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Pasión por la ciencia

Por Roger Hamilton

BELO HORIZONTE, BRASIL — Los tres cazadores de mariposas acordaron un plan de acción. La mina de hierro de Jangada preparaba su ampliación, algo que podría reducir el flujo del agua de los arroyos que discurren por la ciudad de Casa Branca, en el estado brasileño de Minas Gerais. Aunque esto era preocupante, aún peor era que cualquier alteración de los arroyos, incluyendo los sedimentos de las operaciones de minería, podrían amenazar el futuro de una mariposa extremadamente exótica.

Imagen eliminada.Una valla de alambre no impide que los científicos estudien un nuevo territorio donde puede encontrarse la mariposa exótica.

El arroyo de Jangada estaba en el centro de la línea de acción. ¿Le afectaba ya la mina? Y aún más importante ¿Era parte del hábitat sumamente pequeño de la mariposa Parides burchellanus?

Los tres individuos lanzaron sus redes colectoras sobre una verja metálica y la sujetaron hábilmente por sus cuerdas. Siguieron un camino colina abajo y cruzaron el río. Allí, Ivan Pimenta, biólogo e investigador del zoológico de Belo Horizonte y director de un nuevo programa para el estudio de especies amenazadas, y Lucas Machado de Sale, médico local y propietario de un hotel turístico, prefirieron aguardar a que las mariposas llegaran hasta ellos, si venían. Fernando Campos, experto autodidacta de gran reputación, acompañado por un reportero, siguió el curso del arroyo hasta llegar a la selva. Iban a buscar no sólo a la mariposa sino también a sus orugas y la planta trepadora que constituye su único alimento.

Ambos vadearon las aguas y se adentraron entre los matorrales donde el agua era más profunda y el paso se encontraba interrumpido en ocasiones por árboles caídos y troncos.

Campos se mantuvo vigilante de alas voleteadoras, al tiempo que inspeccionaba las hojas de los aislados ejemplares de la trepadora Aristolochia chamissonis, en busca de orugas. Comprobó también el estado del arroyo y halló muestras de sedimentación pero no lo suficiente para impedir el crecimiento de la planta, que necesita un fondo limpio para echar raíces. “Tienes que ser un botanista para ocuparte de las mariposas”, aseguró.

No encontró orugas. Ni tampoco huevos de burchellanus, lo que no resultaba sorprendente. Explicó que la mariposa pone los huevos en otras plantas a pocos metros del arroyo y de la trepadoras chamissonis. De otra manera, aseguró, las orugas se comerían los huevos y las larvas diminutas que salen de ellas.

Campos afirmó que las trepadoras que encontraba habían crecido de semillas de otras plantas más arriba del arroyo. Por encima de esto, no habría más plantas chamissonis porque las semillas dependen del flujo del arroyo para su dispersión. Sin trepadoras no hay mariposas, dijo, aceptando que esto era un factor al parecer desigual y errático de la distribución histórica de esta especie.

Imagen eliminada.Esta oruga no es burchellanus pero es bella. Sus coloridas púas advierten “cuidado, veneno, no tocar”.

Nadie sabe con seguridad las razones de la casi extinción de la mariposa (ver enlace a la derecha del artículo “La mariposa y la mina”). Campos tiene algunas ideas y espera poder probarlas como parte de un programa que lleva a cabo el zoológico de Belo Horizonte con financiamiento del Fondo Nacional de Medio Ambiente de Brasil. Sin duda ocurrirán factores interrelacionados, incluyendo la historia de la evolución de la mariposa y de la trepadora chamissonis y cambios geológicos y climáticos, sin dejar de mencionar la intervención humana. “Esto será una experiencia muy buena, un modelo para desarrollar otras planes de gestión ambiental”, dijo.

La búsqueda de orugas fue infructuosa, lo mismo que la de mariposas. Pero de cuando en cuando una mariposa morfo de un bello azul neón volaba muy cerca y Campos exclamaba, “¡Mira, qué maravilla!”.

De afición a pasión. Campos, que trabaja como técnico en la empresa de energía brasileña Petrobrás, comenzó a estudiar biología por cuenta propia hace 15 años. Dirigió su atención hacia las mariposas porque se fotografían con facilidad, y esa era su afición entonces. Su interés se convirtió en pasión, y su creciente conocimiento le deparó un lugar respetable en los círculos científicos locales. Hizo pequeños jardines de mariposas, algo que fue definitivo para la construcción de una estructura de 24 metros cuadrados en el zoo de Belo Horizonte, uno de los jardines de mariposas más grandes de Brasil. Esta estructura está llena de mariposas y a menudo rodeada de escolares.

Imagen eliminada.Campos muestra la forma correcta de sostener una mariposa.

Campos, de 42 años, estudia ahora biología en la universidad. “Me he especializado demasiado en mariposas y tengo que ampliar mis conocimientos”, comentó. Espera obtener un doctorado en 12 años. De la misma manera que ama su trabajo en el terreno y su investigación, está entusiasmado ante la perspectiva de enseñar.

Campos es un fanático de las mariposas pero no un ideólogo medioambiental. Le preocupa el que ampliar la mina pudiera representar un peligro para la mariposa. Pero no está en contra de la minería. “Para nosotros, la minería es importantísima económicamente”, aseguró. “Creo que es posible extraer hierro y proteger el ambiente a un costo razonable”. ¿Es capaz la empresa minera de facilitar esa protección? “No tengo la menor duda”, dijo. “La mina y la mariposa pueden vivir juntas”, afirmó.

Campos tiene una preferencia especial por la burchallanus porque es exótica y por la morfo porque es preciosa. “Cada mariposa tiene su misterio”, aseguró. Las mariposas han sido siempre objeto de adoración como símbolos de renovación, de esperanza, de fragilidad, de belleza, y así aparecen en muchos productos de cosmética y joyería, incluso en tatuajes. ¿Tiene él mismo tatuada una mariposa? “Sí, en mi corazón”, contestó.

“Me encanta observar a las mariposas”, dijo, “Pero aún más me gusta observar a la gente que se siente fascinada por ellas”.

Desgraciadamente, observar a una burchellanus no iba a ser su recompensa después de una tarde de recorridos por el arroyo y de escalada de rocas y troncos de árbol. Regresó donde había dejado a Pimenta y a Machado de Sale.

“¿Vísteis algo?”, preguntó.

De hecho, sí habían visto sin moverse ni siquiera tres metros del lugar donde se quedaron. Se trataba sin duda de un ejemplar de burchellanus siguiendo el curso del río colina abajo hacia la ciudad. Sería un nuevo elemento de información empírica para seguir completando el rompecabezas científico.

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