Muy cerca del pequeño poblado de Santa Rosa de Tastil existió la ciudad precolombina más grande de Argentina. En el siglo XV, Tastil era una próspera ciudad a más de 3.100 metros de altura que llegó a superar los 2.000 habitantes. Nadie sabe con claridad qué ocurrió, pero la ciudad fue abandonada antes de la llegada de los españoles. Algunos estudios apuntan a que los habitantes se quedaron sin agua o que fueron desplazados a otras ciudades.
Sin embargo, la respuesta podría estar cada vez más cerca: la reapertura del sitio arqueológico en la zona está despejando cada vez más incógnitas sobre si, por ejemplo, la ciudad fue abandonada antes o después de la llegada de los incas.
“En todos los alrededores de Tastil, donde están los sitios inca, hemos encontrado construcciones y cerámicas del estilo tastil, entonces lo que yo postulo es que los incas desarticularon esa ciudad, es decir, redistribuyeron a la población a otros lugares como trabajadores, lo cual era una práctica frecuente en ellos”, dice Christian Vitry, director del programa Qhapaq Ñan (Camino del Inca) en la provincia de Salta, Argentina.
Tastil fue probablemente una de las ciudades a lo largo del Qhapaq Ñan, la red de caminos que los incas crearon para conectar centros de producción y de culto a lo largo de más 40.000 kilómetros en América del Sur. Este tejido de senderos —también conocido como Camino del Inca— se expandía por los actuales territorios de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.
En este último país, la longitud alcanza los 3.000 kilómetros distribuidos a lo largo de siete provincias y con 32 sitios arqueológicos asociados. La trascendencia de esta majestuosa infraestructura vial es tal que, en 2014, la UNESCO la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad.
“Se está haciendo un trabajo sin precedentes, ya que la primera intervención que tuvo este sitio fue en 1969 con un equipo de La Plata, y ahora, cincuenta años después, estamos realizando tareas de conservación y consolidación del sitio arqueológico”, apunta Vitry, quien lleva trabajando en Tastil desde noviembre del año pasado.
Los trabajos han confirmado la relevancia del sitio arqueológico: la ciudad ocupaba aproximadamente 18 hectáreas, con más de 1.200 recintos o espacios habitacionales. Al momento de reconstruir los muros, por ejemplo, se han podido identificar calles principales y secundarias, corrales, espacios para encuentros públicos, cementerios y hasta más de 6.000 rocas con arte rupestre, lo cual lo convierte en uno de los sitios de arte precolombino más grandes de Sudamérica.
Pero además, Tastil podría haber sido un importante centro comercial y de las comunicaciones del Qhapaq Ñan. “Por ejemplo, hemos encontrado conchas marinas del Océano Pacífico, que está lejos. Hemos incluso encontrado semillas de maní, que solo se cultivan en zonas cálidas. Y una cantidad grande de esqueletos de llamas, que los incas utilizaban para el transporte, la comida, y la lana”, explica Vitry. “Se dio como una primera pequeña globalización. De pronto aquí, en Tastil, se enteraron de que existía gente en Colombia, en Ecuador … fue toda una apertura de la comunicación, de abrir un continente que estaba encerrado en sí mismo”.
Conoce a Valentina Chuchuy, una de las jóvenes trabajando en el sitio arqueológico de Tastil, en Argentina
No es de extrañar que, para las comunidades de esta zona, las obras de conservación en Tastil hayan trascendido mucho más allá de los descubrimientos arqueológicos. La reapertura del sitio representa una oportunidad de preservar y, hasta cierto punto de celebrar, su cultura milenaria. Fue precisamente este componente el que más llamó la atención a Joseph Milewski, jefe del equipo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para involucrarse en el proyecto. El BID está financiando los trabajos de Tastil a través de su programa de turismo sostenible para la provincia de Salta.
“Nuestra responsabilidad es mejorar vidas. En este caso había capacidad y voluntad por todas las partes de trabajar directamente con las poblaciones, y fue mucho más eficiente, en términos del impacto económico y social, trabajar directamente con la población local”, señala Milewski.
A diferencia de los trabajos de hace medio siglo, la conservación arqueológica en Tastil se ha realizado de la mano con las comunidades locales. El gobierno de la provincia de Salta, con apoyo del BID, ha trabajado de forma inédita con unidades de gestión local, que incluyen al gremio turístico local, a grupos comunitarios y a los mismos pobladores.
Para Primitivo Yapura de la Asociación Turuyaco —organización que proporcionó el alojamiento, comida y traslados de los trabajadores— su participación en el proyecto es una cuestión vital para su propia identidad: “Para nosotros es un orgullo haber concretado esto porque nuestros antepasados, hace años, han puesto estas piedras para desarrollarse, para vivir … y que hoy, esta generación vuelva a tocar estas piedras … esto es algo que quedará asentado en el libro de la historia de este sitio”.
Las mismas comunidades también seleccionaron a 15 personas, en su mayoría jóvenes, para trabajar en el yacimiento. Bajo la dirección de arqueólogos profesionales, recibieron becas y fueron capacitados en técnicas constructivas prehispánicas para realizar las tareas de conservación y consolidación.
“En este momento estamos haciendo restauración; hay muchos colapsos de estructuras, ya sea provocado por las personas o por factores climáticos”, dice Daniel Arjona, uno de los jóvenes que están trabajando en Tastil. “La verdad es que nunca pensé estar aquí, porque aquí trabajó mi bisabuelo como cuidador hace un tiempo, y nunca pensé estar en este mismo lugar donde trabajó mi bisabuelo”.
“Lo interesante de estos jóvenes es que, aunque vengan de lugares muy aislados, están extraordinariamente concentrados en su trabajo, y lo hacen con una vivacidad, alegría y capacidad técnica que sorprendió a todos”, comenta Milewski. “No siempre necesitamos contratar empresas; podemos también trabajar directamente con los beneficiarios”.
La experiencia ha sido tan enriquecedora que, este año, se replicará en otros sitios arqueológicos del Camino del Inca en Salta, como el Valle Calchaquí. Vitry lo sintetiza así: “Nuestra labor no es solamente decir a estos jóvenes cómo se ponen las piedras: es contarles la historia, es transmitir lo que uno sabe sobre la región, para que se enamoren de lo que están haciendo, que conozcan a las personas, que posiblemente fueron los tatarabuelos de sus tatarabuelos, que estaban detrás de las piedras”.
Por su lado, el anhelo de muchos de estos jóvenes es seguir estudiando y trabajando en áreas relacionadas con la arqueología, como la gestión de recursos patrimoniales o la guía turística. Tastil no sólo les ha recordado quiénes son: les ha dado la opción de explorar quiénes quieren ser.
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