El Día Internacional de los Trabajadores llega este año en unas circunstancias excepcionalmente difíciles. Esta jornada, habitualmente de reivindicación y reflexión, queda envuelta este 2020 en un contexto que nadie hubiera sido capaz de anticipar hace apenas unos meses. La crisis mundial provocada por la pandemia de la COVID-19 ha empapado de inquietud el día a día de millones de personas en todo el mundo. Y la región, por supuesto, no es una excepción. ¿De qué forma afectará a América Latina y el Caribe este escenario sin precedentes? ¿Qué realidad se encontrarán los trabajadores cuando pase lo peor de esta pandemia? Son numerosas las preguntas que, con gran preocupación, nos formulamos en estas fechas. Esta pandemia, además de afectar seriamente a la salud de miles de personas, también está poniendo en jaque los mercados laborales de todo el mundo. La situación de confinamiento obligatorio que se vive en la mayoría de los países ha provocado que millones de personas no puedan ejercer sus trabajos. Todo ello ha hecho que la tasa de desempleo aumente dramáticamente, una situación especialmente grave para América Latina y el Caribe, donde hay un contexto de alta informalidad y precariedad laboral fruto de la baja generación de empleo de calidad que la región viene sufriendo en los últimos años. La situación es ciertamente dramática: según nuestra proyección, esta crisis podría llevarse por delante hasta un 15% de los empleos formales de la región. Estas estimaciones (puedes consultarlas para cada país aquí), sumadas al impacto que la pandemia ya está teniendo entre quienes se desempeñan en los sectores informales, nos anuncia una situación de gran dificultad para millones de personas en la región; especialmente para grupos vulnerables como las mujeres y las personas afrodescendientes.
Cómo reaccionar
Ante una crisis de esta envergadura, el mayor peligro es la paralización, no hacer nada. Por esta razón, cabe destacar los esfuerzos que se están haciendo en la región para, en primer lugar, proteger la salud de las personas. El otro gran reto es el de proteger los puestos de trabajo y los ingresos de las personas: mantener el máximo número de relaciones laborales es esencial para iniciar la recuperación cuanto antes. ¿Cómo hacerlo? Entre las medidas de política planteadas en esta nota está, por ejemplo, la de desincentivar los despidos o promover arreglos de trabajo compartido, donde trabajadores y empresas, juntamente con el Estado, suman esfuerzos para mantener el empleo (como se ha hecho en varios países de la OCDE).Ante una crisis de esta envergadura, el mayor peligro es la paralización, no hacer nada. Por esta razón, cabe destacar los esfuerzos que se están haciendo en la región.Especial mención merecen los trabajadores del sector informal. En la mayoría de los países, los gobiernos han reaccionado con celeridad ofreciendo bonos especiales para compensar a las personas por no poder trabajar. Esto es esencial para evitar que muchas personas caigan en la pobreza o se acentúe aún más su situación de vulnerabilidad. Reaccionar bien al golpe supondrá, además, dar apoyo a los trabajadores que pierdan su empleo. Para ello, es necesario fortalecer los servicios públicos de empleo, los cuales van a tener un rol protagónico para asegurar que aquellos que han perdido sus puestos de trabajo se reincorporen a la actividad económica lo antes posible. También será esencial ampliar el acceso a un seguro de desempleo que garantice un apoyo ante la pérdida de ingresos. El camino no será fácil: el margen fiscal de los países de la región es muy estrecho y, por eso, todos (trabajadores, empresas, gobiernos…) tendremos que ser más creativos e imaginativos que nunca. Todo ello sin perder la resiliencia.
Reaccionar bien al golpe supondrá, además, dar apoyo a los trabajadores que pierdan su empleo.