I Parte de la serie “El camino al financiamiento de los ODS”
Matias Bendersky, Jefe, División de Movilización de Recursos
En las discusiones sobre el financiamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), existe consenso en al menos un punto: las fuentes tradicionales de financiamiento público simplemente no son suficientes. Afortunadamente, en el sector privado, vemos un cambio de la inversión tradicional hacia modelos que no solo generan retornos, sino que su vez buscan tener un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente.
Dicho cambio es evidente y cada vez hay más estudios que lo comprueban. Una investigación realizada por Fitch Ratings informa que los fondos de inversión con criterios Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG) crecieron un 15% en la primera mitad de 2019, revelando que los grandes administradores de activos están ofreciendo, con mayor frecuencia, opciones que son socialmente más responsables para satisfacer la demanda de los inversores. Además, dos estudios de Morgan Stanley, a través de su Instituto para la Inversión Sostenible, respaldan esta afirmación. Una encuesta de 2018 de inversores institucionales, por ejemplo, revela que las inversiones sostenibles representan más de $27 billoneso que $1 de cada $4 bajo administración se invierte teniendo en cuenta factores de ASG, mientras que otro estudio confirmó que invertir de manera sostenible genera igual o mejores retornos y que los fondos sostenibles pueden ofrecer un menor riesgo de mercado.
Sin embargo, la realidad es que el capital privado hacia inversiones sostenibles sigue siendo limitado en donde más se necesita: las economías en desarrollo. Para saber el porqué, reflexionamos sobre este tema con socios de nuestra red de financiamiento para el desarrollo e identificamos tendencias, desafíos y soluciones clave relacionadas al impulso del financiamiento privado para los ODS en el mundo en desarrollo. En esta serie, "El camino hacia el financiamiento de los ODS", analizaremos estos temas, con un enfoque específico en América Latina y el Caribe (ALC).
En esta primera parte, analizamos la evolución de la inversión privada. Del mismo modo que hemos visto una transformación en la forma en que las marcas de consumo cada vez más conscientes interactúan con la sociedad, el papel de los inversionistas privados también ha evolucionado. Originalmente, las empresas e inversores consideraban que su mandato solo se centraba en las ganancias; su único objetivo era alcanzar resultados financieros y generar ganancias para los accionistas, con poca consideración por su impacto en la sociedad. Aunque si bien por muchos años ha existido evidencia sobre la inversión basada sobre valores sociales, durante generaciones esta fue la excepción y no la regla.
Un punto de inflexión clave en esta evolución fue el uso generalizado de evaluaciones negativas o criterios de exclusión destinados a evitar que las compañías financieras se involucren en actividades perjudiciales. Según el Glosario de Inversión Sostenible de Robeco, las evaluaciones negativas "pueden ser un primer paso para que los inversores inviertan de manera sostenible ... la desventaja es que no tiene un impacto neto", esto se debe en parte a que su naturaleza es preventiva en lugar de proactiva.
Quizás fue este impacto limitado el que dio paso al uso de evaluaciones positivas o criterios inclusivos que buscan priorizar las inversiones que generan retornos sociales positivos. Si bien estas evaluaciones requieren un análisis más detallado de las prácticas y el desempeño de la compañía, también permiten una mayor diversificación y tienen un mayor potencial para incentivar un comportamiento corporativo positivo.
Del mismo modo, la integración de criterios ASG en las decisiones de inversión, ha cobrado impulso en los últimos años y se ha convertido en el nuevo paradigma para la inversión responsable. En un nivel básico, la inversión ASG ha proporcionado a los inversores una serie de criterios iniciales ampliamente aceptados para una inversión responsable, incorporando así factores no financieros a las decisiones de inversión en la que se busca alcanzar más que los retornos financieros. La inversión ASG ha sido facilitada por el aumento en el reporte de las empresas de sus desempeños de ASG y la creciente evidencia de que estos factores no financieros no afectan los retornos, y más bien, tiene el potencial de mejorarlos a través de filtros de mitigación de riesgos. El Journal of Sustainable Finance & Investment, reunió más de 2,000 estudios individuales y confirmó que en la mayoría de resultados existe una relación positiva entre la inversión de ASG y el desempeño financiero corporativo.
Como institución comprometida con la expansión de la inversión privada sostenible, sería natural que el Banco Interamericano de Desarrollo (Grupo BID) aplaudiera el aumento y consolidación de la inversión ASG. Pero como ha señalado el Boston Consulting Group y otros, los criterios ASG generalmente se centran en cómo operan las empresas, y no en cómo su negocio principal genera valor para la sociedad. Esto significa que la inversión ASG proporciona solo una visión limitada de cómo las inversiones contribuyen al bienestar social, dejando un vacío que se debe llenar entre la inversión responsable y las prácticas de inversión verdaderamente sostenibles.
A la luz de estas deficiencias, nosotros en el Grupo BID estamos alentando el comienzo de una nueva era: la era de la inversión sostenible, o lo que nos gusta llamar "financiamiento de los ODS" el cual definimos como decisiones de inversión destinadas a generar medidas de impacto medibles en línea con los ODS. La palabra medible aquí es clave, ya que las inversiones deben estar vinculadas directamente con los objetivos e indicadores de los 17 ODS.
Como todos los marcos de desarrollo, los ODS no son perfectos. Sin embargo, dada la alineación sin precedentes que han inspirado entre los sectores público y privado, vemos un gran potencial en el financiamiento de los ODS como una nueva ola de inversiones verdaderamente sostenibles. Sin embargo, sigue siendo una estrategia de inversión relativamente nueva. Según las cifras del mercado, las estrategias orientadas al impacto representan solo US$200 mil millones y con mayor frecuencia se realizan de manera oportunista y en un menor número de clases de activos. En comparación con las estrategias más establecidas, como la integración de factores ASG, las inversiones en ODS generalmente se alinean mejor con la naturaleza de las operaciones e intervenciones de bancos multilaterales de desarrollo como el Grupo BID, que tienen la capacidad y el mandato de abordar estos objetivos como parte de su actividad principal.
En esta relación, el inversor puede contribuir su capital y beneficiarse de la calificación crediticia del Grupo BID, el extenso conocimiento y la presencia en ALC, las transacciones que generan tanto el impacto de los ODS como los rendimientos financieros y la capacidad de medir los resultados. A cambio, el Grupo BID puede desbloquear capital privado que complementa sus propios recursos financieros, enriqueciendo así sus operaciones y facilitando la entrada de diversas inversiones privadas en la región de ALC.
El Grupo del BID ya está llevando a cabo actividades que fomentan el aumento del financiamiento de los ODS como una nueva practica para inversionistas. Una de esas iniciativas es IndexAmericas, un índice de sostenibilidad corporativa que evalúa a las empresas según criterios ASG, pero con un giro: un cuarto componente centrado en el impacto de las empresas que operan en la región de ALC.
Sin embargo, debemos hacer más para garantizar que el financiamiento privado de los ODS se convierta en una estrategia de inversión convencional, y gran parte de esto se reduce en “decir y hacer” con relación a los ODS. En nuestra próxima entrega, discutimos cómo está trabajando el Grupo BID para hacer ambas cosas, mientras alentamos a otros a hacer lo mismo.
Matias Bendersky
Matias Bendersky es Jefe de la División de Movilización de Recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde es responsable de identificar, desarrollar y ampliar la movilización de recursos y alianzas estratégicas entre el Grupo BID y socios del sector público y privado. Supervisa el trabajo de un equipo de profesionales que se ocupan de identificar oportunidades de cofinanciamiento y de movilizar recursos financieros y conocimiento de socios. Su equipo también está encargado de explorar instrumentos de financiamiento innovadores y mixtos que sirvan para apoyar la agenda de desarrollo sostenible en la región. Antes de unirse al BID en 2007, el Sr. Bendersky trabajó para el Banco Mundial en varias operaciones con garantía soberana. Anteriormente, el Sr. Bendersky trabajó durante 6 años como abogado corporativo y transaccional tanto en Argentina como en Estados Unidos. El Sr. Bendersky es egresado de la Universidad de Buenos Aires y tiene una maestría conjunta en la Escuela de Negocios y Leyes de la Universidad Northwestern de Chicago.