Alumnos reporteros de Amara Berri (San Sebastian)
Dimensiones a desarrollar en modelos amplios de éxito escolar Ahora bien, ¿Cómo conseguimos plasmar todo esto en un modelo educativo concreto? A través de la investigación mostrada en este estudio sobre once escuelas que trabajan estos modelos, hemos podido identificar aspectos en común y que se concretan en cinco dimensiones a desarrollar para ampliar y adaptar el concepto de éxito escolar a la sociedad actual. Estas dimensiones nos muestran la importancia del desarrollo personal y social; incluso como agentes de cambio con capacidad de transformar sus ideas en actos que mejoran su entorno, la importancia también del desarrollo en todos los ámbitos de la vida, también el laboral, sin olvidarnos del desarrollo de competencias, de la educación para la diversidad y del aprendizaje activo. Como sociedad, necesitamos, urgente y desesperadamente avanzar en este sentido, el desarrollo de estas dimensiones nos permitirá crear experiencias de aprendizaje donde niños y jóvenes puedan convertirse en «changemakers» (agentes de cambio), personas con la empatía para ponerse en el lugar del otro e identificar situaciones problemáticas, personas capaces de colaborar y liderar con otros, de asumir un rol activo, crítico y creativo en busca de soluciones que mejoren su entorno. Estas experiencias solo pueden desarrollarse en un contexto real donde el niño participa activamente, como protagonista, creando impacto social, ambiental y cultural al mismo tiempo que aprende. Profundizando más, la UNESCO en su documento «La educación para los Objetivos de Desarrollo Sostenible» cita que no se puede hablar de una educación de calidad si no prepara a los niños y niñas a dar respuesta a los retos individuales y colectivos del mundo en el que vivimos». La Agenda para el 2030 de Naciones Unidas y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados en 2015 son una guía para aprender conjuntamente mientras trabajamos por el progreso, la sostenibilidad y la justicia. Para conseguir esos objetivos se proponen en este documento metas de aprendizaje con esta misma perspectiva integral para equipar a los alumnos con aprendizajes cognitivos, socioemocionales y conductuales. Una educación holística, por tanto, no se puede imaginar sin este propósito de la educación, estos fundamentos y concepto de calidad. Debemos innovar con sentido. Y si no, ¿para qué sirve la educación? A esta pregunta, Paulo Freire responde que la educación es la verdadera praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo (Freire, 1971). Yo quiero que mis hijos aprendan a poner su empatía en acción, a movilizarse y a aventurarse a cambiar las cosas en vez de girar la cabeza hacia otro lado. Personas activas preocupados por los demás y por el planeta. Para que tengan éxito personal y profesional. Identificación de palancas para un éxito escolar más amplio Llegados a este punto, habiendo dado respuesta por mi parte a la pregunta: ¿Qué podemos entender por calidad educativa? Claramente podemos decir que, perseguir un modelo que entiende el éxito educativo de forma más amplia y no polarizada, implica demandar una pedagogía transformadora y orientada a la acción. Una educación de calidad y holística «requiere dejar un modelo basado en enseñar y avanzar hacia uno cuyo foco se encuentra en aprender». Sentar los principios básicos de este modelo educativo que hemos presentado en el citado informe: ¿Para qué educamos? Estudio sobre las bases de un marco amplio de éxito escolar (4), conlleva trabajar en los centros nueve prácticas que ya están impulsando un éxito escolar más amplio y que hemos identificado a partir de la investigación en once centros de referencia en innovación educativa: Los modelos de estos centros desarrollan un aprendizaje autónomo, que pasa de poner el foco en el profesor a ponerlo en el alumno. Un alumno activo que descubre y comparte su propio aprendizaje (5). El rol de profesor es de guía y apoyo (6). Reforzamos así́ la autonomía (7) y responsabilidad del alumno sobre su aprendizaje, promoviendo el liderazgo interno y la reflexión, y proporcionando un apoyo más personalizado por parte del profesor (8). Estas escuelas impulsan la participación y la colaboración, y apuestan por el aprendizaje cooperativo como metodología integral de centro. En esta, cada alumno tiene una función, creándose conexiones y dependencia mutua entre ellos que facilita el desarrollo de habilidades sociales y cívicas. Indispensable es la orientación hacia la resolución de problemas y la interdisciplinariedad que podemos ver en el aprendizaje basado en proyectos. Las metodologías de trabajo globalizado que personalizan el aprendizaje son muchas, pero el trabajo por proyectos, bien estructurado, permite secuencias largas que integran diferentes disciplinas y pueden vincularse con otras acciones como con el Aprendizaje-Servicio o la metodología Design for Change. Con ello motivamos al alumno y aumentamos su implicación en el proyecto para estimular su iniciativa, su autonomía y una mentalidad abierta. Figura 1. Dimensiones a desarrollar en modelos amplios de éxito escolar (PWC, Ashoka, COTEC y URJC (2017).)
Figura 2: Elementos clave en el desarrollo de un marco más amplio de éxito escolar. (10)
La tutoría como fundamento principal es una herramienta que proporciona una conexión más personalizada con el alumno, no como una figura menor, complementaria, o que pone su esfuerzo solo en temas curriculares, sino como una tutoría comprometida con el aprendizaje del alumno que llega más allá de lo académico. Son escuelas que proporcionan un entorno inclusivo y que atiende a la diversidad de los alumnos con diferentes capacidades y necesidades facilitando el desarrollo su máximo potencial. En la propia aula el proceso de aprendizaje se adecua a las diferentes realidades de los alumnos. «Para educar un niño es necesaria toda una tribu», reza un proverbio africano. La cooperación entre el centro, las familias y la comunidad es vital y por ello estas escuelas aumentan su compromiso y participación con otros agentes. Estos modelos entienden el aprendizaje como un proceso integral, que no se limita sólo al tiempo o espacio de la escuela. Las escuelas no tienen ya fronteras en sus patios. En este proceso, la escuela entabla relación con los demás entornos y promueve actividades cocreadas con agentes externos e incluso impulsa la coordinación de aprendizajes en contextos no formales. Estas escuelas adoptan un verdadero currrículum competencial. Y, esto, nos obliga a rediseñar la forma en la que aprendemos, la manera en la que evaluamos el aprendizaje, el rol del docente y la organización del centro y el sistema. Se evalúan competencias para complementar la evaluación académica y ser conscientes de los resultados de aprendizaje que se dan más allá del rendimiento académico. Para ello, los centros utilizan rúbricas propias generadas por el alumno o el profesor. Estas no solo se limitan a recoger conocimientos o habilidades personales, sino que preparan al alumno para la vida en sociedad, o el respeto por el medio ambiente. El uso de los procesos de evaluación como ayuda para aprender. Es indispensable que los alumnos tengan control de su propio aprendizaje y se impliquen activamente —que aprendan a aprender—. La llamada «evaluación formativa» señala que los procedimientos de evaluación contribuyan al aprendizaje del estudiante, y no solo a medirlo. Se busca también que se conviertan en personas reflexivas, partícipes y responsables de su propio proceso educativo. (Boud, 1991) Autoevaluación, evaluación entre iguales y del profesorado. Si como hemos dicho, un modelo de educación holística requiere desesperadamente pasar de enseñar a aprender, y esto nos obliga a rediseñar también la forma en la que evaluar, debemos dar un salto más allá de la tradicional evaluación de la materia por contenidos, hacia la autoevaluación —los estudiantes evalúan su propio aprendizaje—, la evaluación entre iguales —recoge opiniones y críticas constructivas de los compañeros—, y la evaluación del profesorado —los profesores emiten una evaluación en conjunto—. Como conclusión, no puedo terminar sin decir que todo niño o niña tiene derecho a una infancia feliz, a ser escuchado y debería tener derecho a descubrir el potencial que tiene para mejorar su entorno. Este potencial es básico en una educación holística y que permita al alumno empoderarse. Despertar ese potencial va unido a una transformación (Carneros, S., 2018.) como agente de cambio que comienza en uno mismo siendo protagonista de su aprendizaje para desarrollar- se plenamente como persona en sociedad. Debemos recuperar esa constante búsqueda del «por qué́» que nos une y nos conecta. Una búsqueda en la que, como dijo Paulo Freire, reflexionamos sobre lo que somos y sobre la situación en la que vivimos, de tal forma que emergemos de la propia realidad para transformarla. Imagina millones de personas preguntándose «por qué́», conectándose, aprendiendo juntos, inspirando a otros. Este es el camino por el que la humanidad ha transitado desde hace milenios, es el camino que nos llevará allí donde todavía no hemos estado. Manténgase en sintonía siguiendo nuestra serie de blogs sobre educación y #habilidades21 en tiempos del coronavirus. Encuentra la primera entrada de esta series aquí. ¡Descarga el Futuro ya está aquí y mantente atento a nuestras novedades! *Nota: Esta artículo se publicó originalmente en Cuadernos de pedagogía, ISSN 0210-0630, Nº 500, 2019 y se vuelve a publicar con el permiso del autor.