Entre 1981 y 2000, Centroamérica y Sudamérica fueron las regiones más golpeadas en el mundo en términos de fatalidades causadas por desastres naturales. La región tuvo más del 90 por ciento del total de muertes registradas mundialmente, más de 100.000 personas. Los daños durante el mismo periodo sumaron unos US$24.000 millones en pérdidas, según el Observatorio de Deslizamiento de la Universidad de Maryland y el Centro Internacional de Deslizamiento de la Universidad de Durham en el Reino Unido. En un seminario reciente del BID sobre riesgo de derrumbes, los expertos Mark Bulmer y David Petley de la Universidad de Maryland y la Universidad de Durham, respectivamente, subrayaron la vulnerabilidad de la región frente a los desastres naturales, particularmente causados por deslizamientos de tierra. Pero indicaron que los derrumbes, avalanchas y deslizamientos son predecibles y un rango completo de riesgos naturales pueden ser mitigados.
Bulmer y Petley presentaron un modelo que mide los movimientos en los taludes, el cual puede ser usado para reducir el riesgo en la región. La mayoría de deslizamientos de tierra son precedidos por una serie de movimientos pequeños antes del colapso final. El modelo permite estudiar estos movimientos y predecir su comportamiento futuro, tal como lo indica un reciente artículo sobre el tema publicado por Geological Society of America. “El modelo permite una predicción exacta sobre el instante en que sucederá un colapso final y el tipo de movimiento que ocurrirá”, comentó Petley. “Esto es sumamente importante en el caso de colapsos progresivos muy peligrosos. Por primera vez, es posible predecir cuando ocurrirá un deslizamiento catastrófico, el cual puede servir de base para diseñar los sistemas de alerta y mejorer las estrategias de mitigación”.
Las soluciones pueden ser diversas, desde la reforestación de áreas de poco movimiento hasta el drenaje de sitios con problemas mucho más agudos. El uso de la bioingeniería es importante, añadieron los expertos, especialmente en donde los taludes han sido cortados para la construcción de caminos.
Algunas veces es difícil identificar las áreas que necesitan mayor gestión de riesgo, pero tiene sentido prestar atención a los riegos ya conocidos, tales como los caminos en cerros elevados, áreas en donde la actividad humana ha irrumpido la línea costera y áreas deforestadas, señalaron Bulmer y Petley. Asimismo, los expertos encontraron una correlación entre áreas desérticas y volcánicas, y la susceptibilidad a deslizamientos. Sin embargo, las áreas con mayor forestación tienden a sufrir menos deslizamientos. “La situación es más complicada de lo que la gente cree”, sostuvieron ambos.
Los expertos subrayaron la creciente frecuencia de deslizamientos de tierra desde el 2000, la mayoría de ellos ocurridos en la región. Y las causas no son solamente relacionadas a factores geográficos o ambientales como el calentamiento global. Tales causas incluyen ciertas actividades humanas, como los proyectos de minería clandestinos, la construcción inapropiada de caminos y la falta de conocimiento de los gobiernos locales, los cuales, entre otros factores, intensifican la vulnerabilidad de la región.
“Una parte importante del trabajo que se tiene por delante”, comentó Bulmer, “es el desarrollo de opciones de investigación con agencias en los países afectados, la planificación de proyectos de campo, la recolección de datos y la diseminación de resultados a través de talleres o medios de comunicación locales”.
La prevención como enfoque
Muchas veces la naturaleza se conjuga con la pobreza y las necesidades en la región para incrementar el impacto de los desastres naturales. La frágil construcción de casas, puentes y caminos, la deforestación de bosques y laderas, y los asentamientos humanos junto a las cuencas de los ríos multiplican el factor riesgo en América Latina y el Caribe.
El BID está trabajando en ayudar a los países miembros de la región a reducir el riesgo ambiental. El primero de marzo, el Banco lanzó una campaña de prevención local de desastres naturales, titulada “Para el día que nos toque” en Guatemala, Honduras y Costa Rica. La campaña de unos seis meses de duración tiene un mensaje central: invirtamos, planifiquemos y participemos hoy, para no tener que lamentarnos el día que nos toque.
Se espera incentivar a las autoridades nacionales y locales, los medios de comunicación y los ciudadanos, ya que todos ellos comparten la responsabilidad de un desarrollo seguro. Para ello, la campaña cuenta con distintos métodos de sensibilización, desde anuncios comerciales y boletines informativos hasta talleres, foros y actividades de prevención.
“Esta iniciativa de sensibilización, fruto de la alianza entre el Banco, el Centro de Coordinación para la prevención de Desastres para América Central (CEPREDENAC) y la Federación de Municipios del Istmo Centroamericano (FEMICA), hace un llamado muy concreto a nuestra responsabilidad compartida de prevenir y reducir el impacto de los fenómenos naturales” sostuvo la asesora de relaciones externas del BID, Mirna Liévano de Marques, durante la presentación de la campaña, “ Para el día que nos toque”, en San José, Costa Rica, el 3 de marzo.
“Para reducir la vulnerabilidad de la región debemos asumir el compromiso de convertir a la prevención en piedra angular de nuestros programas de desarrollo. Sólo garantizando países y comunidades seguras podremos impulsar un desarrollo seguro”, finalizó Liévano de Marques.