La emigración y las remesas: aspectos claves de la globalización
Dentro del fenómeno de la globalización y los innumerables impactos que genera sobre nuestras vidas, hay un aspecto que no ha despertado la atención que merece, y que posiblemente será en el largo plazo el que mayor efecto tendrá sobre las economías y sociedades del planeta. Se trata del flujo de personas; el fenómeno de la emigración. La caída de los costos del transporte, el avance en las comunicaciones y las pronunciadas diferencias en el desarrollo económico entre regiones y países han desencadenado grandes flujos de población a través del mundo.
Estos flujos se han dado en la historia humana en el pasado, pero generalmente ocurrían como resultado de eventos históricos puntuales—como las guerras mundiales—y en una sola dirección—en ese caso, de Europa a América. Ahora, sin embargo, la emigración se ha convertido en un fenómeno estructural y continuo que además ocurre entre todos los países—de norte a norte, de sur a norte y, aunque en forma incipiente pero creciente, de norte a sur y de sur a sur.
Con las revoluciones tecnológicas y en el transporte, y la liberalización creciente de los mercados, la distancia pesa cada día menos. El progreso de las comunicaciones y la informática ha llevado a un abaratamiento del flujo de información, y de la posibilidad de acceder a la misma en tiempo real. La mayor parte de las economías han llevado a cabo profundas reformas estructurales orientadas a su inserción en un mercado global único. Ello ha contribuido al auge de los movimientos de capitales, bienes y servicios en la escena internacional.
Este colectivo de factores ha favorecido el surgimiento de un fenómeno nuev la familia transnacional. A diferencia del pasado, las mejoras tecnológicas antes citadas permiten a las comunidades de emigrantes mantener sólidos vínculos con sus comunidades de origen, y con los parientes que permanecieron en las mismas. La expresión más palpable de esta relación entre las distintas ramas de la familia transnacional son las remesas, el dinero que de manera regular envían los emigrantes a sus parientes para su sostenimiento.
Este flujo de personas supone la cara humana de la globalización, y plantea importantes desafíos y oportunidades a la comunidad internacional, tanto en lo que se refiere a su integración en los países que acogen a los emigrantes como en el impacto económico y social de los flujos de remesas en los países de origen. En este último frente, existen enormes posibilidades para vincular estos flujos a los sistemas financieros nacionales de los países receptores de remesas y apalancarlos para generar inversión en temas claves como vivienda, empresariado y educación.
Resulta entonces natural que una institución como el Banco Interamericano de Desarrollo, comprometida con el desarrollo de América Latina y el Caribe, preste creciente atención a este fenómeno de las remesas, pues la comunidad emigrante procedente de la región constituye un agente fundamental para el desarrollo económico y social de la misma.
Algunas cifras ilustran la importancia de este fenómen A nivel mundial se estima que en 2005 los flujos de remesas superarán los 180.000 millones de dólares. Aproximadamente 100 millones de emigrantes enviarán remesas que beneficiarán directamente a cerca de 500 millones de personas, con lo que aproximadamente uno de cada diez habitantes del planeta se verá implicado en estos flujos financieros.
América Latina y el Caribe—que en las primeras décadas del siglo 20 fueron fuentes de remesas de emigrantes italianos, portugueses y españoles entre otros—, hoy son los mayores receptores de estos flujos en el mundo. Los ingresos a la región por vía de remesas de emigrantes alcanzaron en el 2005 unos 53.600 millones de dólares, canalizados a través de más de 220 millones de transacciones individuales. Esta cantidad ha superado por tercer año consecutivo el monto total de la Inversión extranjera directa hacia la región. En seis países de la región las remesas superan el 10% del PIB, y exceden en varios países a los ingresos procedentes por exportaciones y turismo. No se prevé un cambio de tendencia en el patrón migratorio en los próximos años, por lo que se estima que la cantidad acumulada de remesas a América Latina y el Caribe al finalizar esta década superará los 500.000 millones de dólares.
Aunque por el tamaño de su economía, en el Brasil las remesas tienen un peso inferior que en la mayoría de los países de la región, los flujos recibidos por este país son considerables. De hecho, Brasil es, después de México, el segundo mayor receptor de remesas en América Latina y el Caribe. Se estima que en 2005 el país recibió más de $6.400 millones de dólares por este concepto, lo que supone un aumento del 14% respecto al 2004. De este total, aproximadamente un 42% provino de los Estados Unidos, un 34% del Japón, un 23% de Europa y el 7% restante de otros países. Ningún otro país de la región tiene un perfil tan diversificado geográficamente en materia del origen de las remesas como el de Brasil. Esto es sin duda una fortaleza, pues mitiga el riesgo de que las fluctuaciones económicas en un país particular afecten el flujo de remesas hacia el Brasil.
Las oportunidades y desafíos de las remesas: el rol del BID
El BID, a través de su Fondo Multilateral de Inversiones, inició en 2001 un activo programa de estudio de las posibilidades que ofrecen las remesas como instrumento de desarrollo económico y social. Los principales objetivos del mismo han sid
- La conscientización a todos los niveles de la sociedad y los agentes implicados ( emigrantes, sistema financiero, Gobiernos, sociedad civil, etc) acerca del potencial de las remesas como motor de desarrollo económico local.
- El favorecimiento y promoción de mayor transparencia, eficacia y competencia en el mercado de remesas.
- La reducción en el costo de envío de las mismas por parte de los distintos operadores.
- Y la mejora de los entornos regulatorios que influyen sobre las remesas tanto en los países emisores como en los receptores.
Como elemento crucial para el logro de estos objetivos, el FOMIN ha convocado activamente mesas redondas en distintos países, así como conferencias regionales sobre el tema de las remesas. Asimismo, ha contratado estudios y encuestas sobre aspectos específicos de los mercados de remesas, los cuales han mejorado significativamente nuestro conocimiento y medición del volumen, origen, destino y utilización de estos recursos. De hecho, el “Mapa de las remesas en América Latina y el Caribe” que produce todos los años el FOMIN se ha convertido en el indicador de referencia en este tema.
Más allá de la labor de medición y difusión, el FOMIN está apoyando, mediante fondos de cooperación técnica, a instituciones financieras y ONGs de la región en aspectos como la capacitación y transferencia de tecnología relacionadas con el envío de remesas a través de instituciones financieras formales.
También se están apoyando proyectos piloto que buscan movilizar las remesas en beneficio del desarrollo de oportunidades de inversión productiva en las comunidades de origen, para ayudar a paliar la emigración masiva de estas zonas por la carencia de oportunidades de crecimiento y empleo. Por ejemplo, recientemente aprobamos un proyecto en México que apalanca flujos de remesas para ampliar el financiamiento hipotecario a segmentos de la población de escasos recursos.
En cuanto al caso específico de Brasil, se han realizado esfuerzos importants en apoyo al espíritu emprendedor de la diáspora de origen japonés. El proyecto dekasegui vincula a los emigrantes con sus comunidades de origen a través del co-financiamiento de inversiones productivas y su retorno al país para crear nuevos negocios.
En lo que refiere al desarrollo de productos y servicios adecuados a la familia transnacional, tales como microcrédito, pensiones y seguros, destaca un proyecto de colaboración entre la Caixa Económica y Federal y SEBRAE para vincular a emigrantes brasileños residentes en Estados Unidos con sus familiares a través de la inclusión financiera.
Aunque en el Banco somos optimistas sobre las oportunidades que las remesas generan y las grandes posibilidades que hay para convertirlas en factores aún más importantes de inversión, formación de capital y empleo, no hay que olvidar que las mismas tampoco son una panacea.
Por una parte, el costo de oportunidad de la emigración es sustancial en materia de fuga de cerebros y de fuerza de trabajo. Asimismo, la desintegración del tejido social en las localidades donde se genera la emigración es considerable y los posibles efectos perniciosos sobre los incentivos al trabajo en las comunidades receptoras y los efectos sobre los precios pueden ser también significativos. En ocasiones se han dado casos donde alrededor de las remesas se generan comunidades de corte rentista donde hay mucho consumo, y por ende inflación, y poca inversión productiva de largo plazo.
Tanto por las oportunidades como por los riesgos que generan, y dada la previsible persistencia de estos flujos hacia el futuro por los diversos perfiles demográficos y económicos de los países, es responsabilidad de instituciones de desarrollo como el BID y de la comunidad internacional intentar maximizar los aspectos positivos de la emigración y minimizar su costo.
La experiencia de cuatro años de trabajo en el Banco nos indica que la mejor manera de alcanzar estos objetivos es apoyar al emigrante para que pueda ser dueño de su destin facilitando la generación de un mercado de productos y servicios financieros que le permitan un mejor conocimiento de las opciones de utilización de sus remesas; apoyando el desarrollo de mecanismos de ahorro que le permita planificar mejor su futuro; y en general, promoviendo la plena integración financiera, social y económica de la familia transnacional.
En la medida que las remesas contribuyan a fomentar una cultura de ahorro popular de amplia base, que permita generar oportunidades de crecimiento y empleo para todos, podrán también reducir los costos que genera la emigración para los países de nuestra región.
Muchas gracias.