Aprobar una constitución y celebrar elecciones libres son sólo los primeros pasos de una auténtica democracia. América Latina y el Caribe enfrentan hoy el gran reto de poner en marcha todo un sistema.
De un tiempo a esta parte, los países de la región han superado una etapa negra de déficits e inflaciones y han colgado el cartel de la “democracia” en sus puertas. Ahora, presidentes elegidos democráticamente pueden departir con la elite política mundial, tranquilos de haber borrado de muchas memorias el nefasto recuerdo de golpistas y usurpadores de poder en la región.
Aparentemente, en sus países todo está en orden para que las democracias funcionen a pleno rendimiento, incluyendo elecciones libres, congresos y constituciones. Y, sin embargo, día tras día, los escándalos sobre corrupción y abuso de poder, la denuncia del malestar social y de la inseguridad ciudadana se publican a los cuatro vientos. La marcha de las democracias parece ser bastante menos que un paseo triunfal al gusto de todos.
¿Serán todos estos fallos propios del funcionamiento de las democracias? ¿O será que la libertad trae consigo este tipo de problemas?
Fernando Carrillo-Flórez, ex ministro de Justicia de Colombia y actualmente asesor principal del BID, acaba de editar Democracia en déficit: Gobernabilidad y desarrollo en América Latina y el Caribe, una publicación de título intrigante y un tanto provocador en la que, junto con un grupo de colaboradores, aborda la situación de las democracias latinoamericanas.
Entrevista con Fernando Carrillo-Flórez
BIDAmérica: El resurgimiento de la democracia en América Latina en los últimos 15 años es una fuente de orgullo en la región, pero ahora usted nos presenta el titular de Democracia en déficit. Suena como un jarro de agua fría ¿A qué se refiere?
Carrillo: En América Latina utilizamos lo que se entiende por democracias electorales, es decir, democracias que tienen como punto de partida elecciones libres y periódicas que hasta cierto punto cumplen con los cánones formales de carácter institucional. Aquí se ha creído que por el mero hecho de avanzar en el derecho a sufragio de los ciudadanos ya la democracia está consolidada. Realmente la tarea es mucho más compleja y profunda que eso.
El paso de una democracia formal a una democracia real es muy complejo. Exige instituciones democráticas sólidas, que es lo que no ha tenido América Latina recientemente, instituciones políticas para la democracia real y no sólo para la democracia formal. Y el tema de los derechos de las personas, no sólo el de los derechos políticos, aparece como el primer gran desafío.
En el caso del desarrollo, el énfasis ha pasado de centrarse en los déficits económicos en los años setenta a la preocupación por los déficits sociales. Hoy se entiende que está fallando lo que tiene que ver con las instituciones políticas, que el desarrollo político es el punto de partida para el desarrollo económico y social.
BIDAmérica: ¿Se tenía la impresión equivocada de que la democracia consistía en celebrar elecciones y poco menos que echarse a dormir?
Carrillo: La democracia es un sistema que configura las relaciones del poder con los ciudadanos y que se vive diariamente. Por ende, implica grandes desafíos para el gobernante. No basta con cumplir con una fórmula constitucional de ir a unas elecciones y de poner a votar a los ciudadanos.
Y ésto nos lleva a un catálogo de déficits de la democracia y nos encontramos con las debilidades de las instituciones, con poderes judiciales que no son independientes, congresos que son débiles, sistemas electorales que no son transparentes, con la inexistencia de frenos y contrapesos que permitan que haya controles, rendición de cuentas de los funcionarios públicos a los ciudadanos. Todo un catálogo que lleva necesariamente a demostrar que es muy grande la tarea por delante.
El gran desafío para los jefes de estado y para la dirigencia política de América Latina es dejar atrás ese pasado de despotismo, de caudillismo, de clientelismo y entrar, por el contrario, a un círculo virtuoso donde hay democracia, desarrollo y lucha contra la pobreza y desigualdad.
BIDAmérica: México ha sorprendido al mundo en las últimas elecciones dando un vuelco al sistema. Utilizando mecanismos impecablemente democráticos, pudo retirar a la oposición a un partido que se había adueñado del poder en el país durante décadas. ¿Qué hizo que esto fuera posible?
Carrillo: En México era evidente que la oposición venía ganando posiciones dentro del mapa político, pero se necesitaba una institución nueva, típica de la democracia, que garantizara no sólo la transición sino la alternancia en el poder que los mexicanos no habían experimentado desde hacía mucho tiempo. Este es un ejemplo de cómo aterrizar una reforma en la práctica. Demuestra que el gran aporte fue la creación de una institución electoral que gozara de confianza, transparencia y credibilidad que permitiera que se hiciera la transición democrática en México de esa manera.
Si no existen reglas claras de juego, no existe pluralidad, no puede darse alternancia en el poder y se van a seguir consolidando los vicios que arrastra el sistema político latinoamericano. Lo que se hizo en México es precisamente romper con esa tradición y demostrar que, por la vía de la modernización de una institución democrática, la electoral, se podía producir un cambio de esta envergadura.
BIDAmérica: La población latinoamericana ha sido muy dada al culto a las personalidades fuertes, al respeto a los intocables. ¿Cómo afecta esto a la democracia?
Carrillo: Hay casi una maldición histórica que tiene su origen en la colonia y que después se ha caracterizado como la ecuación del virrey-caudillo-dictador-presidente. Y en esas democracias débiles de la región el presidente sigue siendo un poquito de todas esas cosas. Fundamentalmente porque ha sido el poder ejecutivo y las competencias públicas quienes han ocupado todos los espacios de la política. La forma tradicional de hacer política ha estado siempre radicada en la cabeza del poder ejecutivo. El presidente es el único canal de tramitación de las necesidades ciudadanas. Y no puede ser así. Hace falta un poder legislativo que represente, fiscalice, que sea la instrumentalización de la participación ciudadana. Y un poder judicial que vigile a los otros poderes del estado.
Existen otros instrumentos de la democracia cada día más importantes en América Latina: el ombudsman, el defensor de los derechos humanos, los fiscales, las contralorías, las auditorías sociales, que son el común de la gente auditando la gestión pública. La sociedad civil sigue abriéndose camino y demostrando que los modelos tradicionales, caudillistas, corporativistas, clientelistas, están llamados a extinguirse.
El grito en América Latina es que tenemos que devolver la majestad a la política, recuperar la política como instancia de articulación de los ciudadanos. No hay que pensar en la abolición de la política. Hay que abolir lo negativo y construir las instituciones arrancando desde abajo. Siempre en función de la comunidad. La participación y la democracia son la receta principal para que las políticas públicas sean eficientes. Y esto se puede corroborar con datos.
BIDAmérica: ¿Qué hace falta para que los ciudadanos respeten las instituciones?
Carrillo: El Latinobarómetro asegura que se recupera la credibilidad, la confianza y la legitimidad de las instituciones a medida que el estado funcione, ofrezca soluciones, y que la democracia dé resultados. Lo está pidiendo la gente a gritos. Por esto necesitamos instituciones de participación y representación ciudadana, tratando de erradicar los vicios tradicionales.
BIDAmérica: ¿Cuáles son los principales obstáculos en el camino hacia la organización de democracias reales?
Carrillo: Se requiere una voluntad política por parte de la dirigencia de América Latina. Cada día aparecen más dirigentes asegurando que es necesario renovar la política tradicional, que frente a la globalización tiene que haber respuesta de carácter político. Y, sobre todo, que para reformar la democracia hay que reformar el estado. De hecho, es lo que el BID ha estado haciendo en respuesta a estas necesidades, con programas de reforma judicial, de fortalecimiento del poder legislativo, de anticorrupción, programas contra la violencia y de convivencia y seguridad ciudadana. Tratando de recuperar esos espacios de credibilidad y legitimidad.
BIDAmérica: Últimamente hemos visto muchos programas de anticorrupción, pero pocos parecen dar resultados. ¿Por qué?
Carrillo: Los instrumentos de anticorrupción deben estar necesariamente encuadrados dentro de la separación de poderes. Lo que no está funcionando en América Latina es entregarle de nuevo, mesiánicamente, a un solo funcionario la lucha anticorrupción. La mayoría de los grandes programas no están funcionando por esta razón. El crear oficinas especializadas con grandes poderes, desconociendo la separación de poderes públicos, como son las competencias del legislativo, del ejecutivo y de los órganos independientes de supervisión y control, está abocado al fracaso. Lo que ha venido funcionando ha sido resultado de acciones conjuntas de varios poderes y de respeto a los principios constitucionales. Por esta razón se están dando estos escándalos en donde quienes persiguen terminan más corruptos que quienes ellos tratan de perseguir.
BIDAmérica: ¿Existe un déficit en la educación cívica?
Carrillo: Existe una gran cantidad de nuevas asociaciones populares, cívicas, sociales, que están tratando de buscar cómo aterrizar en los escenarios del diseño y del monitoreo de las políticas públicas. En realidad, esto va muy de la mano de las auditorías sociales que han funcionado en algunos países del continente. Demuestran que el monopolio de la política no lo va a tener necesariamente el Estado, independientemente de que se respete el papel de los partidos políticos como canal tradicional para tramitar las necesidades de los ciudadanos.
La labor de la sociedad civil es más de monitoreo, de supervisión y no de involucramiento en la política partidista, no es su lugar el reemplazar a los partidos políticos.
BIDAmérica: ¿Tiene la política que sacudirse la mala fama que acumuló en el pasado?
Carrillo: Gráficamente, hablamos de la necesidad de pasar de la política con pe minúscula, corporativista, caudillista, a una política con pe mayúscula, que tenga en cuenta las necesidades del ciudadano y sea capaz de renunciar a todo lo que han sido estos déficits que se han acumulado en relación con la configuración de la democracia en América Latina.