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De la maquila a la moda

Hans Garoute está obsesionado con Vietnam. Si esa nación asiática, que hasta relativamente poco no poseía una industria textil, puede producir trajes de 400 dólares, porque su propio país, con su larga tradición de costura, está enfrascado en producir camisetas baratas?

Garoute, que aprendió el negocio de la vestimenta trabajando para una cadena de tiendas de Estados Unidos, y su socio Jean Robert Lebrun, un ex banquero y fabricante de ropa, dirigen INDEPCO (sigla francesa para Instituto Nacional para el Desarrollo y la Promoción de la Moda).

Fundada en 1992 como una organización sin fines de lucro, INDEPCO cumple varios roles. Fundamentalmente es una red de cientos de talleres de costura que producen ropa y otros productos para clientes locales y extranjeros. La organización acumula encargos, compra materiales al por mayor, corta géneros y distribuye trabajo entre los talleres, ayudando a estas micro y pequeñas empresas a lograr economías de escala a pesar de que la mayoría posee menos de 10 máquinas de coser. Con 600 miembros en 32 ciudades, INDEPCO es también portavoz de las pequeñas empresas en el sector textil de Haití, donde las grandes fábricas tienen miles de empleados.

INDEPCO también funge como instituto de capacitación para mejorar las destrezas de los dueños y las dueñas de talleres, sus capataces y trabajadores, brindándoles herramientas para escalar la cadena de valor textil. Eso es lo que hizo Vietnam, asegura Garoute, mediante asistencia técnica francesa para construir una poderosa industria de confección de ropa.

Sin embargo, para llegar a esa etapa, Haití deberá superar varios obstáculos. El terremoto del 2010 destruyó fábricas enteras, segó las vidas de incontables trabajadores y paralizó a la economía nacional. Uno de los edificios de INDEPCO en Puerto Príncipe quedó totalmente derrumbado. Otro edificio sufrió graves daños. Lo que no quedó bajo los escombros se perdió en el pillaje.

Respuesta rápida

INDEPCO logro rescatar algunas viejas pero confiables máquinas de coser industriales. Una semana después del terremoto ya estaban operando precariamente bajo un tinglado de una fábrica vecina. Su primer encargo grande, por miles de chalecos para vendedores de Digicel, la principal empresa celular de Haití, permitió que decenas de talleres de INDEPCO pudieran volver a trabajar.

Poco más tarde, el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del BID, que había apoyado a INDEPCO en 1999 con una donación de 370.000 dólares para un programa de fortalecimiento institucional, aprobó 180.000 dólares en fondos de emergencia para ayudar a la organización a reponer equipo perdido y alquilar un nuevo local.

“Por experiencia en otros desastres naturales sabíamos que lo mejor que podíamos hacer era ayudar a más haitianos a volver a trabajar lo más pronto posible”, comentó María Teresa Villanueva, la especialista del FOMIN que coordinó su respuesta al terremoto.

Con ese fin, el FOMIN aprobó más de 1,8 millones de dólares en donaciones de emergencia para entidades locales y otros socios con los que ha trabajado en Haití, incluyendo algunas de las principales microfinancieras.

El FOMIN también puso a INDEPCO en contacto con el Fondo Clinton Bush para Haití, que en Julio aportó 245.000 dólares para capital de trabajo y para acondicionar y cablear su nueva planta de producción, donde dieron cabida a socios que habían perdido sus propios talleres.

En reconocimiento a los esfuerzos de Garoute por los miembros de INDEPCO desde el terremoto, en enero Digicel le confirió el premio al Emprendedor Haitiano del Año.

En busca de nichos

Desde sus nuevas instalaciones cercanas al aeropuerto de la capital, INDEPCO espera expandirse más allá del mercado de uniformes para escolares y trabajadores estatales y corporativos. Con un ojo puesto en los mercados de nicho, está entrenando a más personas en bordado y aplicación de lentejuelas y mostacillas para decorar productos como individuales de mesa, estuches de computadoras y carteras.

“Además de grandes cadenas de tiendas, en los Estados Unidos hay un mercado enorme de pequeñas tiendas que no están interesadas en vender las mismas cosas que las grandes. Ese es el segmento al que tenemos que apuntar”, argumenta Garoute. En su juventud siguió esa táctica para importar trajes de baño y lencería de Brasil a los Estados Unidos.

En su visión, Haití debería graduarse de la maquila para compradores extranjeros para llegar al nivel en que las empresas nacionales puedan diseñar, cortar, coser, terminar, empacar y vender ropa, logrando un mayor porcentaje del valor de cada prenda.

Para llegar a ese objetivo, INDEPCO quiere capitalizar la tradición de costura haitiana. Desde que Garoute y Lebrun tienen memoria, los haitianos que no podían aspirar a ser abogados, doctores, maestros o ingenieros aprendían a coser. Por ello, potencialmente hay cientos de miles de personas con las destrezas básicas para trabajar en la industria textil. El desafío es llevar esas habilidades del nivel artesanal al industrial.

INDEPCO ayuda a sus miembros en ese proceso, capacitándolos en las técnicas de la producción en masa y el control de calidad para que puedan entregar puntualmente grandes encargos de confección. “Incluso si no utilizan equipos industriales, están usando técnicas industriales para contener los costos y asegurar una calidad estándar, que no se logra si se hacen las prendas una por una”, señala Lebrun.

Para Garoute, los haitianos no están aprovechando plenamente sus talentos creativos para producir moda. “La costura es un arte, y los haitianos siempre hemos sido buenos artistas. Pero nunca lo hemos llevado a la moda”, sostiene.

Autoayuda

Un aspecto clave de la misión de INDEPCO es estimular a sus miembros para ganar confianza. Garoute viaja por todo Haití para realizar grandes reuniones con miembros de la organización, donde les asegura: “¡Ustedes son como Pierre Cardin o Calvin Klein! ¡Ellos son sastres, como todos ustedes!”

Lebrun prefiere un mensaje más directo: INDEPCO ayuda a sus miembros si ellos se ayudan a si mismos. “Hay negocios por hacer en sus propias ciudades, vayan y consíganlos, antes de que otro los quite”,  advierte.

Sus opiniones divergen sobre la importación de ropa usada, que se encuentra a la venta en cualquier calle de Haití. “La verdadera industria de este país ha sido abandonada para luchar contra una avalancha de ropa barata enviada por personas con buenas intenciones”, acusa Garoute. Por su parte, Lebrun observa que miles y miles de personas viven de la venta de ropa usada. Los talleres de costura deben adaptarse a esa realidad. “Estos son productos dañados, pero ustedes los pueden remendar y venderlos en sus propias tiendas”, aconseja.

Mirando al futuro, INDEPCO aspira a convertirse en una federación con centros de negocios en las principales ciudades haitianas, brindando servicios a grupos de talleres en todo el país. “Esto también permitiría descentralizar una industria concentrara en Puerto Príncipe”, concluye Lebrun. “Si la gente en Gonaives necesita uniformes, ¿por qué hay que fabricarlos en la capital?”

Garoute describe ese sueño en términos aún más ambiciosos: “si tenemos éxito, podríamos poner en marcha una revolución económica silenciosa, vinculando a miles de pequeñas empresas a grandes mercados.”

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