“Antes salíamos media hora hacia el mar. Ahora, son cuatro, cinco, seis horas las que necesitamos para pescar”, dice un pescador del puerto de Paracas, a 260 kilómetros al sur de Lima, en Perú. “Tenemos que cuidar el recurso, porque mañana, ¿qué va a haber?”
Como él, son cientos los pescadores artesanales que llevan décadas trabajando en las costas de Paracas, un pueblo de casi 4 mil habitantes que vive principalmente del turismo y de la actividad pesquera. De lunes a viernes, la rutina es la misma: decenas de botes y lanchas salen a pescar desde las dos de la madrugada hasta aproximadamente las nueve de la mañana, en una costumbre que año tras año se hace más difícil y que resulta en una pesca cada vez menos productiva. Sólo en Perú, más de 200 mil empleos dependen de la industria pesquera, de los cuales la mitad son pescadores extractivos.
Las altas temperaturas del mar están cambiando radicalmente la manera en que los peces se mueven y habitan las corrientes oceánicas. Una de ellas, la de Humboldt —de agua fría y baja salinidad, que se extiende desde el sur de Chile hasta Ecuador— es la más grande del mundo y conforma el ecosistema marino con mayor diversidad biológica y productividad por unidad de superficie: casi 2 de cada 10 peces del mundo provienen de ella. Hoy, Perú es el noveno productor pesquero a nivel mundial y el primero a nivel latinoamericano, con una producción de casi 4 millones de toneladas métricas cada año.
Sin embargo, la corriente de Humboldt es una de las que más se ha visto afectada por la variabilidad y cambio climático. Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), un aumento en las temperaturas oceánicas significa una disminución en el plancton, organismo base para la cadena alimenticia del ecosistema marino y que es, también, el sustento para millones de peces que habitan las costas peruanas.
“Se pronostica una disminución moderada del potencial de captura de Chile y Perú para 2050, ya que el cambio climático puede reducir significativamente el éxito de desove de los pequeños peces”, advierte el informe.
“Antes salíamos media hora hacia el mar. Ahora, son cuatro, cinco, seis horas las que necesitamos para pescar”, dice un pescador del puerto de Paracas, a 260 kilómetros al sur de Lima, en Perú. “Tenemos que cuidar el recurso, porque mañana, ¿qué va a haber?”
Por otro lado, el fenómeno de El Niño —evento que calienta las corrientes marinas de forma anómala— ha estado afectando negativamente a la población de peces que habita frente a las costas de Perú. Esto tiene consecuencias en la cantidad de peces disponibles ya que el plancton se convierte en un alimento escaso, alterando los ciclos reproductivos de un sinnúmero de especies marinas. “Se espera que los eventos extremos de El Niño y La Niña sean más frecuentes en toda la región en un clima cálido”, dice el reporte.
¿Qué se está haciendo?
Desde 2014, el BID está trabajando con el gobierno peruano a fin de reducir la vulnerabilidad de las comunidades costeras y del ecosistema marino-costero a los impactos del cambio climático, tanto desde el punto de vista económico como del ambiental. En estos cuatro años, el proyecto, que contempla una inversión de más de 3 millones de dólares, se ha concentrado en dar acceso a herramientas para la generación de datos e información y así conocer más sobre el impacto del cambio climático en la localidad.
Especialmente, se ha incluido el cambio climático en los planes de manejo de zonas marino-costeras en dos zonas piloto y, lo más importante, en el diseño e implementación de artes de pesca amigables con el medio ambiente, en coordinación con dos comunidades de pescadores artesanales.
Galería de fotos: los pescadores de Paracas, Perú
“Constituye un primer paso en el esfuerzo, a nivel nacional, para entender mejor la naturaleza y extensión de los impactos de la variabilidad y cambio climático sobre la distribución espacial y temporal de los recursos hidrobiológicos en el litoral peruano”, dice Alfred Grunwaldt, especialista senior de la división de Cambio Climático del BID. “Esto, con el fin de dimensionar mejor las medidas de respuesta, incluyendo económicas, para reducir la vulnerabilidad de los pescadores artesanales”.
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