Malas miradas, aislamiento, gente que se negaba a ayudar. Esas son sólo algunas de las situaciones por las que pasó José Odir Miranda en 1997, cuando quedó internado con SIDA en un hospital público de El Salvador.
En diciembre de 1996, después de una serie de exámenes a raíz de una abrupta pérdida de peso, descubrió que era portador del VIH. Al año siguiente, su peso bajó a 82 libras, su recuento de células T —las defensas del cuerpo ante cualquier enfermedad— era de 20 por milímetro cúbico, cuando lo normal oscila entre los 500 y 1.500, y ya no podía caminar.
Permaneció hospitalizado por mucho tiempo en condiciones muy adversas. “Allí sufrí la discriminación del sistema de salud de mi país y me propuse cambiarlo”, declara. Odir salió de esas crisis por su voluntad de vivir y gracias a unos medicamentos vencidos que le facilitó un doctor.
Ahora tiene 31 años y una enorme convicción de luchar mientras su organismo se lo permita. Sus experiencias en el hospital lo motivaron a fundar, junto con otras cinco personas también portadoras del virus, la Asociación Atlacatl 1° de Diciembre de El Salvador, cuyo objetivo principal es defender los derechos humanos de las personas que viven con VIH/SIDA.
De los cinco, Miranda es el único superviviente. “Dios me permitió vivir, y eso es por algo”, confiesa. “No esconder mi enfermedad me ha servido de mucho y el apoyo de mi familia ha sido fundamental”, sostiene. “No queremos favores de nadie, sólo igualdad de condiciones. No somos los pobrecitos, ni queremos que se nos vea de esa manera”.
La aparición de Odir ante los medios de comunicación en 1998 fue el inicio de la lucha para lograr que el Estado cambiara sus políticas de atención hacia las personas viviendo con SIDA. A través de una serie de demandas interpuestas en la Procuraduría de los Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia en su país y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington, los salvadoreños víctimas de esta enfermedad cuentan hoy con acceso a la terapia antirretroviral, conocida como el “cóctel” de drogas que controlan el SIDA, por medio de la Seguridad Social. El gobierno ha elaborado también protocolos de atención y se han implementado una serie de programas en favor de las personas que viven con el virus.
Los medios de comunicación han sido aliados muy importantes en la lucha de Odir, quien desde que fundó la Asociación se ha dedicado en cuerpo y alma a luchar por estos derechos. “El camino es largo, y los cambios son lentos, pero seguiremos hasta el final”, dice convencido.
Por ahora este hombre de 1.79 metros y un peso de 142 libras, que no llegó a tener ni cuando vivía sin la enfermedad, quiere seguir luchando por los derechos de los portadores del VIH hasta que su salud se lo permita. “Estoy comprometido a seguir en esto hasta el final. No sé cuantos años viviré pero estoy conforme con lo que Dios ha preparado para mí y seguiré haciendo lo que hago hasta que me toque partir”, asegura.