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Tchaikovsky en el altiplano

A pocos minutos del inicio de un concierto vespertino de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Teatro Municipal de La Paz, frente al auditorio los revendedores ofrecen entradas a un precio cuatro veces superior al valor oficial.

Adentro, el público que colma la sala bate palmas con entusiasmo al ritmo de una tradicional cueca. Se agotan las entradas para las siguientes presentaciones del mismo programa, que incluye canciones típicas arregladas por compositores bolivianos e interpretadas por cantantes bolivianos. En poco tiempo más saldrá a la venta una grabación del concierto.

Los paceños no estaban acostumbrados a semejantes éxitos por parte de la única orquesta permanente de Bolivia. Desde su creación hace 54 años, la sinfónica solía presentarse unas pocas veces al año para interpretar versiones sencillas de óperas y ballets ante un público leal pero esencialmente de élite. Hasta hace poco, tocaban en un elegante patio con una acústica que no permitía discernir si los músicos estaban tocando bien o mal. Las entradas costaban unos 10 dólares, un precio prohibitivo para la mayoría de los bolivianos.

La sinfónica sufrió una crisis en el verano de 1997 cuando renunció su director, pocos días antes de comenzar una serie de conciertos. Pero se dio la casualidad de que David Handel, un joven estadounidense que había conducido la sinfónica boliviana como director invitado, estaba en La Paz visitando amigos. Lo convocaron de urgencia para reemplazar al director renunciante y aceptó. Las presentaciones cosecharon tantos elogios que las autoridades de la orquesta le ofrecieron el cargo vacante a Handel, quien tiene tan sólo 33 años.

La propuesta puso a Handel en un dilema. Su carrera en los Estados Unidos, donde había trabajado durante ocho años como director invitado en varias orquestas, estaba empezando a tomar vuelo. De hecho había recibido ofertas concretas de dos orquestas latinoamericanas y una estadounidense que reunían mejores condiciones musicales que la sinfónica boliviana. Pero varios factores lo inclinaron a optar por La Paz. Uno de ellos fue el público paceño, al que Handel, en una entrevista realizada recientemente en su departamento en La Paz, describió como “sumamente entusiasta y alentador”. Otro factor fue que la sinfónica boliviana tenía cierta tradición de trabajar con auspiciantes privados, a pesar de que su principal fuente de apoyo financiero es el gobierno. Y por último, Handel observó que podría mejorar rápidamente una cantidad de aspectos si le daban suficiente autoridad. El ministro de Educación, Cultura y Deportes de Bolivia, Tito Hoz de Vila, en cuya jurisdicción está la orquesta sinfónica, aclaró que contaría con todo el apoyo del gobierno nacional. Dadas esas garantías, Handel concluyó: “Creo que será posible construir algo aquí.”

La obra ha avanzado a paso acelerado. En su primera temporada, la sinfónica tocó 50 conciertos, contra ocho presentaciones que había realizado el año anterior. A fin de atraer más público y conseguir un escenario con mejores condiciones acústicas, Handel mudó a la orquesta del patio al Teatro Municipal, el auditorio más prestigioso de La Paz. En lugar de vender entradas a un precio único, comenzó a ofrecer boletos en una gama de precios que empieza a menos de un dólar para los estudiantes.

Ingresos en crescendo La respuesta del público fue inmediata. Durante su primer año como director la audiencia de la orquesta creció 500 por ciento y la recaudación por venta de entradas se duplicó. Gracias a una serie de conciertos y a una campaña dirigida a los estudiantes universitarios, casi la mitad de los nuevos aficionados tenían menos de 40 años. La cobertura de prensa de las presentaciones de la sinfónica aumentó notablemente cuando Handel llevó a la orquesta en siete giras nacionales durante una temporada. Además de tocar en ciudades como Sucre, Potosí, Oruro y Tarija, la sinfónica se presentó por primera vez en El Alto, un gigantesco suburbio paceño poblado principalmente por indígenas. “Tocamos dos veces en El Alto a teatro lleno”, recuerda. “Fue muy emocionante porque por años la orquesta había sido un símbolo clasista, y estábamos allí para manifestar que no es así.”

El joven director está ampliando el repertorio de la sinfónica. Ha forjado lazos con varios compositores bolivianos tanto para arreglar música tradicional que nunca había sido adaptada para orquestas clásicas como para estrenar composiciones originales. Asimismo ha incluido en su repertorio obras clásicas que nunca había abordado la sinfónica. En su segunda temporada presentó por primera vez en Bolivia grandes conciertos de Chaikovski y de Shostakovich.

En materia de finanzas, Handel impulsó la creación de la Fundación Orquesta Sinfónica Nacional, una entidad sin fines de lucro que promueve a la orquesta y suplementa el subsidio estatal mediante un amplio programa de auspicios corporativos y personales. Handel comenta que, en su primer año, la fundación logró aumentar la recaudación en 80 por ciento gracias al trabajo denodado de su directorio, integrado por distinguidas figuras del mundo empresarial y artístico de La Paz. “Nuestro principal objetivo es generar recursos para mejorar la orquesta, aumentar los salarios de los músicos y contratar a más intérpretes”, señala el vicepresidente del Banco Bisa, Miguel Navarro, quien preside el comité de desarrollo de la fundación.

Aunque el incremento de ingresos ya le ha permitido otorgar una bonificación salarial a sus músicos, Handel quiere hacer más. Los sueldos de la orquesta son tan modestos que sus integrantes deben tener otros empleos. Para la próxima temporada, el director espera aumentar el presupuesto salarial lo suficiente como para que los músicos trabajen a tiempo completo para la sinfónica. También quiere contratar a otros 20 músicos. “Esto nos permitiría convertirnos en una orquesta profesional capaz de acometer un repertorio más exigente”, asevera.

Una cuestión de relevancia. Las ambiciones de Handel no nacieron espontáneamente. A principios de la década pasada el joven director se empeñó en buscar oportunidades para conducir en América Latina, donde hay muchas buenas orquestas que suelen ser pasadas por alto por directores extranjeros. Así, se presentó en México, Guatemala, Argentina y Bolivia. Además de mejorar el castellano que había aprendido en la escuela, Handel halla que esas experiencias estimularon su interés por las similitudes que nota entre América Latina y los Estados Unidos. El contacto entre las culturas autóctonas y las europeas, así como el desafío de conseguir que una orquesta clásica sea relevante en un medio moderno, resultan tan evidentes en Chicago como en La Paz.

“Yo soy tan americano como cualquier boliviano”, asevera Handel. “Por ello, pensé que tenía sentido para mi carrera el desarrollar una orquesta en un ambiente culturalmente afín con los Estados Unidos.”

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