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Más allá del voto

Hace un cuarto de siglo los regímenes democráticos en América Latina eran la excepción y no la regla. Hoy, la inmensa mayoría de los países de la región goza de gobiernos elegidos democráticamente. ¿Avance? Sin duda. ¿Misión cumplida? No. Según el Cardenal Oscar Andrés Rodríguez, arzobispo de Tegucigalpa y presidente del Foro de Fortalecimiento a la Democracia (FDD), “no bastan las elecciones, la democracia es una forma de vida, no una votación”.

Las palabras del Cardenal Rodríguez fueron parte de una conferencia en el BID sobre la gobernabilidad en América Latina y el aprendizaje democrático en Honduras, su país natal. En su discurso instó a evitar una democracia formal que no incluyese a los indígenas, a los sectores marginados de la sociedad o a las mujeres, a la vez que advirtió de las graves consecuencias de no hacer una democracia influyente. “Antes los golpes de Estados los daban los militares”, dijo, “ahora podrían darlos la sociedad civil”.

Enrique V. Iglesias, presidente del BID, afirmó en referencia a las palabras del Cardenal Rodríguez que “nos ayuda a cumplir nuestra tarea si el país está bien gobernado”.

Desafíos

La lista de retos que enfrentan los países latinoamericanos no es corta. Tener un proyecto de país a largo plazo, reducir la pobreza, alcanzar la igualdad de género, proveer seguridad a las personas y los bienes, otorgar plenitud de derechos humanos y elevar el nivel educativo son algunos de los desafíos mencionados por el Cardenal Rodríguez.

En Honduras, para enfrentar estos retos y ayudar a consolidar su joven democracia, se creó el FDD cuyos objetivos son “coadyuvar al desarrollo de las capacidades y potencialidades del país, alcanzar un desarrollo humano tanto individualmente como colectivamente, en especial en lo referente al acceso a la educación, a una vida prolongada y saludable y al disfrute de un nivel de vida digno”.

Parte del éxito del FDD se debe a que su apoyo va más allá de un proyecto concreto para centrarse en la “facilitación de procesos que permitan la continuidad de las políticas públicas”, lo que ayuda a crear un clima de gobernabilidad y “a profundizar un espacio de diálogo para la convergencia en torno a iniciativas que permitan construir una visión estratégica de país”.

Como en todo proceso largo y complejo no han faltado los momentos difíciles. El terminar con algunos privilegios políticos fue uno de ellos. El Cardenal Rodríguez afirmó que la inmunidad que protege a los miembros del Parlamento “había degenerado en un paraguas para proteger a delincuentes, la inmunidad se había convertido en impunidad”. Pero eso, lentamente, empieza a ser cosa del pasado. De hecho, Honduras no es hoy el único país centroamericano donde un parlamentario ha sido juzgado y condenado por los tribunales.

El Cardenal Rodríguez señaló que la reacción de la clase política a la propuesta de abolir la inmunidad parlamentaria fue positiva, e incluso algunos políticos dijeron públicamente que ellos renunciaban a este privilegio. “Hoy la inmunidad (en Honduras) ha desaparecido para todos”, concluyó, y eso pavimenta el camino hacia una democracia más sólida.