Todo marchaba bien para Curtiembre Arlei, S.A, una empresa argentina de curtidos de piel, hasta que enfrentó la necesidad de ampliar su negocio para garantizarse un lugar competitivo en el mercado internacional. En 1998, los ejecutivos de la compañía acudieron al mercado financiero en busca de los 4 millones de dólares necesarios para esta operación.
Una de las primeras puertas a las que Arlei llamó fue la de la Corporación Interamericana de Inversiones (CII), miembro del Grupo BID, cuya misión es promover y apoyar el desarrollo del sector privado y los mercados de capital en la región. “La CII estaba dispuesta a financiar la operación sólo si Arlei cumplía con una lista de requisitos”, asegura Jacques Rogozinski, Gerente General de la CII. Encabezaba esa lista, explica, un programa medioambiental de tratamiento de aguas residuales, ya que el proceso de curtiembre vertía cantidades inaceptables de cromo al sistema local de aguas.
Los directivos de la empresa se asustaron ante los 2 millones de dólares adicionales que tal exigencia añadía al costo del proyecto. Dieron su “no gracias” y prosiguieron el peregrinar por las instituciones financieras. Tras numerosos e infructuosos intentos con otras fuentes de financiación, y a sabiendas que las condiciones iniciales no habían cambiado, Arlei volvió a la CII. La Corporación se propuso encontrar una solución al problema y envió a un experto a Las Toscas, localidad argentina donde se ubica la compañía, para analizar a la empresa y su propuesta. Según su informe, Arlei era una exitosa empresa de la que vivía un 10 por ciento de los 15.000 habitantes de la localidad. Ampliar el negocio iba a beneficiar directamente a la comunidad. Sin embargo, el problema de la contaminación de las aguas era ineludible y suponía un grave obstáculo.
“El resultado fue que la empresa se convenció de que debía ampliar el préstamo a 6 millones para cubrir los gastos de tratamiento de residuos y algunas otras exigencias de la lista”, explica Rogozinski. Con esos cambios, Arlei logró los certificados de exportación que hoy le permiten abastecer cuero a las firmas más prestigiosas de automóviles en Europa, como BMW y Mercedes Benz. “Con nosotros, la empresa hizo un proyecto diferente. Ganó la empresa, ganó el pueblo y ganó el medioambiente”, asegura, y “al ser una empresa exportadora han podido sobrellevar la crisis actual”, añade.
Qué es adicionalidad. Rogozinski relata la saga de Arlei en un intento por explicar la ‘adicionalidad’, un concepto que manejan hoy las instituciones de desarrollo y que la CII ha incorporado plenamente a su programa de préstamos y de inversiones de capital. “Nosotros tenemos que ir más allá de prestar dinero y obtener rendimientos”, afirma Rogozinski. “Para eso está la banca comercial. Nuestra labor incluye asesorar a las empresas sobre lo que ha funcionado en casos similares, incluso podemos llegar a abaratar sus costos”.
“El término ‘adicionalidad’ no existe en el diccionario”, puntualiza Jorge Roldán, jefe de la División de Finanzas, Manejo de Riesgo y Administración de la CII. “Fue acuñado en Washington para que en cada operación se justifique el uso de recursos escasos en el logro de los objetivos de desarrollo de estas instituciones multilaterales.”
En la práctica, la adicionalidad se traduce en una lista de mediciones de impacto sobre el desarrollo que la CII aplica según diversos criterios flexibles, caso por caso. En el caso de Arlei, por ejemplo, además del programa de tratamiento de aguas, la CII exigió una serie de medidas administrativas y contables que situaban a la compañía a un nivel más compatible con el entorno empresarial de los países más avanzados.
Más rentable a la larga. Rogozinski explica que, a corto plazo, las empresas perciben estas demandas como una carga adicional a sus proyectos que tratan de evitar porque no ven un beneficio directo. “Sin embargo, cuando ven ejemplos exitosos reaccionan de otra manera”, agrega. “Les sorprende que en muchos casos las exigencias de la Corporación ayudan a reducir la carga burocrática de sus negocios”, explica.
Cuando una empresa ha puesto su casa en orden —creando directorios independientes, aplicando estándares internacionales de contabilidad interna, y sometiéndose a auditorías rigurosas— los especialistas están seguros de que esa empresa multiplica sus posibilidades de competir en el mercado internacional y de acceder al crédito de la banca privada.
Según Roldán, el segmento de las PYMES (Pequeñas y Medianas Empresas) enfrenta especial dificultad en conseguir créditos en América Latina y el Caribe, dado que la banca privada le exige primas de riesgo excesivas. Pero con la CII pueden obtener préstamos a términos razonables, siempre y cuando acepten adoptar medidas que mejoren el desempeño de la empresa en todos sus frentes, no sólo el financiero.
Las listas. Actualmente la CII aplica estos criterios al cien por ciento de sus préstamos. Cada propuesta debe atravesar una serie de evaluaciones en base a matrices sobre el impacto en el desarrollo, la movilización de recursos y el gobierno de la empresa. Una empresa puede quedar por encima, a la par, o por debajo de los niveles deseables de adicionalidad. El sistema es flexible ya que existen espacios abiertos para condiciones excepcionales. Tampoco se aplican iguales matrices a empresas que a financieras o mercados de capital.
La creación de puestos de trabajo, la generación de divisas, la transferencia y adquisición de conocimientos, el efecto de ejemplaridad y réplica y el cumplimiento con estándares medioambientales y con normas de salud y seguridad ocupacional son algunos de los requisitos con los que se topó la empresa argentina Arlei cuando llegó a la CII a presentar su petición de préstamo. Pero a largo plazo parece que el susto inicial se ha transformado en una buena noticia.
“En la Corporación trabajamos para convertir a las empresas en mejores ciudadanos corporativos. Se logra más transparencia en su dirección y administración y mayor rigor fiscal”, asegura Roldán. Explicar a sus clientes en qué consiste ese término todavía poco común de “adicionalidad” es uno de los objetivos, tanto de la CII como de las otras multilaterales que se proponen aplicar o ya aplican este concepto. El pasado mes de mayo, la CII, junto con la Corporación Financiera Internacional, organizaron una mesa redonda en Washington con el objetivo de reforzar el sector privado y promover mercados financieros más sólidos en América Latina. El concepto de ‘adicionalidad’ fue el centro del debate entre las 15 instituciones internacionales de desarrollo que acudieron a la cita. “Fue un intento por reflexionar sobre este tema y dar a conocer los resultados”, asegura Rogozinski.
La posición de la CII es clara: la suma de adicionalidades resulta beneficiosa para las empresas, para el Grupo del BID, y sobre todo, para el desarrollo.