Uno de los problemas asociados a las pandemias, como COVID-19, es que las personas acuden rápidamente a los hospitales, y el sistema nacional de salud puede sobrecargarse más allá de su capacidad para tratar a las personas. Una manera potencial de reducir la sobrecarga del sistema es por medio de la telemedicina, la prestación de servicios de salud desde un sitio remoto a través de comunicaciones electrónicas, generalmente por llamadas de voz o video. Cuando las dos partes se encuentran en diferentes países, esto se conoce como comercio transfronterizo de servicios médicos. Si bien la telemedicina no puede reemplazar todos los servicios presenciales de atención médica, esta práctica está siendo utilizada cada vez más para ofrecer una gama de diferentes servicios, desde una simple consulta hasta procedimientos médicos remotos. Al promover el comercio transfronterizo de servicios médicos es probable que mejore la calidad, aumente la variedad y bajen los precios por un aumento de la competencia internacional. Pero también puede ser beneficioso cuando el sistema de salud de un país se ve sobrepasado por situaciones como la del COVID-19, como le sucedió a los hospitales de ciudades como Guayaquil, o por otros sucesos, como los terremotos o huracanes que frecuentemente golpean a los países de América Latina y el Caribe. En tales circunstancias, algunos pacientes pueden tener que recurrir a la capacidad disponible del sistema de salud de otros países. Los hechos recientes confirman que ha llegado la hora de que América Latina se prepare para exportar servicios de telemedicina. La telemedicina aún representa en el mundo una fracción mínima de los servicios médicos. Por ejemplo, se estima que el valor de la telemedicina en Europa está por debajo del 10 % del total de los servicios de salud. Lamentablemente hay una notoria falta de datos específicos sobre el comercio de telemedicina. Es ampliamente reconocido que el comercio transfronterizo de servicios médicos es aún incipiente. En 2015, una encuesta realizada por la Organización Mundial de la Salud en nueve países latinoamericanos encontró un total de 67 prácticas de telemedicina en distintas especialidades, como dermatología, oftalmología y radiología. No obstante, la mayoría de los servicios fueron prestados dentro del país, mientras que en solo tres —Perú, Argentina y México— involucraban a participantes ubicados en dos países distintos. En general, la evidencia empírica demuestra que el comercio de servicios médicos en América Latina y el Caribe no existe o tiene un alcance muy limitado. Sin embargo, las cifras de las exportaciones de viajes por motivos de salud correspondientes a la Unión Europea, los Estados Unidos y Costa Rica —uno de los principales exportadores de estos servicios en América Latina— indican que hay una demanda potencial de comercio de servicios médicos (Gráfico 1). Esta predisposición también sugiere la existencia de una demanda potencialmente significativa de comercio de servicios de telemedicina.
Gráfico 1: Exportaciones de viajes relacionados con la salud
Millones de US$
Fuente: BID con datos de EBOPS 2010.
¿Qué barreras impiden el comercio transfronterizo de servicios médicos?
En el plano multilateral, el comercio transfronterizo de servicios médicos se rige por el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (AGCS). En general, el AGCS no presionó demasiado por la liberalización de este tipo de servicios. Para comprender por qué los países han dudado en liberalizar su comercio de servicios médicos, es esencial observar los desafíos en el terrero, los cuales incluyen:- Factores tecnológicos, los cuales están relacionados con la potencial falta de marcos de interoperabilidad y estándares entre los sistemas informáticos de los países.
- Leyes y reglamentaciones. Los desafíos en este campo varían desde la incertidumbre sobre la responsabilidad de los profesionales de la salud al prestar sus servicios más allá de su frontera, y las dificultades para evaluar y monitorear la calidad de los prestadores de otros países, hasta las preocupaciones de seguridad de la información y confidencialidad de las historias clínicas que se transmiten por medios electrónicos.
- Los desafíos culturales e idiomáticos, que surgen cuando la demanda de servicios médicos es atendida por prestadores de culturas y entornos potencialmente diferentes.