Enero 28, 2019
En 2011, Honduras lideraba un ranking que ningún país quisiera encabezar: tenía la tasa de homicidios más alta del mundo, con 93,2 asesinatos por cada 100.000 habitantes según datos de Naciones Unidas, o de 86,5 según cifras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. La sensación de inseguridad era generalizada y pocas personas recurrían a la policía cuando eran víctimas de un crimen, tanto así que el 78,5% de las personas desconfiaba en que la policía tuviera las capacidades para hacer frente a la violencia, de acuerdo a la Encuesta Latinobarómetro de 2011.
“Estábamos en crisis porque la institución de la policía tenía una crisis de credibilidad”, dice el General Julián Pacheco Tinoco, Secretario de Seguridad de Honduras. “El problema era tan grave que incluso se planteó el escenario de cerrar a la policía”.
Los expertos señalaban que hacía falta una reforma integral de la policía, empezando por la modernización del modelo educativo para entrenar a los nuevos reclutas. El plan de formación estaba desactualizado, los profesores no tenían la formación adecuada y los criterios de reclutamiento eran débiles. Se diagnosticó que los policías de escala básica, que son el 90% de la fuerza policial y con los que interactúan la mayoría de las personas, tenían serias deficiencias en su entrenamiento y no estaban preparados para atender al ciudadano.
En 2012, el gobierno de Honduras inició un esperado proceso para reformar sus policías. Como parte de este objetivo, el BID —junto a las autoridades suizas— apoyaron al gobierno para crear un programa dirigido a fortalecer las capacidades de la policía de escala básica y mejorar la gestión de la investigación criminal.
“Si usted quiere cambiar a una persona, si usted quiere cambiar a una institución o incluso a un país, solo lo puede hacer por medio de la educación”, nos dice el General Pacheco Tinoco.
El primer paso consistió en fortalecer los criterios para la admisión de nuevos agentes. Antes, para ingresar a la escuela que entrena a los policías de escala básica —más conocida como el Instituto Tecnológico Policial o ITP— bastaba con que los aspirantes hubieran completado la primaria. Con la reforma, se aumentó el requisito a que tuvieran el bachillerato terminado. Además, se inició una serie de esfuerzos para motivar a que más mujeres ingresen a la policía.
Video: las claves de la reforma
El segundo paso fue incrementar la calidad de la educación. Se creó un nuevo currículo con un énfasis en el acercamiento a la comunidad y el respeto a los derechos humanos, en instalaciones renovadas con mejores profesores. La duración de la formación incrementó de 6 a 11 meses, con una nueva metodología que mezcla un enfoque teórico con prácticas en terreno. Entre las renovaciones a las instalaciones, se incluyeron ampliaciones para atender a una mayor población femenina. Al día de hoy, más de 4.000 agentes han cursado este nuevo programa.
¿La meta? Entrenar y graduar a 23.000 nuevos agentes para 2023.
“Esos valores, que hoy tenemos arraigados, nos los forman en el ITP”, dice la agente de investigación Yulisa Merlo. “Día a día nos dicen que tenemos que formar el respeto, el respeto a las demás personas y a sí mismo”, dice.
El proceso: la policía hondureña en entrenamiento
El tercer paso fue incrementar la capacidad técnica y equipamiento de la policía, con un enfoque en mejorar las facultades de prevención del crimen. Se desarrolló un sistema de información que facilita el control operativo de todas las unidades policiales, y hoy las patrullas cuentan con computadoras con acceso a bases de datos institucionales en tiempo real. Para mejorar la labor de investigación criminal, se financió el equipamiento y la puesta en marcha de laboratorios de criminalística.
Todas estas mejoras estuvieron acompañadas de apoyos para dignificar la labor de los policías. Se les incrementó el sueldo en más de un 40% y se mejoraron las prestaciones de seguridad social, con un componente de servicios médicos especializados para atender a mujeres policías.
La combinación de un enfoque en el reclutamiento de mujeres, y una mayor gama de facilidades y servicios sociales destinadas para ellas, contribuyeron a incrementar el porcentaje de mujeres en la policía a un 20%, el doble de lo que era antes de la reforma.
“Honduras, como mujer, duele. No solo matan a los hombres, cada día vemos más feminicidios”, comenta la agente Yulisa Merlo. “Duele porque yo solo pienso que un día le puede pasar mi hermana. Pero tenemos que dejar de lado el sentimentalismo y estar en la convicción de que tenemos que cumplir nuestra función”, dice.
Los mayores beneficios vinieron con una mayor exigencia en su desempeño laboral. En colaboración con la sociedad civil, se conformó una comisión de depuración para despedir al personal que no cumplía con el perfil y su trabajo de manera efectiva. Hasta el momento, más de 4.000 policías que no cumplían con los requisitos han sido apartados del servicio.
Video: ¿cómo las policías puedes (y deben) incluir a más mujeres en sus filas?
Las reformas han sido sumamente efectivas. La tasa de homicidios pasó de 93,2 a 42,8 por cada 100.000 habitantes en 2017. De acuerdo con la encuesta global de Gallup, el porcentaje de los ciudadanos que reportan sentirse seguros caminando en sus barrios aumentó en 11 puntos porcentuales de 2015 a 2016. Asimismo, una encuesta anual del Gobierno de Honduras reveló que la confianza de la ciudadanía en la policía se triplicó, de 19% en 2015 a un 54% en 2017. Aunque todavía queda mucho trabajo por hacer, los ciudadanos hondureños se sienten más seguros y confían más en sus fuerzas policiales. Los agentes también están más felices, con mejores condiciones de vida, mayores capacidades técnicas para realizar su labor y orgullosos del trabajo que realizan por la sociedad.
“Nosotros tenemos un credo que dice que ser policía es un honor que cuesta”, dice la agente Yulisa Merlo. “Día con día nos arriesgamos y no porque nos den un uniforme significa que soy Superman. Es un honor que cuesta, pero es un honor.”