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Mujeres a toda máquina

Enero 11, 2019


“Los primeros días los compañeros se asustaban, me veían trabajando en la máquina y paraban sus actividades y miraban. ¿Una mujer en la retroexcavadora, qué va a hacer?, decían”. La experiencia de Liza Chavez en Paraguay no es sólo común, sino hasta entendible: las mujeres representan aproximadamente el 2% en el sector de la construcción en Latinoamérica y el Caribe, donde normalmente realizan trabajos no cualificados.

Cuando pensamos en desigualdad de género en el trabajo, las cifras que vienen a la cabeza son de participación laboral (51,5% de las mujeres frente al 71,7% de los hombres), tasa de desempleo (9,5% la femenina, 6,8% la masculina) o brecha salarial (las mujeres cobran un 15% menos), según datos de la Organización Internacional del Trabajo. Pero la segregación por sexo en sectores y ocupaciones juega también un rol muy importante, ya que los trabajos tradicionalmente considerados como “femeninos” son los peor pagados.

 

Construcción y genero


El sector de la construcción es un claro exponente. Por ello, desde el BID, hemos empezado a incluir la incorporación de trabajadoras como uno de los componentes para proyectos de infraestructura del transporte. Por ejemplo, en el manejo de maquinaria pesada —donde hay una alta demanda de trabajadores cualificados y mayores ingresos— es importante que los roles de género puedan ser diversificados, y así integrar a las mujeres en este tipo de trabajos.

“Podría ganar quizá el doble de lo que podía ganar antes”, afirma Keren Cano desde Nicaragua, desde el simulador en el que completa su capacitación. “Los trabajos para mujeres en las obras no son muchos: banderilleras o servir comida, esto es nuevo”.

Los programas, en muchos casos pilotos aún, son numerosos. En Honduras, las mujeres reciben capacitación entre tres y cinco meses sobre mantenimiento preventivo y manejo de maquinaria pesada. Una vez concluyen estos cursos, ya pueden ser contratadas por el Instituto de Formación Profesional (INFOP) y por una empresa especializada, pasando a formar parte del personal que trabaja en las vías que se están mejorando gracias a préstamos del BID en el país, como la carretera CA-5 Norte.

Joselin Alcerro, Karen Rodríguez, Jamileth Alguirrez y Marilian Ramírez son las primeras hondureñas ya cualificadas para conducir una retroexcavadora, un paso importante en la vida de cada una de ellas, más aún cuando ninguna de ellas sabía conducir un automóvil antes de comenzar la capacitación.  “El primer día las piernas me temblaban, pero todo fue una cuestión de aprendizaje y mucho entrenamiento. Ahora ya lo hago todo sin miedo”, explica Karen Rodríguez.

Galería de fotos: Haití, Paraguay, Honduras y Nicaragua


En Paraguay, el 42% de las mujeres en áreas rurales carece de ingresos propios y, cuando lo tienen, ganan apenas el 62% en comparación a los hombres. Su presencia en oficios dominados por los hombres como la construcción y mantenimiento vial, a pesar del déficit de mano de obra que existe, es prácticamente nula. 

Pero Nilda Benítez, residente del departamento de Caaguazú al este de Asunción, vio en esto una oportunidad. “Escuché que existían puestos vacantes y fui para inscribir a mi hermano. La señora que estaba ahí me comentó que también había para mujeres y sin dudar me inscribí. Empecé a trabajar con la excavadora y ahora soy la encargada en el departamento de depósito”, dice.

El proyecto de recuperación de caminos en el que participa no sólo incluyó capacitación y pasantías remuneradas, sino también otros elementos que hicieron de su llegada a un terreno mayoritariamente masculino una experiencia positiva. Por ejemplo, adecuando los campamentos con baños y habitaciones separadas, estableciendo un manual de convivencia que promueva la igualdad o impartiendo cursos de sensibilización de género tanto para hombres o como mujeres.

 


En Nicaragua —donde sólo el 3% de las mujeres trabaja en el sector de la construcción— el BID promovió la capacitación de más de 100 mujeres en el manejo de maquinaria pesada durante 2018. Muchas de ellas ya trabajan en la construcción de los tramos de carretera cercanos a sus comunidades, los cuales son financiados por el BID, como el de Pantasma–Wiwilí, que mejorará el acceso a mercados, escuelas, hospitales y servicios básicos para más de 25.000 habitantes de 14 comunidades rurales con alta incidencia de pobreza.

“Voy a construir la carretera por donde voy a transitar, la carretera que pensé que se iba a construir pero nunca que yo sería parte del equipo de construcción”, dice Keren Cano, una de las nicaragüenses que participa en este programa. 

Antes de llegar ahí, Keren y sus compañeras pasaron por 100 horas de capacitación teórica especializada sobre el manejo de tractor de cadena, cargador sobre ruedas y excavadora hidráulica, incluyendo el uso de simuladores. En una segunda fase tienen seis meses de entrenamiento práctico remunerado en maquinaria real, en el mismo proyecto donde trabajarán posteriormente. 

 


Otros países en los cuales se están desarrollando estos proyectos son Costa Rica, donde en los proyectos Punta Norte en San Carlos y Red Vial Cantonal I y II las mujeres ocupan puestos de supervisión; también Haití, donde la capacitación incluyó un componente de prevención de transmisión de VIH; o Bolivia, donde las mujeres ya se han puesto las botas para subirse a las grandes máquinas amarillas. 

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