El BID movilizó más de US$110 millones en recursos para inversiones de impacto durante los últimos 18 meses a fin de financiar proyectos rentables que logren cambios sociales
A pesar del rendimiento económico sobresaliente de los últimos años, América Latina y el Caribe aún tienen mucho camino por recorrer para tratar necesidades de desarrollo apremiantes, como reducir la pobreza, mejorar los resultados de la educación y facilitar el acceso a servicios de salud confiables.
Con el propósito de contribuir a que la región avance en estas áreas, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha estado trabajando en conjunto con una clase de inversionistas internacionales que está creciendo rápidamente: los inversionistas de impacto. Al igual que el BID, estos actores brindan apoyo a proyectos y empresas del sector privado que buscan solucionar problemas sociales y ambientales que también les resulten rentables.
Durante los últimos 18 meses, el BID movilizó cerca de US$110 millones en recursos provenientes de estos inversionistas para esta región a través de su programa de sindicación de préstamos y por medio de copréstamos, con el objetivo de financiar proyectos destinados a mejorar las condiciones de vivienda de poblaciones de bajos recursos, otorgar beneficios a mujeres emprendedoras, ayudar a pequeños productores a aumentar su productividad y mejorar comunidades rurales.
La asociación entre el BID y los inversionistas de impacto permitió que el Banco alcanzara hitos importantes en la región, especialmente en países pequeños, que están al margen de los mercados de capitales internacionales. El año pasado, el BID cerró el primer préstamo internacional sindicado en Paraguay sin garantías para riesgos políticos y otros tipos de riesgo, proporcionando un préstamo A/B de US$40 millones al Banco Continental para ayudarle a prestar fondos a pequeñas y medianas empresas.
También en 2010, el BID hizo efectivo su primer préstamo sindicado (préstamo B) en moneda local en Perú y completó una sindicación con el tenor más grande que jamás se haya registrado para una institución financiera en Ecuador. En 2011, la asociación con los inversionistas de impacto permitió que el BID cerrara su primera sindicación en Honduras y la primera sindicación de deuda subordinada en Ecuador.
“Existe una gran oportunidad para que el sector privado contribuya al desarrollo económico, y la inversión de impacto es una fuente importante de financiamiento para ideas de negocios innovadoras y rentables que pueden aliviar la pobreza y mejorar la calidad de vida de las personas vulnerables”, comentó Jozef Henriquez, jefe de la Unidad de Sindicación del Departamento de Financiamiento Estructurado y Corporativo del BID. “El BID está liderando el camino en lo que respecta a canalizar estos recursos en América Latina, especialmente en los países marginados por los bancos comerciales”.
La inversión de impacto es un tipo de inversión emergente realizada por individuos de alto patrimonio neto, fundaciones y gestores de activos que se concentran en proyectos rentables que también producen beneficios sociales, como mejorar la calidad de vida de la población sumergida en la pobreza. Tradicionalmente, los inversores de impacto han apoyado el microfinanciamiento en varios países en vías de desarrollo pero, en los últimos años, buscaron diversificar su cartera de valores y su impacto expandiéndose a otros sectores como salud, vivienda y educación.
La Global Impact Investing Network estima que las inversiones de impacto suman actualmente un total de más de US$50.000 millones en todo el mundo, y J.P. Morgan y la Fundación Rockefeller estiman que, durante la siguiente década, la industria crecerá hasta alcanzar un monto de entre US$400.000 millones y US$1 billón en activos.
Desde 2010, el BID cerró 10 transacciones con una docena de inversionistas de impacto, entre los que se incluyen Blue Orchard, Oikocredit, Incofin, responsAbility, Deutsche Bank Social Finance y la Fundación Calvert. Setenta por ciento de estas sindicaciones se realizaron en países pequeños y vulnerables, como Ecuador, El Salvador, Honduras y Paraguay. En estas transacciones, el BID actuó como único agente de cálculo y organizador principal, e invirtió US$146 millones de sus propios recursos.
“Durante el último año hemos establecido una fuerte alianza con el BID, que nos permitió participar en tres de sus préstamos sindicados. Esta colaboración nos ha permitido expandir nuestras operaciones de crédito para incluir a algunos prestatarios de muy alta calidad, y participar en actividades de apoyo a las microempresas y las PYME, operaciones que muy probablemente no seriamos capaces de prestar directamente”, dijo Yolanda Chenet, gerente regional de BlueOrchard para América Latina. “El BID ha entendido nuestras necesidades como un prestamista con un doble objetivo que participa en actividades de apoyo a la base de la pirámide. Este año, esperamos que esta alianza nos permita ampliar nuestra cobertura geográfica en la región y también ampliar en otros subsegmentos dentro de las microfinanzas”.
El BID se está convirtiendo en un socio cada vez más importante para estos inversores de América Latina y el Caribe debido a su amplio conocimiento de la región, experiencia en el sector y redes locales que permiten que el Banco cree alianzas y estimule la elaboración de proyectos de desarrollo de alto impacto. La cultura del BID, que se caracteriza por el cálculo cuidadoso de los riesgos, la responsabilidad y la rendición de cuentas para lograr el mayor impacto de desarrollo posible, también aportó al éxito de esta nueva forma de sociedad.
“A través del trabajo con el BID los inversionistas de impacto tienen la oportunidad de desplegar capital en proyectos innovadores a los que tal vez no tendrían acceso de otra manera”, explicó Kristin Dacey, oficial de sindicaciones del Banco. “También es una situación en la que nuestros clientes ganan, dado que nuestra sociedad con los inversionistas de impacto les brinda mayor acceso a los paquetes financieros y la posibilidad de construir nuevas relaciones con inversores internacionales”.