Las brechas de género en la industria del fútbol están entre las más grandes. Y en términos salariales, las diferencias son aún más abismales. Aunque la industria futbolística genera más de 500.000 millones de dólares cada año, un 49 por ciento de las jugadoras de fútbol profesional no reciben un salario y un 87 por ciento finalizará su carrera deportiva antes de los 25 años, por la baja o nula remuneración, según datos publicados por FIFPro en 2018.
Así como en el fútbol, la inequidad de género sigue siendo uno de los problemas que más afecta al desarrollo de América Latina y el Caribe. La participación laboral femenina sigue 30 por ciento más baja que la de los hombres, y la diferencia entre países es, también, abismal: naciones como Perú tienen casi un 80 por ciento de participación femenina en el trabajo, mientras que otras como Guatemala solo cuentan con 5 de cada 10 mujeres en la fuerza laboral.
Pero volvamos a la cancha. Ni siquiera las mejores jugadoras quedan exentas de jugar en un campo disparejo. Mientras Lionel Messi recibe 130 millones de euros al año, Ada Hegerberg —la mejor jugadora del mundo según la FIFA— recibe 400.000 euros al año, un sueldo 325 veces menor al del argentino. “Las mujeres seguimos siendo consideradas ciudadanas de segunda clase y no es solo por el dinero”, explica Marion Reimers, periodista deportiva de FoxSports América Latina, quien ha dedicado su carrera a posicionar el rol y la participación de las mujeres en los deportes.
Para “La Reimers” —como le dicen sus cercanos— este tema no es nuevo. Con más de 10 años de trayectoria en periodismo deportivo, Marion explica que las brechas del fútbol trascienden los salarios y se demuestran hasta en las necesidades más básicas. “El fútbol femenino recibe lo que sobra de todas las selecciones masculinas, por eso no cuentan con los materiales, el apoyo ni la representación necesaria dentro del ecosistema deportivo”, comenta.
Esta situación no es nueva. En 2012, el Santos de Brasil eliminó la rama femenina, solo para cubrir el sueldo de Neymar y retrasar su venta al FC Barcelona. Pero los ejemplos son aún más sencillos: en los equipos de mujeres hay selecciones que debían utilizar las camisetas antiguas del equipo varonil, y cada jugadora debía pagarse su pasaje a los torneos por falta de presupuesto. Sin embargo, la mayoría desconoce esta realidad.
Interactivo: ¿cuál es la relación entre fútbol femenino y equidad de género? Mira y compara dónde está tu país.
Desde sus inicios, en 1863, el fútbol comenzó como deporte masculino. Solo 29 años después se realizó el primer partido de mujeres. Sin embargo, el auge del fútbol femenil no llegó sino hasta 1914, durante la Primera Guerra Mundial, cuando las mujeres salieron a trabajar a las fábricas y aprovechaban su tiempo libre jugando fútbol, todo antes incluso de tener el derecho a voto.
Sin embargo, en 1921 su desarrollo fue interrumpido, cuando la Federación Inglesa de Fútbol prohibió el uso de recintos deportivos para partidos entre mujeres. Así, el fútbol femenino estuvo en la banca durante casi medio siglo, y no fue sino hasta 1971 cuando los ingleses levantaron la prohibición y recién en 1980 fue reconocido por la FIFA. Para ese entonces la industria ya se había desarrollado por y para los hombres. Por eso, no fue sino hasta 1991 que se realizó el primer torneo mundial de fútbol femenino, en China.
¿Hay fair play en la industria?
“El fútbol es un megáfono de la sociedad, un microcosmos donde lo bueno y lo malo sale a flote. La voluntad humana y la amistad por un lado, y las desigualdades y el machismo por el otro. Son un espejo de lo que ocurre en el mundo”, explica Marion Reimers.
Así se reflejó también en el más reciente torneo. Los países que tuvieron mayor presencia en la Copa Mundial de Fútbol Femenino de Francia 2019 fueron aquellos que, coincidentemente, tienen elevados niveles de equidad de género en el ranking 2018 del Foro Económico Mundial. Es decir, son países donde hombres y mujeres tienen un mayor nivel de igualdad en oportunidades laborales, políticas, de salud y de educación. Es más, la mitad de las selecciones clasificadas representa a países que se encuentran en los primeros 40 puestos de este ranking.
América Latina y el Caribe solo estuvo representada por cuatro países en el torneo: Chile, Argentina, Jamaica y Brasil. Sin embargo el principal desafío fue que, de los 26 países latinoamericanos y caribeños, muy pocos cuentan con un equipo femenino profesional. A esto se sumó la decisión de CONMEBOL y CONCACAF —los entes continentales que gobiernan el fútbol en Sur y Norteamérica, respectivamente— por realizar la Copa América 2019 en Brasil durante las mismas fechas que el mundial femenino.
Para Marion, “esto ocurre, porque las mujeres no estamos representadas en ninguna área de esta industria. Por ejemplo, el 95% de los contenidos deportivos son dirigidos y presentados por figuras masculinas. Son ellos los que dicen que el fútbol femenino no vende, pero en verdad el problema es que al no tener mujeres dentro de este ecosistema, sus integrantes no saben cómo venderlo, ni saben a quién venderlo”, explica.
Pese a que en los últimos años se han dado pasos importantes para alcanzar la equidad, todavía nos falta para llegar al área de gol. Solo para eliminar la brecha general de género mundial necesitaríamos 108 años. Esto significa que el tiempo necesario para que las mujeres enfrenten igualdad de condiciones es exponencialmente mayor al que pasará antes de ver a los vehículos autónomos funcionando en las calles.
La industria del fútbol no es la única afectada por este tipo de brechas. Un estudio del BID demuestra que en América Latina y el Caribe, las mujeres perciben menos ingresos que los hombres en todas las profesiones. Los factores son múltiples, desde falta de representación hasta la desigualdad en la distribución de las tareas domésticas no remuneradas.
“El fútbol es un megáfono de la sociedad, un microcosmos donde lo bueno y lo malo sale a flote. La voluntad humana y la amistad por un lado, y las desigualdades y el machismo por el otro. Son un espejo de lo que ocurre en el mundo”, explica Marion Reimers.
Tiempo de equiparar el marcador
Si viste el pasado Mundial femenino, de seguro conoces a Formiga. Esta brasileña jugadora del Paris Saint-Germain, se convirtió en la futbolista que ha jugado más Mundiales. Con sus 41 años, decidió participar en su séptimo torneo y utilizar su posición para seguir haciendo campaña y promover el fútbol femenil.
Por su parte, Ada Hegerberg optó por no participar en el Mundial en 2019 y se unió a la campaña #TimeForAction para concientizar cómo la falta de representación femenina nos afecta en todos los ámbitos de la industria deportiva. Razones le sobraban, cuando recibió el Balón de Oro en 2018 (primera vez que se entregaba el reconocimiento a una mujer), le pidieron “twerk” en el escenario.
¿Pero qué está pasando en nuestra región? También hay mujeres asumiendo estos roles. Marion Reimers, por ejemplo, fundó Versus en 2017. Esta es una organización sin fines de lucro que se dedica a fomentar debates sobre la discriminación de género, clase y raza para mejorar los contenidos de periodismo deportivo. “Para nosotros, el periodismo deportivo es un caballo de troya que tiene la capacidad de alcanzar a millones de espectadores con mensajes poderosísimos”, dice.
Mientras, ONU Mujeres ha firmado un memorándum con FIFA para cambiar las políticas, concientizar sobre equidad de género y utilizar el fútbol como herramienta para empoderar a las mujeres y las niñas de todo el mundo, con la esperanza de que no tengan que pasar otros 100 años antes de alcanzar la igualdad.