Los acuerdos de integración regional, la reducción de barreras arancelarias y los pactos comerciales Norte-Sur se han convertido en importantes herramientas de desarrollo que permitirán a América Latina y el Caribe ser más competitivos en el siglo XXI, según un nuevo informe del Banco Interamericano de Desarrollo.
La nueva edición del Informe sobre Progreso Económico y Social que publica anualmente el BID, Más allá de las fronteras: El nuevo regionalismo en América Latina, destaca que “las iniciativas de integración regional representan un tercer nivel de reforma de política comercial…que apunta a complementar la liberalización unilateral y multilateral” impulsada desde mediados de los años ochenta. Desde ese punto de vista, agrega, la integración regional “es una parte integral del proceso mismo de reforma estructural”.
Además de analizar temas como el comercio y el acceso a mercados, el estudio considera otras dimensiones de la integración: los requisitos institucionales necesarios para que la integración funcione; los desafíos de la integración de los mercados financieros y la infraestructura física y el papel de la coordinación de políticas macroeconómicas.
Asimismo, discute en detalle los efectos de las distintas formas de la integración regional en aspectos como la inversión extranjera directa, la productividad y la desigualdad.
El informe sostiene que la integración regional ha ayudado a reducir los niveles promedio de protección mediante programas relativamente rápidos y automáticos de eliminación de aranceles, creando un ambiente propicio para el crecimiento del comercio intrarregional, mayores grados de especialización y mejores niveles de productividad.
Por otra parte, este proceso ha contribuido a la atracción de inversiones extranjeras, la consolidación de reformas de políticas, el fortalecimiento de la capacidad negociadora internacional y a la cooperación en áreas ajenas a lo económico, como la paz y la democracia.
Una etapa ardua
Durante la década pasada las Américas vivieron una explosión de iniciativas de integración regional que generó desde áreas de libre comercio a uniones aduaneras subregionales con ambiciones de constituir mercados comunes. Asimismo, apunta el informe, los gobiernos de la región hallaron que los beneficios de la integración regional podían reforzarse forjando vínculos con países industrializados mediante acuerdos de libre comercio recíprocos.
México fue el primer país latinoamericano en emprender ese camino al sumarse al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también conocido como NAFTA por sus siglas inglesas. Otros países de la región han sellado acuerdos bilaterales con Canadá y con la Unión Europea. Y virtualmente todos los países de este hemisferio participan en las negociaciones para crear el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Sin embargo, como apunta el informe, “es claro que la etapa más sencilla de la integración ya pasó”. Para ampliar los beneficios de las recientes iniciativas regionales, los países deberán trabajar en múltiples frentes simultáneamente.
Los bloques subregionales como el Mercosur, el Caricom, el Mercado Común Centroamericano y la Comunidad Andina deberán profundizar sus iniciativas comerciales si quieren seguir siendo relevantes dentro del marco del ALCA, señala el informe.
“Ninguna de las subregiones de América Latina está cerca de ser una verdadera unión aduanera,” observa. “El estado imperfecto de las uniones aduaneras de la región ha creado precisamente el tipo de costos que se supone que el sistema debería eliminar”.
Además de completar sus uniones aduaneras y reducir más sus aranceles externos, las subregiones deberán eliminar barreras no arancelarias, liberalizar servicios, armonizar marcos regulatorios, coordinar efectivamente sus políticas macroeconómicas y fortalecer sus instituciones regionales si han de alcanzar sus metas de conformar mercados comunes.
El desafío del ALCA
La concreción de un acuerdo equilibrado y abarcador sobre el ALCA para el año 2005 es un objetivo estratégico clave para América Latina y el Caribe, según el informe. Un pacto de esas características brindaría un acceso más seguro a los mercados norteamericanos, reduciría los desvíos de comercio entre las subregiones, contribuiría a mejorar la productividad, estimularía la inversión extranjera directa, consolidaría las reformas de políticas y fortalecería la cooperación hemisférica.
El creciente número de iniciativas bilaterales paralelas al ALCA podría servir como bases para un acuerdo hemisférico, agrega el informe, siempre y cuando los países con capacidad para fijar los temarios tomen en cuenta las necesidades y preferencias de todas las naciones en lugar de atender a intereses sectoriales mediante arreglos de tipo radial.
Se espera que los acuerdos con la Unión Europea tengan efectos similares y faciliten el acceso a programas de cooperación europeos que apoyan la integración subregional. Los países latinoamericanos y caribeños también deberán mirar al Oriente, donde los relativamente inexplotados mercados asiáticos dan muestras de interés en la integración regional.
Por otra parte, señala el informe, la culminación exitosa de la Agenda de Desarrollo Doha, acordada en el marco de la Organización Mundial del Comercio en noviembre del 2001, es una meta muy importante para la agenda comercial latinoamericana.
“Para hacer honor a su nombre, la ronda tendrá que alcanzar con el muy demorado acceso a mercados en sectores donde América Latina tiene ventajas comparativas, pero donde los niveles de protección se han mantenido persistentemente altos desde hace décadas”, afirma. Más aún, el progreso en el marco de la OMC es esencial para completar algunas partes de la agenda del ALCA y acuerdos con la Unión Europea, agrega.
“Uno de los sectores más importantes y sensibles en las negociaciones de acceso a mercados es el de la agricultura”, señala el informe. “Deben buscarse progresos importantes en este campo en el ALCA, pero es posible que para que haya cambios significativos sea necesario tener éxito de las negociaciones paralelas sobre agricultura en el contexto de la Agenda de Desarrollo Doha, en donde los países en desarrollo están exigiendo una acción multilateral con respecto a los aranceles agrícolas, los subsidios a las exportaciones y las políticas nacionales de apoyo al sector agrícola”.
Los países también deben fortalecer su capacidad para negociar e implementar complejos acuerdos de integración y comercio, según el informe. Estos preparativos deberán incluir mecanismos de ajuste para los sectores que resulten perjudicados por estos procesos de integración, así como redes de protección social para la población afectada.
El estudio destaca la falta de infraestructura adecuada en América Latina y el Caribe. En el caso de las redes viales, las deficiencias llevaron a 12 países sudamericanos a lanzar la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional de América del Sur, mientras que los países de América Central y México han iniciado su propio Plan Puebla-Panamá para fortalecer tanto la infraestructura como la integración en general.