El día que Roly Zavala iba a volar por primera vez, estaba ansioso: no sabía cómo su cuerpo iba a reaccionar a estar en un avión. No conocía a nadie que se hubiese subido a uno, tampoco a alguien que le pudiera contar cómo se sentía volar. La experiencia más cercana que tenía con los aviones era verlos pasar por el cielo de su pueblo, Tocaña, una localidad rural a 100 kilómetros al noreste de La Paz.
La verdad es que Roly nunca se imaginó que llegaría a trabajar en uno y que volar se transformaría en una parte más de su rutina diaria.
Roly creció en una comunidad pequeña en Los Yungas, una región lluviosa y boscosa en las montañas de Bolivia, habitada principalmente por personas que, como él, descienden de esclavos africanos que llegaron con la colonia española. Hoy, la mayoría se dedican al cultivo de coca, café y cítricos.
“La gente que vive aquí, en Los Yungas, tiene una vida difícil”, dice Roly. “La mayoría de los jóvenes, los que quieren salir adelante, salen a buscar trabajo fuera. Acá no hay muchas oportunidades”, dice.
Roly estudió hasta quinto de primaria en su pueblo. Para cursar grados de educación intermedia y secundaria se mudó a un internado en la ciudad de Coroico, a 103 kilómetros al noreste de La Paz. Cuando terminó el colegio, se fue a la capital para estudiar como técnico automotriz, para luego continuar su formación como ingeniero automotriz. En su cuarto semestre, le ofrecieron capacitarse como tripulante de cabina en la línea aérea nacional BoA, más conocida como Boliviana de Aviación.
La oportunidad surgió como parte del Programa de Apoyo al Empleo (PAE), una iniciativa del gobierno boliviano para asistir a jóvenes a conseguir un trabajo adecuado para sus habilidades. El programa existe desde el 2010, con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y actualmente se encuentra en su segunda edición.
“El Programa de Apoyo al Empleo es particular por la situación en Bolivia. Es un país con un alto índice de informalidad, lo cual es especialmente complejo para los jóvenes”, dice Manuel Urquidi, especialista líder en mercados laborales del BID en Bolivia. “Esta situación se hace mucho más compleja y difícil cuando eres un joven vulnerable, o de una comunidad indígena o afrodescendiente, porque no te permite conseguir un buen trabajo que pague bien o que te dé una seguridad social”, dice.
Justamente, una de las poblaciones a las que más ha ayudado el programa a conseguir mejores empleos es a los jóvenes afrodescendientes e indígenas. De acuerdo a los datos de la Encuesta de Hogares 2013, llevada a cabo por el gobierno boliviano, una persona que se identifica como afrodescendiente o indígena gana, en promedio, sólo un 49% del salario de una persona de otra etnia o raza.
“El Programa de Apoyo al Empleo es particular por la situación en Bolivia. Es un país con un alto índice de informalidad, lo cual es especialmente complejo para los jóvenes”, dice Manuel Urquidi, especialista líder en mercados laborales del BID en Bolivia.
“A mí la verdad me llena de felicidad lo que estoy haciendo, porque ningún afroboliviano antes había sido tripulante de cabina”, dice Roly. “Me llena de felicidad porque puedo transmitir esperanza a la gente que viene detrás de mí”.
Los datos de monitoreo del PAE muestran que, a más de un año de iniciada la capacitación, el 65% de los beneficiarios tenía un trabajo, donde un 52% seguía en la misma empresa o en el mismo rubro de su capacitación. Además, en promedio se observan incrementos salariales de un 47% en relación al salario de entrada. En las dos ediciones del PAE, el BID ha apoyado su financiación con 20 y 40 millones de dólares, respectivamente.
“Ahora que conozco la aviación, mi sueño es convertirme en piloto.” dice Roly. “Para mí significa mucho. Es un ejemplo para los niños que vienen atrás que nada es imposible, que nuestra gente puede salir adelante”, dice.
Si quieres conocer más sobre el Programa de Apoyo al Empleo en Bolivia, consulta aquí. Para conocer datos sobre el mercado laboral en Bolivia, puedes descargar este informe aquí.