
Abril 13, 2021
Es una startup creada, literalmente, de las cenizas. A partir de este residuo la empresa brasileña Marina Tecnología está creando nuevos materiales que buscan volver sostenible el mercado de la química, además de resolver una amenaza ecológica y generar empleos.
Los estados de Rio Grande do Sul y Santa Catarina, al sur de Brasil, son responsables del 75% de la producción nacional de arroz, equivalente a 12 millones de toneladas anuales. El cultivo trae consigo un problema ambiental: quedan como residuo 2.2 millones toneladas de cáscaras, cuya quema deja 200 mil toneladas de cenizas y la subsecuente contaminación del aire y del suelo. Convertir ese desperdicio en una oportunidad de innovar ha sido la labor de Diana Finkler, una química industrial pionera en el desarrollo de nuevos materiales para la industria química.
Diana recuerda el momento en que tuvo la inspiración que definiría su carrera. Sucedió durante una clase universitaria de química industrial, en 2010, mientras la profesora discutía distintos materiales químicos y sus aplicaciones. Entre ellos, se mencionó el sílice – una sustancia química muy valorada en diversas industrias, la cual puede extraerse de la corteza terrestre, pero también de las cenizas de las cáscaras de arroz.
“Allí pensé, ¿y si a partir de las cenizas utilizamos sílice y derivados y los colocamos como materia prima para fabricar un neumático más sostenible? Neumáticos con mejor impermeabilidad, una mayor vida útil, y que por lo tanto contaminen menos”, recuerda Diana. Esa línea de investigación prometedora se volvería el tema de su tesis y la oportunidad de transferir este conocimiento a la industria y la innovación.
En 2011, Diana presentó su investigación al Premio Santander Universidades en Brasil y fue la ganadora en la categoría “Emprendimiento en la Industria”. El Premio le otorgó un capital semilla y acceso a un curso de emprendimiento en Babson College, para continuar sus investigaciones y la incentivó a abrir una empresa que le permitiera comercializar los desarrollos tecnológicos. Ese mismo año creó Marina Tecnología y patentó un nuevo nano-producto derivado del sílice.
El novel compuesto que había imaginado por primera vez en el salón de clases puede emplearse en la manufactura de múltiples productos, desde gomas de sellado para evitar la fuga de combustibles, producción de filtros purificadores de agua, la fabricación de tintas y adhesivos, o productos para la construcción civil y la industria de máquinas agrícolas y alimenticias. La invención de Diana también cumplió su idea original de producir neumáticos “verdes”, de mayor rendimiento y durabilidad, cuya producción proviene de una fuente renovable: las cenizas de cáscaras de arroz.
“Hoy en día existen vehículos rodando en Brasil con esta tecnología”, dice Diana.
Con el tiempo, la innovación también trajo consigo la solución a un problema mayor. Mediante una cooperación tecnológica entre Marina Tecnología y la empresa de capital alemán Oryzasil, esta última inauguró en 2019 la primera fábrica de sílice de fuentes renovables en la localidad de Itaqui, en Rio Grande do Sul. En ese estado aquejado por el impacto ecológico de la producción de arroz, la meta es ahora procesar anualmente 140 mil toneladas de cáscaras y obtener 28 toneladas de cenizas para su transformación en sílice y derivados con alto valor agregado.
Junto a la inversión de Oryzasil, el proyecto fue posible gracias a un préstamo de 13 millones de reales (más de US$2 millones) y recursos no reembolsables por 4.2 millones de reales (más de US$600 mil) por parte de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep), la agencia nacional de innovación de Brasil, en el marco de un programa de financiamiento con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Para Diana, el éxito de su emprendimiento no se mide solo con los nuevos conocimientos y tecnologías generadas, sino por el impacto social, económico y ambiental.“El impacto socioeconómico de una planta industrial, como la de Oryzasil, en una ciudad de renta baja, en términos de empleo y oportunidades para la gente es altísimo, además del efecto ambiental positivo de reutilizar las cenizas”, asevera.
EL CAMINO DEL EMPRENDIMIENTO CIENTÍFICO
La emprendedora subraya que dos aspectos clave en su desarrollo han sido acceder a mentorías y a la posibilidad de mirar más allá de las fronteras. Por un lado, el haber participado del Programa Promesas de Endeavor Brasil le ayudó no solo a interactuar con mentores especialistas en diferentes campos, sino a convertirse ella misma en mentora. Por otro, ser parte del programa de internacionalización de la Asociación Nacional de Entidades Promotoras del Emprendimiento (Anprotec), le permitió visitar empresas neumáticas en Estados Unidos y tener acceso a los principales referentes del rubro a nivel mundial.
Fundamental ha resultado, también el apoyo del Estado: “En todo este tiempo participamos en los programas de fomento al emprendimiento del Servicio Brasileño de Apoyo a la Empresa (Sebrae) y en el financiamiento a la innovación disruptiva por parte de Finep. Todo esto apoyó la consolidación de la empresa y la consecución de más contratos de desarrollo tecnológico”, dice.
Los apoyos recibidos de la Finep han sido críticos para impulsar el crecimiento de Marina Tecnología. Destaca su selección para el programa Finep Startup en 2018, que invirtió 18.5 millones de reales (casi US$3 millones) en 19 startups..
Mi meta es seguir desarrollando nuevas soluciones para los problemas de la sociedad y la industria
“La participación del Estado, a través de sus programas y políticas públicas, es crucial en este tipo de emprendimientos de base científica donde el riesgo tecnológico es muy alto. Es decir, son proyectos de resultados inciertos, por lo que el financiamiento público reduce ese riesgo y hace que se sumen las empresas, universidades y otros socios”, dice Vanderleia Radaelli, especialista líder en competitividad, tecnología e innovación del BID.
Más aún, en 2017, Finep fue también el origen de la subvención para la innovación en la industria química que permitió a Marina Tecnología
desarrollar una línea específica de derivados de sílice, en conjunto con la empresa Oryzasil.
“Este caso ilustra la importancia del financiamiento sostenido de la Finep, que fue fundamental para que una científica emprendedora pueda realizar una serie de investigaciones, desarrollar tecnologías inéditas mundialmente, obtener alianzas con la industria y de hecho innovar en un campo emergente como el de los materiales avanzados”, destaca Luciana Bittencourt, coordinadora de organismos internacionales de la Finep.
Actualmente, ya son varios los nano-productos obtenidos de las cenizas de la cáscara de arroz, cuya constante expansión lo ha llevado a ganarse el nombre de “Familia Roz”, una prole que aún puede expandirse en el futuro. Se trata de nuevos materiales con aplicaciones en diversas industrias como cemento, celulosa, plásticos, tintas, polímeros, petróleo, saneamiento y moda.
Fuera de la Familia Roz, Marina Tecnología también es pionera en tecnología para la fabricación de perfluoelastomeros, compuestos de gran elasticidad y resistencia a altas temperaturas, con aplicaciones en industrias de petróleo y gas principalmente. Se trata de un desarrollo para la fabricante Serall, y una de las compañías que ya lo utiliza es Petrobras, la empresa petrolera brasileña. Para la empresa NTC Plásticos, y con apoyo de la Finep, también se encuentra en desarrollo un nuevo compuesto para inyección de plástico con fibra de carbono, un material de menor peso y alta resistencia que puede sustituir productos metálicos.
Marina Tecnología cumple una década creciendo, y con la misma voluntad de innovar.
“Mi meta es seguir desarrollando nuevas soluciones para los problemas de la sociedad y la industria”, dice Diana. Para ella, los desafíos del presente no son un impedimento, sino un incentivo para que otros sigan el mismo camino que la llevó a fundar Marina Tecnología. “Yo creo que la pandemia vino para promover la cultura del emprendimiento en los científicos. Y mi visión es que todo investigador es un potencial emprendedor”.
