Pasar al contenido principal

La elusiva productividad

A principios de los años noventa, América Latina parecía preparada para lograr un fuerte repunte económico tras la llamada “década perdida” de los años ochenta. Diversas circunstancias jugaban a su favor: muchos países de la región iniciaron grandes reformas estructurales, florecieron nuevas tecnologías, cayeron las tasas de interés internacionales y los capitales privados comenzaron a peregrinar hacia las economías emergentes.

Sin embargo, durante el último decenio el desempeño de la región en materia de crecimiento económico resultó deslucido. En la primera oración de su nuevo Informe de Progreso Económico y Social en América Latina, Competitividad: El motor del crecimiento, el Departamento de Investigación del BID lo califica como “decepcionante”. La tasa de crecimiento económico regional promedió sólo 3,3 por ciento al año, un magro rendimiento que no alcanzó a colmar las expectativas. El crecimiento promedio de ingreso de los latinoamericanos fue aún más anémico: 1,5 por ciento al año, debajo de las tasas logradas por los países industrializados y algunas naciones del sudeste asiático. Como señala el IPES 2001, el ritmo de crecimiento de los ingresos latinoamericanos es tan lento que le tomaría a la región un siglo llegar a los niveles actuales de los países desarrollados.

El reciente informe del Departamento de Investigación del BID analiza las probables causas de este lamentable desenlace. En sus ediciones anteriores, el IPES trató otros problemas que afectan el desarrollo en América Latina: la influencia poco reconocida de factores geográficos y demográficos, la debilidad de las instituciones públicas, la persistencia de la desigualdad económica y el enorme costo de la volatilidad financiera en los ciclos de auge y crisis de la región.

Competitividad: El motor del crecimiento investiga cómo utilizan los países latinoamericanos y caribeños los principales factores de la producción (el capital, el trabajo, la infraestructura y las nuevas tecnologías). En sus conclusiones halla serias deficiencias y paradojas. Por ejemplo, el informe apunta que, como consecuencia de la escasez de crédito y los déficit de infraestructura en sectores clave como el transporte, la energía y las telecomunicaciones, las grandes firmas latinoamericanas son mucho más pequeñas que sus competidoras en países industrializados o en el sudeste asiático. Esa atrofia limita sus posibilidades de generar más empleo, un efecto que se amplifica entre las pequeñas y medianas empresas de la región, que tienen menos acceso al crédito y enfrentan mayores dificultades para lidiar con puertos ineficientes, redes eléctricas poco confiables y sistemas de telecomunicaciones inconstantes.

Como en otras entregas del IPES, este informe recurre a índices y encuestas de opinión internacionales para ilustrar algunas de sus conclusiones. Del Global Competitiveness Report publicado por el World Economic Forum, que este año incluyó a 20 países latinoamericanos, extrae el dato de que la mayoría de las economías de la región figuran en posiciones muy bajas en términos de su capacidad tecnológica y la calidad de su ambiente macroeconómico y sus instituciones públicas. La mitad de los países latinoamericanos muestran indicadores de competitividad muy inferiores a lo que se esperaría tomando en cuenta sus niveles de ingresos. Tal resultado implica que su potencial de crecimiento futuro está comprometido.

Otro dato perturbador proviene del World Business Environment Survey compilado por el Banco Mundial y el BID. En ese sondeo, los empresarios latinoamericanos se quejan más frecuentemente que sus colegas en otras regiones de los problemas que enfrentan para desenvolverse con la falta de crédito, sistemas regulatorios e impositivos complejos, políticas económicas inestables, la incertidumbre generada por la inflación y las fluctuaciones en los tipos de cambio, el delito y la corrupción. Si bien estas opiniones son subjetivas, los resultados de la encuesta revelan una profunda insatisfacción con el clima de negocios entre agentes económicos fundamentales para la región.

En varios de sus capítulos Competitividad: El motor del crecimiento discute una gama de opciones de políticas económicas que podrían seguir los países latinoamericanos para corregir muchas de las deficiencias en los mercados de los distintos factores de producción. Sin embargo, el informe advierte que no hay una receta única para que cada uno de estos mercados funcione adecuadamente. La falta de capital o de ingenio tecnológico no son los principales obstáculos, señala, sino las leyes y regulaciones que constituyen los marcos institucionales de cada país. Por ejemplo, la oferta de crédito en América Latina (que como porción de su producto bruto es un tercio de la disponible en países industrializados) se ve constreñida no sólo por la relativamente mayor inestabilidad macroeconómica de la región sino por defectos institucionales tales como la ausencia de protección efectiva del derechos de los acreedores, tasas de interés reguladas, créditos dirigidos a sectores o industrias favorecidas por gobiernos y la poca previsibilidad de los sistemas judiciales. El informe destaca el desarrollo de otras instituciones alternativas como las microfinancieras, que han podido ampliar el acceso al crédito para las empresas más pequeñas. Para consolidar esos logros deberá mejorarse la regulación y la supervisión de los sistemas financieros de la región, así como las leyes que los gobiernan.

Jump back to top