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VIH/SIDA ensombrece al Caribe

Es fácil que las maravillosas playas, el clima soleado y la diversidad cultural de las islas del Caribe lleguen a ocultar un hecho preocupante: de acuerdo con los últimos datos, esta región detenta el segundo índice más alto de infección de VIH, después de África sub-sahariana.

Un informe reciente, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (ONUSIDA) y la Organización Mundial de la Salud, estima que unas 360.000 personas en el área del Caribe son portadoras del virus VIH, cifra alarmante en una población de 32 millones de habitantes. El VIH/SIDA es una de las principales causas de mortandad para esta zona relativamente pequeña, en la que el principal medio de propagación del virus son las relaciones heterosexuales entre personas de 15 y 44 años de edad. Sin embargo, hasta hace poco, numerosas presiones sociales bloqueaban cualquier iniciativa por tratar abiertamente el SIDA como un problema de salud pública o de desarrollo.

Hoy los jefes de estado del Caribe han comprometido a sus gobiernos en favor de una respuesta más agresiva contra la propagación del SIDA. El pasado febrero, en un gesto sin precedentes, los líderes de los países de la Comunidad del Caribe formaron la Asociación Pan-Caribeña contra VIH/SIDA. En una entrevista concedida a BIDAmérica en junio pasado, el Dr. Peter Piot, director ejecutivo de ONUSIDA, afirmó que esta asociación era muestra de “un aumento de la toma de conciencia” sobre la importancia de este tema, aunque puntualizó que este paso era tan sólo “el inicio de una respuesta vigorosa”.

A pesar de las impresionantes cifras generales, el nivel de infección varía considerablemente entre los países del Caribe. Haití es el país más afectado. De la población cuya edad oscila entre 15 y 49 años de edad, se estima que están contaminados con VIH/SIDA aproximadamente el 4 por ciento en zonas rurales y un 8 por ciento en zonas urbanas. La epidemia preocupa seriamente a la República Dominicana. Pero en los países más pequeños del Este Caribeño los estudios indican que menos de una entre 500 mujeres embarazadas padece de esta enfermedad.

Según el informe de ONUSIDA, la transmisión heterosexual de VIH en el Caribe es resultado de actividad sexual precoz y relaciones sexuales múltiples. Las encuestas indican que, en algunos países, aproximadamente un 25 por ciento de los adultos consultados confesaron haber iniciado su actividad sexual antes de los 14 años y un 50 por ciento antes de los 16 años. La prevalencia de las relaciones sexuales entre mujeres jóvenes y hombres de edad madura agrava también la difusión de la epidemia en el Caribe. En Trinidad y Tobago, el índice de infección por VIH entre muchachas de 15 a 19 años es cinco veces superior al de varones de la misma edad.

Ahora el tema de la epidemia es tratado al más alto nivel político. La nueva asociación ha iniciado un plan estratégico para reducir el número de nuevos infectados, facilitar mejores herramientas de salud pública y adoptar un enfoque más integrado para el tratamiento de los contagiados por VIH/SIDA. Pero por encima de todas estas buenas intenciones prevalece la triste realidad de una región que carece de recursos para intensificar una respuesta adecuada a la propagación del SIDA. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de West Indies estima que el costo de una respuesta efectiva ascendería a 260 millones de dólares por año, cifra 10 veces superior a la inversión actual.

Sin embargo, existen razones para tener un moderado optimismo. Las iniciativas de prevención aplicadas con éxito en Uganda son una prueba de que países de limitados recursos pueden controlar la epidemia con buenos resultados. En ese país, donde una fuerte asociación comunitaria y el compromiso político lideraron la batalla contra el SIDA, el índice de nuevas infecciones ha disminuido considerablemente.

Si los objetivos de la Asociación Pan-Caribeña contra el VIH/SIDA llegan a alcanzarse, para el año 2005 un 90 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad habrá podido acceder a servicios públicos que disminuyan su riesgo de contagio. Como consecuencia, la prevalencia de VIH en este grupo podría reducirse en un 25 por ciento. La transmisión de madre a hijo también se podría reducir en un 50 por ciento para el año 2003.

Estas iniciativas supondrían una esperanza de mejora en la calidad de vida de la región y harían posible la reconstrucción de comunidades que se han visto seriamente afectadas por una epidemia que podría erosionar los progresos del desarrollo para generaciones venideras.

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