La gente con mayores ingresos tiende a estar más satisfecha con su situación que la gente con menores ingresos, según varios estudios sobre el tema. Pero, ¿acaso significa que la felicidad es proporcional a la cantidad de dinero? Definitivamente, no. Según nueva evidencia presentada en el BID, lo que importa no es cuánto gana uno mismo sino cuánto dinero tienen los demás. La riqueza relativa pesa más en términos de felicidad.
El estatus económico importa mucho, explicó en la sede del BID la economista Carol Graham del Instituto Brooking. Según su estudio económico sobre desigualdad y felicidad, la percepción que uno tiene de su estatus es más importante que el ingreso promedio o riqueza sobre la felicidad.
Durante un reciente seminario sobre infraestructura, hablando de desigualdad y políticas públicas, Graham quiso responder a la siguiente pregunta: ¿Qué tanto importa la desigualdad?
Graham subrayó que “la desigualdad realmente importa sobre la felicidad de la gente en la región, haciendo que el rico se sienta mejor y el pobre, peor”.
No queda claro que más cantidad de dinero haga a la gente más feliz, pero ciertamente el tener suficiente ingreso hace que la gente sea más feliz y el pobre menos afortunado. Pero una vez que el dinero cubre las necesidades básicas de la vida, Graham explicó, la felicidad es relativa a otros factores tales como la presión social, competencia económica, niveles profesionales, aspiraciones personales y hasta el hecho de escoger a la pareja correcta de toda una vida.
Los jóvenes, por ejemplo, realmente no son los más felices. Existe una curva en forma de "U" entre la edad y la felicidad, teniendo como punto más bajo la edad de 40 años para Europa y Estados Unidos y 51 años para América Latina y el Caribe. Después de esa edad, la gente es más feliz siempre y cuando estén sanos y casados, así que la felicidad puede ser quimera de un encuentro afortunado.
Graham encontró algunos efectos que afectan la felicidad de la gente en áreas urbanas y regionales. El estudio señala que la gente que vive en ciudades grandes tiene mayores ingresos, pero las diferencias relativas les afectan más sobre su felicidad.
El estudio en los países de América Latina y el Caribe indica que en la medida que los países se vuelvan más ricos a lo largo del tiempo, la felicidad no necesariamente aumenta. Los datos sobre los niveles de felicidad de los países no muestran una evidente relación entre el ingreso y la felicidad.
En la región, inclusive algunos de los países más pobres lograron altos niveles de felicidad. Muchos de ellos son países bastante pobres y desiguales, pero aún así muy felices, según estadísticas de Latinobarometro, una organización de encuestas para países latinoamericanos.
Existen otros factores a nivel de país que a la gente le importa. A pesar de que la riqueza promedio no importa, sí importa la riqueza de cada individuo y qué tan distinguido uno se identifica del ingreso promedio. Por ejemplo, si uno vive en una ciudad con gente más rica en promedio, uno se siente menos afortunado.
Los casos de Honduras y Chile explican este efecto relativo sobre la felicidad. Según el estudio, en Honduras los pobres son 0.5 por ciento más felices que los pobres en Chile porque la brecha entre un pobre hondureño—el cual gana la mitad de lo que gana un pobre chileno—y el ingreso promedio hondureño es mucho más pequeña que la brecha de un pobre chileno y el ingreso promedio chileno.
Graham realizó el mismo análisis entre los ricos de estos dos países y encontró que la relación es aún más estrecha, ya que existen más variantes en el vértice de la escala de ingresos. Por lo tanto, un hondureño rico es 1 por ciento más feliz en promedio que un chileno rico debido a este efecto relativo.
Con algunos resultados heterogéneos, Graham indicó hallar una correlación entre la felicidad y la desigualdad. En promedio, los países con un grado de desigualdad medio son más felices mientras los muy desiguales son menos afortunados.
¿Importa la desigualdad sobre bienestar individual en la región?
Sí. La desigualdad es vista como ventajas persistentes para los ricos y desventajas para los pobres en América Latina y el Caribe. La desigualdad hace más felices a los ricos y más desafortunados a los pobres.
Graham sostuvo su hipótesis de que la desigualdad tiene mayores impactos en países latinoamericanos que en el resto del mundo.
La desigualdad puede ser una señal de movilidad y oportunidad o injusticia. Pero teniendo el nivel más alto de desigualdad en el mundo, la desigualdad de América Latina es percibida como injusticia.
La desigualdad de género, por ejemplo, explica por qué los hombres son más felices que las mujeres en América Latina. Todo lo contrario de lo que se ve en Europa y Estados Unidos, en donde las mujeres son más felices que los hombres debido al grado de movilidad hacia arriba que las personas tienen en su estatus social. Graham también encontró que los países con niveles superiores de educación son más felices.
A nivel regional, concluyó Graham, los pobres son un 3 por ciento menos afortunados y los ricos son un 5 por ciento más felices.