Esteban Guerra es un médico veterinario que, durante más de quince años, pasó gran parte de su vida subido en un avión. Como asesor de laboratorios de producción de vacunas veterinarias, solía viajar al menos veinte veces al año entre destinos de todo el mundo y su nativo Uruguay. Un ritmo frenético de vida que, eventualmente, le pasó factura.
“Yo estaba asesorando en Turquía, y vivía tres semanas en Turquía y cinco semanas en Uruguay”, comenta Esteban. “Eso lo aguanté durante más de dos años, hasta que un día me tuvieron que bajar del avión en silla de ruedas y me replanteé la vida”.
Esteban pasó más de un mes convaleciente de una lesión de disco intervertebral que le dio oportunidad de recalibrar su futuro. Cuando viajaba solo podía asesorar a un cliente a la vez, en una época en la que cada vez más empresas le llamaban con necesidades de asesoría en el ámbito de la investigación. Había una clara demanda insatisfecha que Esteban podía convertir en un negocio.
Fue así como nació Benten Biotech, la primera startup de investigación por contrato para vacunas veterinarias de Latinoamérica. Esteban la fundó en 2016 con un socio, el doctor en química Jorge Wenzel, con la visión de alzar el vuelo como emprendimiento biotecnológico.
El inicio de la empresa, sin embargo, no fue nada fácil. “Nos lo jugamos todo. Jorge sacó un crédito bancario personal, y yo hipotequé mi casa. Y todo el capital líquido que teníamos lo metimos en la empresa”, recuerda Esteban. “Aquí nos jugamos todo, no había vuelta atrás”.
En un primer momento, Esteban y Jorge pensaron irse a Brasil, donde había más trayectoria en el apoyo a nuevos negocios en el sector de la biotecnología. Pero una serie de felices coincidencias, como la posibilidad de comprar a buen precio equipos de laboratorio de una empresa que estaba saliendo del país, los llevó hasta Khem Bio, una incubadora de negocios ubicada en el Polo Tecnológico de Pando, próximo al aeropuerto de Montevideo.
“Uruguay está en una etapa mucho mejor de la que estaba hace una década”, explica Esteban.“Nosotros no podríamos haber creado la empresa si no hubiésemos sido incubados, y si no hubiésemos tenido los soportes de la ANII en capital semilla y en el apoyo de los proyectos que hemos desarrollado”.
La ANII, o Agencia Nacional de Investigación e Innovación, es la entidad estatal que promueve la investigación y el desarrollo en Uruguay desde 2007. Con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la ANII financia proyectos de investigación, proyectos de innovación empresarial, becas para la formación de capital humano a nivel de Maestría y Doctorado, y nuevos emprendimientos tecnológicos, o startups, como Benten Biotech.
La ANII comenzó apoyando a las startups con capital semilla y soporte técnico a través de la incubadora Khem Bio, donde no se requería que las empresas tuvieran ningún tipo de especialidad tecnológica. El desarrollo de la incipiente industria de la biotecnología, sin embargo, ha impuesto nuevos retos al ecosistema uruguayo.
“En Uruguay la industria que ha tenido un desempeño más notable es el software, y todo el emprendimiento de Montevideo ha sido muy dinámico en ese sector”, apunta Pablo Angelelli, especialista líder en ciencia y tecnología del BID. “La biotecnología es un sector que requiere una inversión de mayor magnitud y a más largo plazo, y aunque hay muchas más capacidades ahora en el país en biología y ciencias médicas, transformar ese conocimiento en empresas requiere esfuerzos a largo plazo y mucha plata”.
Fernando Brum, presidente de la ANII, caracteriza así las necesidades específicas del sector: “en biotecnología, los proyectos requieren más dinero inicial y mayor tiempo de madurez. El capital semilla para una empresa común es de 25 mil dólares, mientras que para una empresa de biotecnología es de 40 mil. Y los proyectos que normalmente duran dos años con otras empresas, en el caso de la biotecnología se extienden a tres”.

A finales de 2017, Uruguay confirmó su apuesta por la biotecnología con la inauguración del primer Centro Tecnológico de Biotecnología (CBI+I) del país. En el Centro, financiado por la ANII y la Universidad ORT como socios principales y el apoyo de empresas privadas, se están incubando empresas que trabajan en la fermentación de quesos, derivados medicinales del cannabis y microorganismos solubilizadores de fósforo en el suelo, entre otras innovaciones.
En un país exportador de soja, leche y carne como es Uruguay, las aplicaciones de la biotecnología para sectores como el agroalimentario, siempre que estén bien reguladas, pueden agregar mucho valor. Enrique Topolanski, Director del Centro de Innovación y Emprendimientos de la Universidad ORT, considera que Uruguay vive “un momento germinal donde aún estamos generando las capacidades básicas para que el sector de la biotecnología pueda crecer, y sobre todo trabajando muy fuerte para que los actores del agro y de otras empresas empiecen a valorizar este tipo de soluciones”.
Entre otras ventajas, CBI+I cuenta con un laboratorio de 300 metros cuadrados con tecnología de punta para analizar, investigar y desarrollar proyectos. Las empresas además se benefician de investigadores y técnicos, de un equipamiento de punta, y de una metodología de trabajo que potencia la innovación. “Nosotros tenemos por un lado la universidad, y por otro el centro biotecnológico que nuclea a las empresas con los investigadores y los estudiantes”, dice Enrique.
En el sector médico y farmaceútico, el Instituto Pasteur también se ha erigido como una incubadora de innovaciones biotecnológicas en Uruguay. Allí, en la unidad de bioinformática, trabaja Lucía Spangenberg, una joven uruguaya que, en 2016, fue seleccionada como “Innovadora Menor de 35” por el MIT Technology Review. Lucía es además fundadora de GenLives, una startup que surgió de sus investigaciones en el Pasteur. “Hay muchísimo más por hacer,” comenta Lucía. “Estas tecnologías van tan rápido, hay nuevos descubrimientos todo el tiempo, los precios bajan increíblemente … éste es solo el comienzo”.
Por su lado, la empresa de Jorge y Esteban hoy ha alcanzado un punto de equilibrio. Dos años y medio después de fundarla, tiene una decena de trabajadores y ha logrado exportar productos y servicios a siete países en tres continentes. En 2018, Bentech Biotech ganó el Premio Nacional de Innovación (NOVA) por ser un ejemplo de cómo el trabajo académico y la investigación aplicada se puede transformar en un emprendimiento innovador.
Esteban es optimista y, de cara al 2020, espera empezar a crecer. “Ahora Uruguay tiene las herramientas que permiten que empresas como la nuestra puedan surgir; a su vez, las herramientas se van perfeccionando, por lo tanto van acompañando las reales necesidades que tenemos las empresas de biotecnología”, comenta.
“En cinco años tenemos que ser la empresa líder en América Latina en nuestra área. Creo que va a haber cada vez más ejemplos como los nuestros, este sector se va a dinamizar mucho, y las personas que se forman en este campo podrán tener un futuro profesional, lo cual hoy es un poco difícil”.
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