Se sabe mucho de las remesas del Norte al Sur, pero muy poco sobre las remesas y la migración entre países vecinos en América Latina.
Patricia Weiss Fagen y Micah Bump, dos investigadores del Instituto para el Estudio de Migración Internacional de la Universidad de Georgetown, cuentan la historia de los inmigrantes rurales más pobres que tienden a desplazarse entre países latinoamericanos. Weiss y Bump realizaron un estudio sobre los que no pueden costearse el cruce de múltiples fronteras para llegar a los Estados Unidos, ni siquiera juntando los ahorros de la familia.
Los inmigrantes en este estudio por lo general sólo cruzan una frontera, viajan distancias más cortas que son relativamente más fáciles de costear, generando una “migración circular” o frecuentes viajes de ida y vuelta.
En un nuevo libro que abarca todo el fenómeno global de remesas, Wiess y Bump dedicaron un capítulo completo sobre remesas entre países vecinos. El libro Remesas de inmigrantes: moneda de cambio económico y social se publicará muy pronto en español, pero una versión preliminar en inglés fue publicada recientemente por el BID con el título Beyond Small Change .
Los autores presentan estudios de casos para ilustrar las características comunes entre nicaragüenses enviando remesas desde Costa Rica, haitianos enviando remesas desde República Dominicana y bolivianos enviando dinero a casa desde Argentina. Las poblaciones inmigrantes en estos tres casos vienen de áreas rurales y muy pobres; por lo tanto, son menos educados y tienen menos destrezas que los inmigrantes en Estados Unidos. Además, no están bien integrados económicamente o legalmente en los países anfitriones, y enfrentan amplia discriminación racial y social a niveles mucho peores que en Estados Unidos.
Las economías de los tres países de ingreso medio—Argentina, Costa y República Dominicana—son más frágiles que las de países desarrollados, son propensas a mayores cambios cíclicos y tienen menor diversidad de fuentes de riqueza. Según el estudio, los inmigrantes al final de la escalera económica a nivel nacional en estos países ganan mucho menos en promedio que sus compatriotas en la misma situación en países desarrollados. Aún así, las remesas de los inmigrantes son significativas, en términos de flujo de ingreso absoluto y manutención de sus familias en los países de origen.
Según estadísticas del 2003 del Fondo Multilateral de Inversiones del BID (FOMIN-BID), las remesas interregionales sumaron 1,500 millones de dólares en 2002. Pero como la mayor parte de las remesas interregionales son indocumentadas, la suma omite las transferencias que los mismos inmigrantes llevan y mandan a través de medios informales. Por ejemplo, más del 90 por ciento de inmigrantes haitianos cuentan con amigos para mandar dinero o ellos mismos llevan el dinero y productos a casa, según una encuesta nacional sobre la población haitiana en República Dominicana, llevada a cabo por la Organización Internacional para la Migración y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
En los tres países de ingreso medio, los inmigrantes envían cada mes a casa aproximadamente el 50 por ciento o más de sus ingresos y muy poco les queda para gastar en los países anfitriones. Para varios de los inmigrantes entrevistados en el estudio, “aliviar la pobreza en casa significa vivir en pobreza al otro lado de la frontera”.
No sólo eso. Las remesas interregionales abarcan muchas otras categorías. La mayoría de los mensajeros informales cargan mercancía, abarrotes y hasta personas junto con el dinero a países fronterizos. El estudio señala que la tendencia inmigrante de vivir y trabajar en grupos de la misma región de origen aumenta el apoyo colectivo y facilita las transferencias de remesas informales.
Debido a que los inmigrantes interregionales vienen de áreas rurales, ellos tienen menos confianza y experiencia con las instituciones financieras formales que sus compatriotas del Norte. Pero además muchos nicaragüenses, haitianos y bolivianos no tienen documentos de identidad en ambos sus propios países o países anfitriones. Aún así cuenten con servicios financieros disponibles en áreas rurales, si los inmigrantes no tienen documentación no pueden usarlos.
Los inmigrantes entrevistados expresaron unánimemente su desprecio con sus propios gobiernos y su rechazo a cualquier intervención gubernamental en las transferencias de remesas. Sin embargo, hay un papel importante para los países de origen en ayudar a sus ciudadanos refugiados más allá de las fronteras.
Los gobiernos pueden favorecer la protección de los derechos humanos para los inmigrantes, y los pueden ayudar a obtener los documentos de identidad personal para establecer una identidad formal en países anfitriones. Los gobiernos de estos países receptores, concluyeron Weiss Fagen y Bump, “deben hacer mucho más para proteger a los inmigrantes, cuya labor reconocen es necesaria para sus economías”.