Pertenecen a la clase media, tienen títulos universitarios, en promedio empiezan a pensar en ser empresarios a los 25 años, pero no abren su primera empresa hasta unos 5 años después. Estos son los rasgos que definen a los jóvenes empresarios latinoamericanos, según un reciente estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo y recogido en el libro Desarrollo Emprendedor.
“Uno de los objetivos del estudio era identificar los factores que influyen en la creación y el desarrollo de nuevas empresas en América Latina”, señala Hugo Kantis, uno de los autores del informe. Entre estos objetivos destacan el deseo de los jóvenes de ser sus propios jefes, contribuir a la sociedad, aumentar sus ingresos económicos y poner sus conocimientos en práctica. Y a muchos de ellos no les va mal. “Crecen rápido y en el sexto año tienen unos cuarenta empleados”, afirma Kantis, “sus principales clientes suelen ser otras empresas”. Curiosamente, la mayoría de estas empresas son creadas por equipos de emprendedores, no por empresarios individuales, siendo estos varones en un 90% de los casos.
Parte del estudio recogido en el libro Desarrollo Emprendedor está basado en información proveniente del análisis de unas 1.000 empresas de Argentina, Brasil, Chile, México, Perú, Costa Rica y El Salvador. Según este informe, las empresas que logran el éxito tienen en promedio unos 26 trabajadores y ventas anuales por unos US$ 800.000 al tercer año de vida.
En la mayoría de los casos la inversión inicial necesaria para crear la empresa no supera los US$100.000. México es el país donde la inversión media realizada es menor, mientras Argentina requiere el desembolso inicial más fuerte. Otra de las diferencias encontradas a nivel nacional es que en los países con economías pequeñas – Costa Rica y El Salvador son un buen ejemplo – la opción de exportar es más explorada que en los países de economías grandes, donde el mercado doméstico constituye la principal fuente de nuevos negocios. En países como El Salvador, las ventas externas parecen haber sido favorecidas por las vinculaciones de los emprendedores con personas de su misma nacionalidad radicadas en el exterior.
El financiamiento
Pero si la creatividad no falta, no se puede decir lo mismo de las fuentes de financiación.
Los empresarios latinoamericanos coinciden en que el mayor factor de desaliento a la hora de crear una empresa son las condiciones de financiamiento. Y es que en la mayoría de los países de esta región, para montar un negocio hay que contar con fondos propios. Casi un 80% de los empresarios encuestados afirmaron haber utilizado ahorros personales o familiares como una fuente importante de financiamiento. Menos del 40% declararon haber tenido acceso a bancos como fuente de capital inicial, y el número se reduce a un 5% si se les pregunta si contaron con inversiones de socios privados o inversores de capital de riesgo.
Los resultados de este estudio indican que la falta de acceso al financiamiento formal en América Latina representa un obstáculo importante no sólo para la creación de empresas, sino también para su supervivencia y crecimiento. Las conclusiones del informe sugieren que cuando las fuentes de financiación no están disponibles, el emprendedor se ve forzado a reducir el tamaño inicial de la empresa, a buscar nuevos socios o a retrasar el lanzamiento de la empresa, lo que puede conllevar a una perdida de oportunidad de negocio. Adicionalmente, esta falta de financiamiento también incide en el retraso tecnológico de las nuevas empresas de la región.
Desarrollo Emprendedor ha sido editado por Pablo Angelelli, Hugo Kantis y Virgina Moori Koening.