Atacado de forma virulenta por el VIH/SIDA en los años ochenta y noventa, Brasil ha logrado dar un giro radical a un destino que parecía aciago. Gracias al liderazgo agresivo de sus gobernantes y al apoyo de la sociedad civil, hoy el país ha logrado controlar aspectos de la epidemia y ofrecer una mejor calidad de vida a los afectados y a sus familias.
Hace dos décadas, los expertos vaticinaron que a comienzos del siglo 21 habría en Brasil 1.2 millones de afectados. Sin embargo, se estima que la cifra actual de seropositivos está sobre los 580.000. Esto significa que los niveles de infección por VIH han retrocedido al promedio de 1995.
El éxito de la estrategia brasileña ha despertado en los países más afectados por el VIH/SIDA el interés por emular su ejemplo, especialmente en África subsahariana y en América Latina. El compromiso de Brasil contiene cuatro elementos esenciales: prevención, tratamiento, derechos humanos y recursos.
Dentro de los programas preventivos, las acciones principales se centraron en recabar la colaboración de la sociedad civil (600 ONG participantes), dar acceso universal a condones (un 70 por ciento de los hombres los utilizan), incluir temas relacionados con HIV/SIDA en el curriculum de las escuelas, dar atención a los grupos más vulnerables y de más alto riesgo, y promover los derechos de la mujer y los programas relacionados con la transmisión madre-hijo.
En cuanto al tratamiento, Brasil defiende a ultranza su política de cobertura universal gratuita a personas con VIH/SIDA. El país ha realizado un esfuerzo extraordinario por llevar la atención hasta el paciente, dondequiera que viva, para lo que se creó una infraestructura de salud capaz de atender, en la proximidad de sus hogares, a los infectados de zonas más remotas.
Como consecuencia de dicha política de tratamiento gratuito y universal, la población se siente estimulada a someterse a análisis voluntarios y confidenciales, permitiendo que los casos de VIH/SIDA que quedarían sin contabilizar puedan ser detectados en su fase inicial. Además, la gente infectada con el virus se mantiene en estrecho contacto con el sistema de salud, tanto oficial como manejado por las ONG, obteniendo así información, orientación y tratamiento preventivo. Una vez sometidos a la terapia antivírica, su índice de infección decrece considerablemente. Según se ha podido comprobar, esta dinámica beneficia la estima personal de los pacientes, que se sienten más útiles y dispuestos a evitar el contagio del virus a otras personas. Es decir, el tratamiento tiene un impacto positivo e importante sobre la prevención.
Brasil también produce sus propios fármacos antiretrovirales, con lo que se ha logrado abaratar los precios de manera drástica y sentar un precedente a nivel mundial. En el año 2000, el costo total del tratamiento de unos 80.000 enfermos fue de aproximadamente 400 millones de dólares. Como se puede apreciar en el siguiente cuadro, el gasto por paciente es muy inferior al de otros países con programas serios de atención al SIDA.
Otra iniciativa brasileña ha sido la creación de una base de datos en Internet para dar a conocer el costo comparativo de los medicamentos en diferentes países, crear competencia y así abaratar precios.
El programa brasileño de derechos humanos ha trabajado en dos frentes. En primer lugar, para combatir el estigma que, por desgracia, aún se asocia al VIH/SIDA y eliminar cualquier forma de discriminación que contribuye a agravar la propagación de la epidemia. En segundo lugar, el acceso al tratamiento médico se ha considerado un elemento fundamental del derecho humano elemental de disfrutar el más alto nivel de salud mental y física.