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¿Puede reproducirse el "milagro andaluz"?

Érase una vez una región rica en recursos naturales, con un excepcional patrimonio histórico y cultural, un medio ambiente espléndido, buen clima y una importante red de pueblos. Y sin embargo, los habitantes, en su mayoría campesinos hartos de malpasar la vida, habían emigrado a las grandes ciudades en busca de prosperidad. Alrededor de estos pueblos deteriorados y medio abandonados, los campos eran explotados por remotos latifundistas sin dejar beneficio a las comunidades ni a su gente. Funcionarios capitalinos visitaban ocasionalmente a los lugareños ofreciéndoles propuestas que nadie lograba entender: les ofrecían, por ejemplo, un centro de recreo cuando lo que necesitaban era un centro de salud; o carreteras de tres carriles, cuando ellos no tenían agua en sus casas ni riegos para sus tierras; o autobuses para viajar a la ciudad, cuando lo que ellos realmente querían era quedarse en su pueblo, trabajar la tierra y recuperar a sus hijos y parientes.

Ésta bien podría haber sido la historia de una de tantas regiones rurales en América Latina, pero se trata de la legendaria Andalucía, en el sur de España.

Un buen día, los habitantes de aquella región se reunieron y se pusieron de acuerdo. Formaron Grupos de Acción Local (GAL) y, con la ayuda de técnicos del gobierno, representantes de sindicatos comerciales y de los empresarios, elaboraron un diagnóstico sobre su situación, trazaron líneas directrices para el futuro y redactaron propuestas concretas para el presente. A partir de aquel momento, toda ayuda o propuesta externa tendría que pasar primero por los Grupos de Desarrollo Local. Diez años más tarde, la situación de Andalucía ha mejorado de tal manera que los propios vecinos aseguran: "no hay nadie que reconozca a nuestros pueblos".

José Emilio Guerrero, profesor de la Universidad de Córdoba, España, fue testigo excepcional de este proceso de transformación. Guerrero fue un invitado reciente del INDES (Instituto Interamericano para el Desarrollo Social) del BID, para impartir cursos sobre capacitación rural. Él presta apoyo a la Unidad de Desarrollo Rural del BID en la preparación de un programa de desarrollo rural que incorpora muchos aspectos de la experiencia andaluza. Guerrero habló recientemente con Charo Quesada, reportera de BIDAmérica.

BIDAmérica: ¿Qué pasó en Andalucía?

Guerrero: Yo he tenido la oportunidad de vivir en primera persona la reconstrucción de un mundo agrícola atrasado que sufrió una transformación espectacular gracias a un proceso de modernización que incluía, por encima de todo, la toma de conciencia de los habitantes sobre sus propias necesidades y su destino.

La situación del campo en Andalucía hace 20 años era, en muchos aspectos, peor de la que sufre parte de América Latina. Un 80 por ciento de la población subsistía del campo. Se había dado un proceso histórico de pobreza, de depresión, un alto índice de desempleo y una notable desarticulación social. Era evidente el total divorcio entre las instituciones y las necesidades reales. La única salida era la emigración.

BIDAmérica:¿Cómo y cuándo se inició el cambio? ¿Quién tomó esta iniciativa?

Guerrero: Andalucía, como muchas otras regiones agrarias del mundo, se enfrentaba a cambios vertiginosos en el mercado y era incapaz de afrontar tantas exigencias —de calidad, sanidad, preferencias, etc.— en las condiciones en que se encontraba. El campo estaba en un callejón sin salida, una espiral que no parecía detenerse. El cambio fue una suma de cambios políticos, la entrada de la Unión Europea, un proceso de descentralización, la apuesta por la educación y la salud, pero, sin duda, en sus causas más inmediatas hay que mencionar el Plan de Desarrollo Rural.

El plan que se puso en marcha en Andalucía estaba en la misma línea de la inciativa (de la Europa) comunitaria LEADER I y LEADER II por la que se buscaba un nuevo modelo de mundo rural, lleno de vida, de personas, de oportunidades de ocio y de negocio, generador de empleo, con dimensión humana, participativo. Hacía falta construir un nuevo marco institucional que permitiera llevar a cabo esta revolución de abajo a arriba. En el centro de este marco institucional están los nuevos Grupos de Acción Local, un total de 49, que representan el 88 por ciento del territorio andaluz y aglutinan a 667 municipios. En el inicio, un documento técnico Bases para el desarrollo rural andaluz y un grupo de animación y seguimiento constituido por representantes de los ministerios regionales de Agricultura y Pesca, Economía, Turismo, Trabajo y Medio Ambiente, de los sindicatos mayoritarios y de la Confederación de Empresarios han sido factores claves. Era fundamental que las acciones de todos estos organismos se coordinaran en base a las necesidades y objetivos locales. Había que intensificar el esfuerzo para no derrochar recursos en proyectos sin fundamento o duplicar funciones y gastos.

BIDAmérica: ¿Podría poner un ejemplo que describiera cómo iban a ser las cosas a partir de entonces?

Guerrero: Una comarca deprimida y con muchos problemas necesita coordinar acciones tan diversas como resolver el tema de la modernización agraria y el empleo, atender las necesidades de los pueblos, la educación, la salud, los ancianos, los jóvenes, la oferta de ocio, el medio ambiente, el estado físico de sus calles, plazas y viviendas y la diversificación económica.

BIDAmérica: ¿Y se necesita además contar con mucho dinero?

Guerrero: Es mucho más importante contar con capital social. Los recursos humanos están por delante de la tecnología y de los medios económicos. La construcción de los grupos de acción local y la plasmación de los 8.000 proyectos de aportación pública ha costado unos 200 millones de dólares para el período de 1994–1999. Es una cifra muy baja para una región de 87.548 kilómetros cuadrados y siete millones de habitantes. Y los resultados tampoco se pueden medir sólo en cifras, el aumento del PIB por ejemplo. En Andalucía no hay más que ver cómo están hoy los pueblos de cuidados, atractivos y llenos de vida. Y cómo habla la gente de ellos. Se sienten optimistas, dueños de su destino.

BIDAmérica:¿Cómo se llegó a forjar una alianza de fuerzas tan complejas?

Guerrero: El objetivo era lograr una unidad básica de actuación dentro de los grupos de acción local y del conjunto de actores públicos y privados representativos de la comarca. Crear una entidad capaz de asumir compromisos colectivos, con legitimidad para gestionar dinero público y capacidad técnica para hacerlo, con instrumentos complementarios para garantizar una buena ejecución y un comité de seguimiento. Defender los intereses locales con una sola voz era un tema primordial.

Como era de esperar, tuvimos que enfrentar muchos retos y superar muchas dificultades. Insuficiente cultura de desarrollo rural, acciones estancadas, poca cooperación entre los grupos, dificultades para garantizar el buen uso del dinero público por agentes privados, bajo nivel de compromiso, insuficiente apoyo científico y técnico. Existe un problema importante. Amedida que se alcanza mayor autonomía de los grupos se genera también mayor dependencia de lo público con el riesgo real de burocratización. El optimismo que acompaña al cambio ha hecho que muchas veces se minimizaran las dificultades y esto no siempre es bueno. Pero sabíamos que crear las instituciones para un proceso como éste era al mismo tiempo el paso más esencial y nuestro reto más difícil.

BIDAmérica:¿Qué se ha ido aprendiendo en el proceso?

Guerrero: Mucho. Que el mundo rural puede y deber ser protagonista de su propio desarrollo. Que la identidad de los territorios, "sacar la comarca adelante", se ha revelado como una motivación sin precedentes. Que se pueden tomar decisiones in situ y que, muchas veces, es igual de importante lo pequeño que lo grande. Que los modelos participativos son prácticos y útiles y que el mundo rural es una parte muy importante del conjunto de la sociedad. Estas son algunas de las lecciones.

BIDAmérica: ¿Y qué hay por hacer?

Guerrero: Hemos entrado en el período 2000–2006. Nuestros objetivos van encaminados a acciones tales como consolidar la estructura social y técnica de los grupos, intensificar la formación técnica y científica y mejorar la representatividad. Hay un total compromiso por el desarrollo rural con un buen plan estratégico y una mayor participación de la sociedad civil porque se practica una política de puertas abiertas. Se van a seguir realizando campañas de comunicación y material didáctico para dar a conocer, dentro de la misma región, los objetivos y los logros hasta el momento.

BIDAmérica: Hablemos de la situación de América Latina, especialmente en unas fechas en que, desgraciadamente, el tema rural vuelve a estar de actualidad a causa de la trágica sequía que sufre Centroamérica. ¿Hay regiones del mundo que no tienen remedio, que están condenadas a estar siempre a merced de los elementos?

Guerrero: El mundo rural es estratégico para América Latina. Es preciso que se realicen modificaciones profundas, con nuevas perspectivas a nivel nacional e internacional. Hay yuxtaposición de iniciativas internacionales, han proliferado ONG a veces no justificadas. No se ha tratado el campo en su nivel multidimensional. Se necesita una nueva institucionalidad.

América Latina tiene un recurso humano exquisito, gente bien formada y grandes experiencias. Hace falta un mecanismo detonador. Es necesario descentralizar y ceder soberanía a las entidades locales y crear una trama de acción local, buscar un catalizador que coordine el trabajo de las agencias de gobierno. En general, los ministerios de América Latina necesitan mejorar su deslegitimación, su descapitalización en recursos humanos. En el campo hay crisis de identidad y de futuro.

Las sequías no son sólo climáticas, podrían paliarse administrando los recursos de agua y con acciones profilácticas. Hay que lograr que las comunidades rurales lleguen a tener capacidad de respuesta ante los contratiempos, anticipen las crisis, se preparen para ellas. Ya conocemos todos el dicho: a los pobres se les pegan todas las moscas. No puede seguir siendo así.

BIDAmérica: Usted vino al BID a explicar y debatir el fenómeno andaluz con técnicos y funcionarios latinoamericanos. ¿Tiene la impresión de que es posible exportar el modelo de los GAL a esta región?

Guerrero: La experiencia en el BID ha sido especialmente enriquecedora. Cualquier iniciativa exige un cambio de mentalidad. No es sólo un problema de agricultura o de desarrollo rural. Se trata más bien de un nuevo reparto en la toma de decisiones. La región cuenta además con un organismo como el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) basado en Costa Rica y con oficinas en todos los países de la región, que no existe en otras partes del mundo y que tendría capacidad para animar técnicamente iniciativas de este orden, pero hace falta también un compromiso de los gobiernos y de las instituciones internacionales.

Concretamente le puedo comentar que Argentina y Chile están ejecutando proyectos piloto con Andalucía con excelentes resultados. Estamos intentando crear una red, RURALE, para el auspicio rural y el intercambio de experiencias entre América Latina y España.

Organismos multilaterales de financiamiento como el BID junto a organizaciones de cooperación técnica deben ensayar también itinerarios diferentes que hagan salir a la región del impasse actual. Hay territorios vacíos y otros superpoblados. Demasiada pobreza. América Latina puede poner en marcha una acción así. El tema rural es tan importante que no habría ningún político o dirigente que no quisiera liderarlo.

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