SANTIAGO DE CHILE - La universalización, la calidad y la pertinencia son los tres grandes retos que enfrenta la educación secundaria, el eslabón más débil de los sistemas de educación de América Latina y el Caribe, señalaron hoy panelistas en un seminario organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo.
En los próximos 10 años la región registrará un incremento de 40 por ciento en la demanda de educación secundaria, equivalente a unos 10 millones de jóvenes, sobre una población estudiantil que rondaba los 27 millones a finales de la década pasada.
Para poder aumentar la tasa de escolarización en el nivel secundario del 55 por ciento actual a un 75 por ciento, solamente en la construcción de escuelas la región deberá invertir más de 5.000 millones de dólares durante los próximos años
América Latina estaría en posición de enfrentar inversiones de tales magnitudes si logra recuperar las tasas de crecimiento económico alcanzadas a comienzos de la década pasada. Otro factor favorable es que la región tendrá una singular oportunidad demográfica. Durante los próximos 20 años, muchos países verán una desaceleración en sus tasas de crecimiento de la población de niños en edad escolar y un aumento en la fuerza laboral, lo cual les brindaría mayores márgenes y recursos para solventar tales inversiones sociales.
Sin embargo, no bastará con edificar más escuelas para llenarlas de alumnos si no se les ofrece una educación de mejor calidad con contenidos que reflejen las demandas de un mundo en permanente transformación.
De hecho, la educación se perfila como la principal clave para remediar los grandes desafíos de América Latina: la pobreza y la desigualdad social, la baja competitividad de sus economías y la consolidación de sus sistemas democráticos.
"A comienzos del siglo XXI, una educación de alta calidad para todos nuestros jóvenes es una herramienta imprescindible, aunque no suficiente, para asegurarles oportunidades de integración social satisfactorias", aseveró la ministra de Educación de Chile, Mariana Aylwin, en su discurso de apertura del seminario Alternativas de Reforma de la Educación Secundaria.
La secretaria de estado chilena subrayó la urgencia de pasar de esquemas de educación media concebidos con criterios anticuados a modelos que respondan a los intereses de los jóvenes y les abran oportunidades de aprendizaje permanente que les permitan ingresar a un mercado laboral complejo, cambiante y segmentado.
Por su parte, el gerente del Departamento de Desarrollo Sostenible del BID, Carlos M. Jarque, señaló que América Latina ya está ganando terreno en la tarea de mejorar sus sistemas de educación secundaria. Varios países de la región están realizando cuantiosas inversiones y estudiando alternativas para superar los grandes desafíos de la educación.
"Tenemos la responsabilidad histórica de cimentar las bases que definirán, a través de la educación, el perfil de nuestra región en el siglo XXI. Ello exigirá un impulso constante y vigoroso", afirmó Jarque, ex secretario de Desarrollo Social de México. "Conseguir que las próximas generaciones de América Latina y el Caribe tengan acceso a una educación secundaria de excelencia, y a la altura de los tiempos, es la principal contribución que se puede y se debe hacer en favor del desarrollo."
Jarque definió las principales metas que se deberían lograr:
- Mejorar la formación de los profesores, con programas modernos, carreras profesionales organizadas y salarios que atraigan a personas altamente calificadas a la docencia.
- Diseñar sistemas efectivos de evaluación del desempeño docente para medir los resultados de la instrucción impartida a los alumnos y la capacitación ofrecida a los profesores.
- Aumentar las horas que pasan los estudiantes en las aulas. En la actualidad, en la mayoría de los países de la región el día escolar dura entre 3 y 4,5 horas. Las escuelas públicas en los países industrializados imparten hasta el doble de horas cada año que las latinoamericanas, donde los alumnos pierden entre 10 y 40 días cada año por conflictos sindicales.
- Promover la cultura informática y reducir la llamada "brecha digital" en los sistemas educativos. Esto involucra el diseño de programas de educación que preparen a los jóvenes para un mundo donde primará la capacidad para trabajar en equipo, con espíritu creativo, en tareas complejas que frecuentemente requieren conocimientos tecnológicos y de idiomas.
Por otra parte, Jarque afirmó que el BID seguirá apoyando los esfuerzos de los países de la región por mejorar sus sistemas educativos, especialmente en el nivel secundario, hacia donde se ha canalizado la mayor parte de los 1.000 millones de dólares en préstamos para programas de educación aprobados por el Banco en los últimos tres años.
Los paneles del seminario, celebrado con motivo de la reunión anual de la Asamblea de Gobernadores del BID, abordaron temas como las reformas de la educación secundaria en los países industrializados, la educación como clave para la equidad y el desarrollo en América Latina y el Caribe y las experiencias de las reformas educativas en la región.
En el seminario intervinieron los ministros de educación de Brasil, Paulo Renato Souza; de Colombia, Francisco J. Lloreda; y de México, Reyes Tamez Guerra; así como jóvenes funcionarios que desempeñan altas funciones en los sistemas de educación en Argentina, Barbados, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, y la República Dominicana, además de académicos y dirigentes de universidades y colegios de profesores.
Al clausurar el encuentro, el presidente del BID, Enrique V. Iglesias, dijo que el Banco tiene interés en apoyar una iniciativa regional para mejorar la calidad de la formación docente en América Latina.
Impacto de la educación: buenas y malas noticias
En el foro se presentó un estudio realizado por especialistas del Departamento de Desarrollo Sostenible del BID, Aimee Verdisco y Germán W. Rama (coordinador del seminario), sobre el impacto transgeneracional de la educación, basado en encuestas de hogar realizadas en 10 países latinoamericanos que contienen casi 80 por ciento de la población de la región.
El trabajo detectó tendencias favorables y otras preocupantes. Por un lado, los datos confirmaron que la educación puede ser un gran nivelador social en la región, dado su potencial para estimular la movilidad y mejorar los logros educativos de una generación a la siguiente. Por otro lado, pusieron en evidencia que la educación latinoamericana sigue estratificada según divisiones socioeconómicas, raciales y lingüísticas.
En pocas palabras, los hijos de padres con niveles superiores de educación asisten a la escuela con regularidad y avanzan sin tropiezos de la primaria a la secundaria. En cambio, con pocas excepciones, los niños provenientes de familias pobres o de minorías raciales y étnicas o culturales siguen quedando a la zaga.
Las encuestas de hogar, aunque dispares en su metodología y cobertura, indican que más de 90 por ciento de los niños latinoamericanos entre los 7 y los 12 años de edad asisten a la escuela. Entre los 12 y los 14 años, más de 80 por ciento sigue estudiando, mientras que entre los 14 y los 18 años el nivel cae a alrededor del 58 por ciento.
En el caso de los segmentos más pobres, 70 por ciento de los jóvenes de 15 años en esos hogares cursan estudios. También cabe destacar que, en Brasil, 75 por ciento de los jóvenes de esa misma edad de familias afrobrasileñas y mestizas están en la escuela, en comparación con un nivel de 83 por ciento entre los jóvenes de hogares que se identifican como blancos. En cuanto a minorías lingüísticas (personas que sólo hablan una lengua indígena, por ejemplo), cabe señalar que en Bolivia apenas 22 por ciento de los jóvenes de 15 años están escolarizados, contra 79 por ciento entre los hispanoparlantes.
Sin embargo, los resultados indican que los niveles de deserción y repetición de grados siguen siendo altos entre los jóvenes de los sectores más relegados y llega a porcentajes alarmantes en los casos de jóvenes de minorías raciales y étnicas.
La solución a estos problemas, concluye el trabajo, es proveer más educación. Esto se comprueba empíricamente en el caso de los hogares encabezados por mujeres. El impacto de este factor, generalmente asociado con la pobreza y la escasa instrucción, se neutraliza cuando la jefa del hogar alcanza niveles de educación terciarios.