Generaciones de caucheros (seringueiros, en portugués) han vivido en las selvas del estado occidental de Acre en Brasil, cazando, pescando y extrayendo látex de los árboles de caucho que han hecho famosa a la región. También han cultivado hierbas medicinales, nueces de Brasil y otros productos forestales, pero no han tocado la madera. La tala y comercialización de árboles sobre bases sostenibles requiere conocimientos técnicos y capacidad de gestión que no han sido parte de su cultura.
Pedro Bruzzi, ingeniero silvicultor del Centro para Trabajadores de la Amazonía (CTA), está ayudando a las familias de los caucheros en la reserva extractora São Luís de Remanso a hacer una empresa en base al cultivo selectivo de árboles, pero protegiendo a la vez el bosque que es su herencia. Bruzzi habló con Roger Hamilton de BIDAmérica.
BIDAmérica: En todo el Amazonas, los terratenientes están sustituyendo a los bosques por soja y ganado. ¿Por qué la gente en São Luís do Remanso ha decidido dejar su bosque intacto y cultivar árboles?
Bruzzi: Ellos creen que a largo plazo el bosque les dará dinero y al mismo tiempo beneficiará a la comunidad. La clave aquí es “largo plazo”: si usted compara la silvicultura bien administrada con la producción de soja y de ganado, ésta última va a ganar durante los primeros años. Pero debido a que los árboles protegen el suelo y a otras razones, en un período de 30 años será la silvicultura la que producirá mayores dividendos.
BIDAmérica: São Luís do Remanso ha recibido considerable apoyo del exterior y de subsidios gubernamentales. ¿Qué sugiere esto respecto a la gestión forestal comunitaria como empresa comercial?
Bruzzi: Por supuesto un negocio no puede depender de subsidios para su existencia. Pero aquí la silvicultura es una actividad nueva. Tuvimos que construir caminos, lo cual es muy costoso. Tuvimos que gastar dinero en capacitación y en comprar sierras, equipo de seguridad y herramientas para el trabajo en el terreno, tales como compases y mapas. Tuvimos que contratar a especialistas para que ayudaran a desarrollar el plan de gerencia del bosque.
Manchas de color puntúan las sombras del suelo de la selva.
En una economía de mercado, las compañías privadas normalmente hacen esta clase de inversiones, aunque incluso en estos casos se suelen utilizar subsidios y otros incentivos para apoyar el inicio de empresas innovadoras y para promover actividades de interés público. En Acre, tanto el gobierno como las organizaciones no gubernamentales e internacionales, consideraron la gerencia de bosques como nueva actividad económica que debía superar importantes obstáculos. También reconocieron la importancia que tenía para salvaguardar el medio ambiente en beneficio de toda la sociedad.
Una vez que hayamos establecido una cadena de producción —esto es, cuando la comunidad vende la madera aserrada y no sólo tronco— y una vez que tengamos la capacidad de comercializar los productos en São Paulo y en el exterior, el negocio será muy provechoso.
BIDAmérica: El gobierno de Acre quiere crear una economía basada en bosques administrados, no solamente en reservas extractoras tales como São Luís do Remanso, sino en miles de hectáreas de tierras privadas y en reservas gubernamentales e indígenas. ¿De dónde saldrá toda esta capacidad técnica?
Bruzzi: Actualmente no tenemos suficientes expertos en silvicultura. Pero su número está creciendo. Por ejemplo, cuando el CTA se involucró en desarrollo económico en 1990, sólo contábamos con agrónomos. Hoy tenemos cinco especialistas en silvicultura, más que los especialistas en agricultura.
Pero en el fondo, creo que la asistencia técnica debe ser proporcionada por consultores privados y ser pagada por el productor de los ingresos que gana. No debe ser proporcionada por un grupo no gubernamental tal como el CTA, ni por el gobierno.
BIDAmérica: ¿Por qué son tan importantes las firmas privadas?
Bruzzi: Porque si el sector privado está involucrado, significa que la gestión forestal es una actividad económica provechosa que no necesita depender de otros sectores de la sociedad para su existencia. También significa que la gestión forestal sobrevivirá futuras administraciones políticas no tan proclives a ayudar como la actual.
También es esencial que las comunidades desarrollen sociedades con firmas privadas, tales como aserraderos, donde la gente local puede aprender cosas tales como medir un tronco del árbol, cómo se corta y se mide la madera aserrada, para entender el concepto de la basura.
BIDAmérica: ¿Qué puede hacer Acre para aumentar el número de expertos en silvicultura?
Bruzzi: Acre tiene una escuela secundaria forestal (creada por el gobierno de Acre en una previa escuela agrícola). CTA emplea a dos de graduados de la escuela, gente joven que nació y se crió en el bosque, y que ahora está orgullosa de volver a sus comunidades forestales a ayudar a su gente.
También este año (2005) la universidad de Acre está graduando a sus primeros ingenieros en silvicultura. Cuando vine a Acre en 1997, la universidad sólo ofrecía cursos de agricultura. ¡Imagínese, en el medio de la selva solamente capacitaban agrónomos!
BIDAmérica: ¿Pero la silvicultura comunitaria no depende en última instancia de la comunidad? ¿Cuáles son las limitaciones a nivel local?
Bruzzi: Hemos visto que la gente en las comunidades caucheras aprende muy rápidamente los aspectos productivos de la gestión forestal, porque están íntimamente relacionados con sus prácticas tradicionales. Los ingenieros forestales recién llegados a Acre a menudo piensan que simplemente tienen que ayudar a la gente a hacer un plan de gestión, a aprender cómo marcar árboles en una hoja de Excel, a restar ganancias de los ingresos y a destinar capital para inversiones futuras. Pero esto no es suficiente. Al final, la gente a menudo se desalienta cuando esto no se traduce en una mejora real en su calidad de la vida. El “agujero” es mucho más profundo de lo que ellos pensaron.
Las comunidades tienen que aprender cómo utilizar las ganancias que obtienen de la silvicultura para elevar sus estándares de vida. Para hacerlo necesitan ayuda de expertos en gestión y en administración, no sólo en silvicultura. Esto es fundamental. En última instancia, el gran desafío que enfrentan las organizaciones comunitarias es aprender a funcionar por sí mismas y a hacerse cargo de sus propios proyectos.
BIDAmérica: ¿Qué tan bien acepta la gente estas nuevas ideas?
Los caucheros conocen íntimamente su entorno, pero hasta hace poco sin apenas educación.
Bruzzi: Al principio es duro. Por más de un siglo la gente aquí había vivido bajo el sistema del aviamento, una forma de semi esclavitud en la cual los caucheros vivían aislados entre sí, no tenía ningún derecho y eran forzados a vender su caucho al patrón y también a comprarle a él las provisiones. Ellos no tenían ninguna educación.
Cuando el CTA comenzó a trabajar en esta área en los años ochenta, la tasa de analfabetismo era casi de 99 por ciento y la gente era eficazmente excluída de la sociedad en general. Eran incapaces de producir un pensamiento abstracto, incluyendo la capacidad de planear para el futuro y de pensar en forma estratégica.
Ésta es precisamente la clase de pensamiento que debe tener un empresario. Éste es probablemente el mayor problema que tenemos hoy, ayudar a la gente a pensar como empresarios.
La educación es el centro del problema. Ésta es la lección que los europeos y los japoneses nos enseñaron, que las inversiones serias en la educación son el único camino al desarrollo. Quizás São Luís do Remanso tiene algunas ventajas porque ahora tiene una escuela secundaria que preparará a estudiantes para ir a la universidad.
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