La educación es una de las principales claves para fortalecer los débiles mercados laborales de América Latina que durante más de una década se han caracterizado por un alto desempleo y bajos salarios, según recoge un nuevo informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado Se buscan buenos empleos: los mercados laborales de América Latina.
La educación que se necesita para permanecer competitivo en el mercado laboral va más allá de la enseñanza formal que se recibe antes de incorporarse a la vida laboral. “Es difícil creer que el modelo de que la gente estudia y luego trabaja sin volver a recibir ninguna formación es sostenible en una sociedad sometida a un ritmo muy intenso de cambio tecnológico”, afirma Juan Carlos Navarro, jefe de la unidad de educación del BID.
En Europa, por ejemplo, se calcula que en 10 años el 90 por ciento de los trabajadores actuales seguirán en el mercado laboral, pero el 80 por ciento de la tecnología que usaran será nueva. “Una de las mejores defensas, para evitar el miedo al cambio económico y tecnológico que preocupa a muchos de los trabajadores, es la educación continua”, reflexiona Navarro.
Nuevo modelo conceptual
Tradicionalmente se ha pensado en la niñez y en la juventud como un tiempo consagrado al aprendizaje, mientras que los años de la vida adulta se dedican a trabajar, y en la vejez el ocio se convierte en la actividad primaria. Cambios demográficos –una población que vive hasta edades avanzadas – y tecnológicos sugieren que este modelo podría ser desplazado por uno que integre educación, trabajo y ocio en todas las fases de la vida.
En este modelo la educación permanente se convertiría en un componente necesario. No obstante, todavía quedan muchas preguntas sin contestar para hacer de la educación continua una realidad. Una de ellas es la financiación. ¿Quién debe pagar por esta educación? ¿El Estado, las empresas o los trabajadores? La respuesta no es sencilla. “Las personas que buscan más educación son las que ya están bien educadas. Mientras que los trabajadores menos cualificados tienen menos oportunidades, menos recursos para invertir y, también, menos incentivos”, explica Navarro.
La explicación a esta aparente paradoja es sencilla. Para un trabajador que no haya concluido la educación primaria terminar esta formación no le va a reportar grandes beneficios, ya que luego tendrá que competir con muchos otros trabajadores que ya tienen esos estudios. Mientras que para un profesional universitario que hace un curso de especialización la inversión en tiempo y dinero sí le será lucrativa.
Algunas de las sugerencias para afrontar el reto de la educación permanente incluyen: la creación de centros de apoyo para jóvenes de más de 17 años que no terminaron la escolarización; una posible transferencia de recursos del Estado a las empresas para que hagan cursos de capacitación; introducir certificación de competencias en algunos sectores; hacer las instituciones formales más flexibles para que más alumnos de antecedentes educativos y sociales diversos se puedan beneficiar.
El BID está actualmente debatiendo cuál es la mejor opción para introducir el tema de aprendizaje continuado en su estrategia educacional. El Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), un fondo independiente administrado por el BID, que promueve el desarrollo del sector privado en América Latina y el Caribe cuenta con varios proyectos sobre certificación de competencias laborales.
El informe Se buscan buenos empleos: los mercados laborales de América Latina, el último de la serie anual Informe de Progreso Económico y Social, fue escrito y producido por un equipo de 55 economistas, investigadores, académicos y otros expertos, bajo la dirección general de Guillermo Calvo, economista principal del BID y jefe del departamento de investigación.