En las elecciones de 2002, la sociedad civil de Costa Rica provocó un descalabro histórico: rompió el bipartidismo que durante décadas había representado una constante del sistema político del país. Con celeridad y fuerza sorprendentes, el nuevo partido PAC (Partido de Acción Ciudadana) logró organizarse, presentarse a las elecciones generales y cosechar el 26 por ciento de los votos.
El resultado ha sido que entre el PUSC (Partido de Unidad Social Cristiana) gobernante y el Liberal Nacional en la oposición, se sientan hoy en el parlamento costarricense los diputados del PAC —entre ellos campesinos y representantes de organizaciones de mujeres— con que los partidos tradicionales tendrán que pactar para gobernar.
"Costa Rica necesitaba creer en algo en este momento. El papel del PAC va a ser obligar a que se recupere la energía que le está faltando hoy a la sociedad civil de nuestro país", explica Ana María Balbontín, de la Universidad Nacional de Costa Rica.
La pérdida de vitalidad de la sociedad civil costarricense se ha debido a un fenómeno muy peculiar. "Hubo un gran éxodo de una mayoría de ONG que en los últimos años abandonaron Costa Rica para instalarse en Nicaragua y Honduras", explica Balbontín, "Se produjo una gran crisis, muchos proyectos quedaron sin terminar".
En declaraciones recientes, el ex presidente Rodrigo Carazo atribuía ese éxodo al hecho de que hayan proliferado las fundaciones en el país —"las han puesto en boga los abogados", según él— y haya desaparecido la fuerza de las asociaciones cívicas que jugaron un papel tan importante en el movimiento progresista de Costa Rica. "El PAC influirá para renovar a la sociedad civil y convencer a sus participantes a quedarse a trabajar en el país", dice Balbontín con esperanza.