Cada tres años, jóvenes de 15 años de 79 países toman un examen llamado PISA que busca entender su desempeño en lectura, matemáticas y ciencias relativo a sus pares en otros países. Los resultados de la última edición salieron el 3 de diciembre de 2019 y los estudiantes de los diez países de América Latina que participaron en el estudio estuvieron entre los últimos lugares del mundo. Su peor materia fue matemáticas.
Los resultados se reportan con una calificación numérica y con un ranking de seis niveles para cada materia. La calificación promedio en matemáticas de los estudiantes latinoamericanos los colocó en el Nivel 1, el más bajo de la escala. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -quien coordina la prueba a nivel mundial- los estudiantes en este nivel carecen de las habilidades mínimas que todos los estudiantes deberían tener en su educación secundaria y se les considera “en riesgo”. Tres países en el mundo, entre los que están Panamá y República Dominicana, tuvieron puntajes tan bajos que se tuvo que crear un nuevo nivel, simplemente llamado “Por debajo de Nivel 1”. Únicamente Uruguay, Chile, México y Costa Rica tuvieron por lo menos a 40% de sus estudiantes por encima del nivel mínimo.
Una de las principales causas identificadas del mal desempeño es el método de instrucción que reciben en la escuela. De acuerdo a un estudio financiado por el BID, en muchas instituciones de América Latina a los alumnos se les enseña a memorizar fórmulas y métodos, sin crear dinámicas que les ayuden a extrapolar lo que saben y aplicarlo en distintos contextos. Esto genera brechas importantes de conocimiento, que tienen repercusiones según avanzan en sus estudios.
“El problema es que en esta era, si se te olvida un fórmula no pasa nada porque la puedes buscar en Google. Pero lo que no puedes googlear son habilidades de pensamiento crítico”, explica Emma Näslund-Hadley, Especialista Líder en Educación del BID.
Para cambiar esta tendencia y mejorar la educación en matemáticas, el BID está apoyando una serie de programas que buscan repensar la instrucción en las escuelas. Las iniciativas varían en cobertura y formato, desde programas que trabajan con los padres para apoyar la educación de sus hijos, hasta modelos que utilizan el juego y resolución de problemas. Todos estos han sido impulsados con el apoyo del Fondo Especial Japonés, una serie de fondos del gobierno de Japón que administra el BID para impulsar ideas innovadoras para el desarrollo de América Latina y el Caribe.
Uno de los más interesantes es JADENKÄ (pronunciado Ha-den-go), un programa de enseñanza de etnomatemáticas para estudiantes de preprimaria (4 a 5 años de edad) dirigido a estudiantes del pueblo Ngäbe, el grupo indígena más grande de Panamá, que utiliza su lenguaje, cultura y prácticas tradicionales para mejorar la enseñanza.
El programa utiliza prácticas de investigación, resolución de problemas, música y juego para enseñar las habilidades básicas que necesitarán en la escuela primaria, incluyendo secuencias numéricas, conteo de objetos y orientación espacial. Sin embargo, lo más distintivo del programa es un enfoque culturalmente inclusivo en el que la instrucción integra el español con su idioma nativo, Ngäbere, así como mezcla la matemática occidental con la matemática tradicional del pueblo indígena.
En Ngäbere hay 14 maneras diferentes de contar, donde se le asigna una clase a cada cosa dependiendo de sus características. Por ejemplo, a una naranja, cuya característica es que es redonda, se le llama Kwa-ti-naran, lo que significa “ algo redondo una naranja”. Si esa misma naranja se le corta por la mitad, ya que no es redonda, su clasificación cambia y la suma de las dos mitades ya no es Kwa-ti-naran, sino otro nombre que refleja su nueva forma.
La necesidad de incorporar la idiosincrasia indígena en las matemáticas es clara cuando se examinan los datos de desempeño escolar. En la última prueba PISA, Panamá se colocó en el penúltimo lugar en matemáticas y solo un 19% de sus estudiantes alcanzaron el nivel mínimo de capacidad que recomienda la OCDE. De acuerdo a los especialistas de educación del BID, el problema es más severo en las comunidades indígenas. “Los estudiantes indígenas tienen un desempeño mucho peor en las pruebas nacionales e internacionales de matemáticas relativo al resto de los estudiantes del país”, dice Cynthia Hobbs, Especialista Líder en Educación del BID. “Es crucial que encontremos maneras más efectivas para enseñar a los niños Ngäbe e incorporar su forma de aprendizaje”, dice.
Desde su lanzamiento en 2018, el programa JADENKÄ ha sido evaluado de manera independiente por Innovations for Poverty Action (IPA), una organización estadounidense sin fines de lucro que evalúa el impacto de políticas públicas. Su investigación encontró que el programa ha sido altamente efectivo en mejorar el aprendizaje de matemáticas de los estudiantes. A través de simples cambios en el método pedagógico, las mejores fueron tales que equivalen a que los estudiantes hubieran recibido 9 semanas adicionales de matemáticas occidental y 16 semanas adicionales de etnomatemáticas.
“Aunque JADENKÄ sigue en ejecución, ya hemos observado mejoras importantes” dice Emma Näslund-Hadley. “En suma, al sustituir unas horas de matemáticas occidentales por etnomatemáticas, los estudiantes aprenden también más matemáticas occidentales. Además, en el proceso aprenden más sobre su cultura y tradiciones”, dice.
El programa también contribuye a mejorar la relación de los maestros con los padres. Muchos de los docentes del programa no son originarios del pueblo Ngäbe o hablan el idioma Ngäbere. Cuando recién se implementó JADENKÄ, Melissa Mitchell, una maestra, tuvo que explicarle a sus estudiantes que: “ hoy ustedes van a aprender, pero su maestra también lo hará”. Mitchell recuerda una conversación que tuvo con una madre Ngäbe, a quien le pidió ayuda para mejorar la pronunciación de ciertas palabras en Ngäbere. “Mientras estén aquí, pueden ayudarme. De esta manera, el programa funciona entre el hogar, la escuela y el maestro”, dice.
JADENKÄ está basado en otro programa altamente efectivo llamado Tikichuela, que el BID apoya en Paraguay desde 2012. La exitosa adaptación de este modelo, que fue reconocido como uno de los proyectos más innovadores de educación en el mundo en 2018, muestra su potencial de replicabilidad y escalabilidad en otros contextos.
“El programa JADENKÄ es importante porque es de nuestra propia cultura”, explica Griselda Atencio, una maestra de JADENKÄ. “ Los niños y los profesores se identifican con él y esto nos ayuda a apreciar lo que tenemos - nuestro idioma, nuestra matemática y nuestra cultura”, dice.
Si quieres saber más sobre nuestras innovaciones en educación, descarga nuestra publicación: Todos los Niños Cuentan: Enseñanza temprana de las matemáticas y ciencias en América Latina y el Caribe