Si la burocracia moderna tuvo una cuna, ésta bien podría ser el espectacular Palacio Uffizi de Florencia.
“Uffizi” significa oficina en italiano, y aunque esa obra maestra de la arquitectura manierista del siglo XVI es ahora un espectacular museo, en su momento era ocupado por empleados públicos.
La burocracia italiana atraviesa ahora un renacimiento propio. Franco Bassanini, ministro de administración pública de Italia, contó en un seminario celebrado en la sede del BID en Washington que hasta hace poco la burocracia peninsular se caracterizaba por “islas de excelencia en un mar de ineficiencia general”.
Según Bassanini, desde 1860 no había habido una reforma general de la administración pública en Italia. Pero a comienzos de la década pasada, cuando el país comenzó a luchar por equilibrar su presupuesto y reducir la deuda pública para cumplir los severos requisitos para ingresar en la Unión Europea, se tornó evidente la urgencia de una reforma. Por primera vez, relató Bassanini, en la opinión pública italiana y entre dirigentes empresariales, sindicales y legislativos surgió un claro consenso en favor de una radical modernización del gobierno.
El resultado fue una serie de medidas orientadas a simplificar las regulaciones, agilizar procedimientos, devolver funciones a autoridades locales y crear un proceso presupuestario central más transparente que pone énfasis en resultados concretos. Por ejemplo, iniciar un nuevo negocio en Italia era un proceso que requería 43 autorizaciones de 15 organismos públicos y que podía demorar hasta cinco años, relató Bassanini. Ahora, una nueva empresa presenta una sola solicitud de permiso que en promedio es completada en tres meses. El gobierno está promoviendo este concepto administrativo de un trámite único en muchos otros sectores y ha recurrido a Internet para simplificar el papeleo.