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Agua a bajo costo

GOMIER, Haití – Danette François solía caminar media hora para buscar agua en un pozo en esta aldea costera. El agua era gratis pero salobre, y no estaba tratada. Sus hijos se enfermaban a menudo. Ahora le toma sólo unos minutos por día llenar un cubo de 20 litros con agua purificada con cloro, a una tarifa de un gourde (unos 2 centavos de dólar) fijada por su propia comunidad.

“¿El precio? Es realmente barato, como un regalo”, comenta François, cuyos hijos tienen entre 10 y 4 años de edad. “Estoy contenta. Mis hijos ya no se están enfermando”.

Gomier es una de las 15 aldeas y pueblos rurales de Grand’ Anse, el departamento en el extremo sudoccidental de Haití, donde la Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento de Haití (DINEPA, por su sigla francesa), está creando sistemas de distribución de agua gestionados por las propias comunidades.

DINEPA cuenta con US$ 25 millones en donaciones del Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Español de Cooperación para Agua y Saneamiento en América Latina y el Caribe para llevar adelante estas inversiones en comunidades rurales de Grand’ Anse y en otros tres departamentos, Nippes en el suroeste, Artibonite en el centro y Ouest en el oeste, particularmente en la isla de La Gonave.

Si bien la gestión local es un aspecto fundamental de este programa, la clave es lograr su sostenibilidad en el tiempo para que los sistemas comunitarios puedan seguir operando y ampliándose luego del impulso inicial. Muchos proyectos lanzados con las mejores intenciones han zozobrado porque sus promotores prestaron poca atención a los costos de mantención y el desgaste de los equipos.

Gomier, por ejemplo, tenía cuatro pozos de agua perforados con una donación de una ONG en el 2005, pero como el agua era salobre, las personas que podían cubrir el mayor gasto compraban agua dulce traída de otros pueblos en camiones.

La aldea, con unos 2.000 pobladores, ahora tiene cuatro kioskos que proveen agua tratada con cloro varias horas al día, típicamente temprano por la mañana y a últimas horas de la tarde, cuando los niños no están en la escuela y tradicionalmente cumplen con la labor de acarrear agua a sus casas.

Desde que el nuevo sistema de agua de Gomier comenzó a funcionar en diciembre de 2010, se han hecho más de 14 conexiones domiciliarias con contadores de consumo. Aunque estos aparatos cuestan 2.000 gourdes (unos 50 dólares, pagados en cuotas mensuales), hay una creciente demanda de este tipo de servicio, observa Taylor Exantus, un funcionario de DINEPA que supervisa proyectos en Grand’ Anse.

Cherie Serrete optó por una conexión domiciliaria. Como no tiene hijos de edad escolar, antes le pagaba a algún vecino por acarrear agua. Ahora paga una tarifa fija de 50 gourdes por 1.000 litros, un poco más que la cobrada por agua comprada por cubo.

Parte de la tarifa, fijada por la comisión de agua de Gomier, se deposita en una cuenta de ahorro para financiar futuras inversiones en el sistema comunitario. Una porción más pequeña va para DINEPA, que supervisa los sistemas de agua descentralizados. El resto de los ingresos se utilizan para pagar a las personas encargadas de los kioskos, cubrir los gastos de la comisión local y para compensar a una figura clave: el operador del sistema.

En Gomier, ese papel lo desempeña François Charles Fils. Todos los días, este fornido joven monta su motocicleta hasta el tanque comunitario de 25 metros cúbicos para llenarlo con agua proveniente de una vertiente en las montañas. Cuando el tanque se llena, mezcla cloro en polvo en un cubo para tratar el agua recolectada.

Operar un sistema de agua no es tarea fácil, asegura Charles. Demanda liderazgo, dinamismo y no poca capacidad pulmonar, dado que la trepada hasta la fuente de agua puede demorar más de una hora, generalmente bajo un sol abrasador. “Y hay que proveer agua de buena calidad”, agrega.

Para este operador, Gomier representa un modelo para otras comunidades rurales haitianas. No se trata de una mera expresión de orgullo local. Un pueblo contiguo, Roseaux, inicialmente se abstuvo de participar en el proyecto porque sus autoridades tenían dudas acerca de cobrar por el servicio. Según Exantus, ahora hay gente de Roseaux que viene hasta Gomier para comprar agua en los kioskos. Y el alcalde de Roseaux está reconsiderando la decisión de no participar.

En conjunción con una intensa campaña para alertar sobre la amenaza del cólera llevada adelante por el Ministerio de Salud Pública y DINEPA, el agua distribuida mediante el nuevo sistema de Gomier ayudó a contener el contagio en la aldea, donde sólo se registraron dos casos entre noviembre de 2010 y abril del 2011.

Mirando al futuro, Charles espera que el sistema de agua crezca en Gomier. Eventualmente necesitarán otro tanque, calcula, porque los hogares con conexiones domiciliarias tienden a consumir más agua. Exantus apunta que la ruta que cruza la aldea, que solía ser una huella llena de baches, está siendo nivelada y pavimentada.

“Esto atraerá a más personas porque la gente aquí está menos apiñada y porque el agua es buena”, argumenta.

Una urbanización acelerada pondrá de relieve un problema pendiente: el saneamiento. En la actualidad, la mayoría de los pobladores de Gomier sigue haciendo lo que siempre ha hecho: usan su espectacular playa como un baño a cielo abierto. Bajo el programa de DINEPA, se están construyendo letrinas en la escuela pública de la aldea, un primer paso en el proceso gradual de cambiar hábitos tradicionales.

“La experiencia que ha logrado DINEPA en los últimos años en Grand’ Anse con este nuevo enfoque—cobro por servicio, empoderamiento de comisiones locales, delegación de operación y mantenimiento, y fortalecimiento de la supervisión—servirá como referencia para desarrollar servicios sostenibles en otras zonas rurales de Haití”, observa Sarah Matthieussent Romain, especialista senior en agua y saneamiento del BID.

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