El valle del Bajo Lempa, una fértil llanura sobre la costa del Pacífico de El Salvador, tiene su buena cuota de vicisitudes.
La zona no sólo es propensa a las inundaciones como las catastróficas crecidas causadas por el huracán Mitch en 1998. También está expuesta a marejadas, aluviones y terremotos. La población del Bajo Lempa ha aumentado a más de 35.000 personas desde que terminó la guerra civil hace una década. Cada vez que el río Lempa se sale de cauce, los habitantes del valle corren riesgo de perder sus cosechas, sus pertenencias y sus vidas.
Otra complicación: muchos de sus habitantes son veteranos que pelearon en bandos opuestos durante el conflicto armado salvadoreño. En una orilla hay comunidades fundadas por ex soldados del ejército. En la otra, ex guerrilleros y “retornados” del exilio. Con los años, las diferencias se fueron acentuando a medida que los grupos se iban dividiendo y seguían distintas estrategias de desarrollo, algunas en busca de la autosuficiencia y otras orientadas hacia el mercado.
En esa aparente Babel aluvional el BID está llevando adelante un innovador programa de reducción de riesgo y desarrollo sostenible basado en una intensa participación comunitaria. Uno de los aspectos clave del programa es su enfoque local de la gestión de riesgo, es decir que las propias comunidades deben ser las protagonistas de esos esfuerzos. Sin embargo, para tener éxito, esta estrategia depende tanto de la colaboración entre las diversas organizaciones que representan a las comunidades del Bajo Lempa y la coordinación con los gobiernos locales y organismos del gobierno central.
Con una donación de US$100.000 del Fondo para el Fortalecimiento de Capacidades de Instituciones Locales en América Central (CABILICA), un fondo creado en 1999 por el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID), el BID financió una serie de cursos de capacitación y asistencia técnica para permitir que representantes de las organizaciones comunitarias, grupos de productores y municipalidades del Bajo Lempa pudieran perfeccionar sus destrezas en gestión de riesgo con visión de largo plazo. Una parte de los recursos se usó para fortalecer las redes comunitarias de respuesta a emergencias, así como para mejorar los sistemas de alerta temprana del valle. Otra parte se usó para apuntalar un comité local formado por delegados de los diversos grupos para que pudiese actuar en representación de todos. Incluso quedaron algunos recursos para celebrar una ronda de reuniones públicas donde se invitó a los vecinos a discutir diversas medidas de gestión de riesgo.
“Uno de los mayores logros del proyecto fue que conseguimos que todos se sentaran a la misma mesa”, comentó Hernán Romero, especialista en recursos naturales de la Representación del BID en San Salvador. “El comité local de desarrollo tuvo éxito en atraer la participación del Ministerio de Medio Ambiente, cuatro municipalidades y el gobierno departamental, lo cual hizo que el grupo fuese aún más representativo”.
El proyecto también ayudó a las comunidades del Bajo Lempa a preparar planes de emergencia conjuntos, aportándoles equipos para modernizar sus sistemas de alerta contra inundaciones. Los antiguos enemigos lograron acordar un plan de desarrollo estratégico para el valle que les ha permitido cabildear a otros donantes para financiar proyectos de agricultura y vivienda. “Con pocos recursos del CABILICA alcanzamos a hacer mucho”, observó Romero.
Palanca. El propósito del fondo CABILICA es ayudar a gobiernos municipales, organizaciones de la sociedad civil y grupos comunitarios en zonas pobres o marginales de América Central y la República Dominicana a desempeñar un papel más relevante y efectivo en programas de desarrollo financiados por instituciones multilaterales.
El gobierno británico creó el fondo en una época en que los países centroamericanos estaban acelerando la descentralización de servicios públicos como la educación primaria y la salud básica. Si bien esta reforma era una consecuencia deseable del proceso de democratización que vivía la región, para las agencias de cooperación externa también era un motivo de preocupación dada la debilidad de los gobiernos subnacionales y municipales para hacerse cargo de esas nuevas responsabilidades.
DFID, al mismo tiempo, buscaba apalancar sus recursos participando en operaciones con instituciones con grandes carteras de proyectos en América Central, como el BID, la principal fuente de financiamiento multilateral para la región. Al fortalecer a los gobiernos locales y a las organizaciones no gubernamentales en comunidades marginales, la agencia británica ayudaría a aumentar el impacto de desarrollo de los programas de inversión social dirigidos a reducir la pobreza.
Por su parte, el BID estaba comenzando a incursionar en nuevos campos para la institución. Un ejemplo son las auditorías sociales, en las cuales los propios beneficiarios evalúan los resultados de los programas de desarrollo. Estas experiencias estaban poniendo al Banco en contacto con una nueva gama de actores y organizaciones locales, señaló Peter Sollis, especialista senior en desarrollo social del BID que ha trabajado con CABILICA desde su creación.
La colaboración entre el BID y DFID ha dado frutos en los últimos cuatro años. CABILICA ha aprobado 24 cooperaciones técnicas, cada una de ellas por menos de 150.000 dólares, para ayudar a personas en comunidades pobres de América Central y la República Dominicana a superar las debilidades de sus instituciones locales y su limitada destreza de administración. Muchas de las donaciones se utilizaron en conexión con grandes programas sociales financiados por el BID, tales como un programa de salud de 50 millones de dólares en Panamá o un programa de educación de 58 millones de dólares en la República Dominicana. Otras donaciones se destinaron a proyectos piloto que sentaron las bases para campañas más amplias, como en el caso de los esfuerzos por combatir el SIDA entre los garífunas en Honduras. En otros casos los recursos del CABILICA financiaron la diseminación de información crítica como las experiencias de municipios centroamericanos que han tomado medidas exitosas para aumentar sus probabilidades de sobrevivir a desastres naturales.
“El fondo CABILICA ha sido una parte importante de nuestro trabajo en América Central”, comentó Stephen Kidd, del Departamento para América Latina de la agencia británica. “Ha servido para darle más voz a los pobres y a las organizaciones locales”.
Desde el punto de vista del BID, los recursos británicos han tenido un claro efecto multiplicador. Las donaciones del CABILICA fueron un factor catalítico en el desarrollo de procesos críticos para los programas de descentralización, apuntó Sollis. Las lecciones aprendidas de sus proyectos piloto están siendo incorporadas a otros programas en América Central.
“Los recursos del CABILICA nos permitieron tomar algunos riesgos que de otro modo tal vez no hubiésemos tomado”, dijo Sollis. “Y hemos visto avances claros y verificables en la manera en que el BID se relaciona con los actores locales”.