999. Pero el congresista Francisco Graziano del Partido Social Demócrata Brasileño expresó serias dudas sobre la efectividad del programa. Al tiempo que reconoció que el país ha completado “la mayor reforma agraria en el mundo moderno”, Graziano afirmó que el seguimiento y la asistencia técnica han sido inadecuados. Un gran número de familias se ha asentado en tierras improductivas, creando “favelas rurales”. Graziano aconsejó dedicar más esfuerzo a la educación rural y crear unidades familiares con mayor potencial de alcanzar la suficiencia económica.
El profesor Aécia Gomes de Mattos de la Universidad Federal de Pernambuco reconoció la necesidad de aumentar la productividad agrícola de familias reubicadas bajo el programa de reforma agraria. Pero las deficiencias ocurridas, sostuvo, “no deben ser causa para abandonar el programa”.