Las pescadoras de Vila Castelo, una pequeña población en el estado brasileño de Pará, aprenden a gestionar mejor sus recursos para convertirse en micro-emprendedoras
La pesca tradicional no ha variado mucho de lo que era en tiempos bíblicos: un bote, una red, y unos pocos hombres. Un momento. ¿Hombres? Quizás sí haya cambiado después de todo. Al menos en Vila Castelo, una pequeña aldea de pescadores de 860 habitantes en el estado brasileño de Pará, las mujeres pescan a la par de los hombres.
Joselina Farias da Silva es una de ellas. “Yo comencé a pescar desde niña, a través de mi padre. Él es pescador y aquí los pescadores siempre les enseñan a sus hijos”, afirma. “Soy pescadora y me siento muy femenina. No me siento menos que los hombres, porque los hombres me saben valorar a través de mi trabajo en la pesca”.
Y eso no es todo: las mujeres, que representan el 58 por ciento de la población de Vila Castelo, no sólo pescan sino que se han convertido en piezas claves en los actuales esfuerzos por modernizar el oficio, librarlo de la informalidad, y convertirlo en un negocio enteramente formal. Este objetivo es vital para que las pescadoras y pescadores puedan beneficiarse de los esfuerzos que realiza el estado de Pará para apoyar el desarrollo de su negocio. Pará es el principal productor pesquero de Brasil, y casi el 90 por ciento de la captura está en manos de pescadores artesanales, la mayoría de los cuales realizan su tarea de manera informal.
“Los programas para apoyar la pesca artesanal son muchos y abarcan casi toda la cadena productiva del pescado”, dice Maria Nazareviga, la gerente de la Secretaría de Hacienda del estado de Pará que supervisa los esfuerzos del gobierno local por mejorar la calidad de vida de los residentes de Vila Castelo. “Son programas muy simples para las comunidades, y acceder a ellos provocaría un cambio muy positivo en la comunidad”, agrega. Por ejemplo, una fábrica de hielo significaría una mejora sustancial. “Aquí llegan con la pesca y no tienen dónde almacenarla”, explica. Una cámara frigorífica también sería de gran ayuda, ya que con ella “ellos mismos podrían vender su producción en lugar de entregarla, como hacen, a un intermediario”, dice la funcionaria.
Con el fin de impulsar estas ambiciosas metas, las autoridades se están enfocando específicamente en capacitar a las mujeres en manejo fiscal, para que puedan ponerse al frente de los esfuerzos por dar plena formalidad a los emprendimientos pesqueros de la zona. Este programa, que cuenta con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, facilitará el acceso de las comunidades a los bienes de consumo y de capital.
“El papel de la mujer es muy fuerte, tanto en facilitar la armonía de la comunidad como en la actividad pesquera”, dice Nazareviga. Las cuestiones específicas de género desempeñan aquí un papel muy importante, ya que las necesidades de los hombres y de las mujeres tienden a ser sustancialmente distintas. Las condiciones de vida y de ingreso, los hábitos de consumo, y la titularidad de la propiedad son algunos ejemplos de cuestiones en las que los requerimientos de hombres y mujeres van por caminos divergentes.
Existen asimismo otros elementos algo más sutiles pero igualmente relevantes, tales como la disponibilidad de tiempo. Por ejemplo, las sesiones de capacitación nocturnas, que típicamente son muy populares entre los hombres, lo son mucho menos para las mujeres, quienes luego de una jornada completa en los botes, por lo general tienen una casa y niños que atender.