Para saber más sobre la electrificación en América Latina, descarga gratuitamente ¡A todas luces!: La electricidad en América Latina y el Caribe 2040
Las noches ya no son tan oscuras en Gualajo. Tampoco los días. Este poblado, a más de 1.000 kilómetros al sur de la capital colombiana y a solo 34 de la frontera con Ecuador, era hasta hace no mucho tiempo uno de los pocos asentamientos sin suministro seguro y constante de energía eléctrica. Sin embargo, hoy las lámparas a gas o las velas son cosa del pasado.
“Ya no creía que la energía pudiera llegar ya”, dice Jesús Alfredo Castro, un agricultor de 92 años, que ha vivido 72 años en la comunidad. “Me gusta que haya llegado la energía. Para mí fue como una grandeza”, dice Jesús.
Hasta diciembre de 2018, estas comunidades sólo contaban con luz un par de horas al día y utilizaban en su mayoría fuentes de energía contaminantes y de baja calidad como baterías, lámparas de keroseno o leña. En ese mismo mes, el servicio de electricidad comenzó a funcionar en los 189 hogares y las cuatro escuelas de la comunidad. Por primera vez, los 900 habitantes de las cuatro zonas del Consejo Comunitario del Río Gualajo contarán con el servicio de energía eléctrica de manera continua.
El proyecto, que contó con una inversión de $2.604 millones de pesos colombianos o US$774.230 aproximadamente, es el primer proyecto del gobierno colombiano en entrar en operación a través del Fondo Todos Somos PAZcífico. El fondo busca contribuir al desarrollo social, económico y ambiental de la franja del Litoral Pacífico y disminuir las brechas existentes con respecto a la franja Andina del Pacífico colombiano y el resto del país.
Este plan también promueve el acceso a la energía eléctrica de forma confiable, eficiente y sostenible. El BID ha acompañado este proceso en Colombia, con un financiamiento de US$91 millones que busca llevar energía eléctrica a 20.000 nuevos usuarios en los departamentos de Cauca, Nariño, Chocó y el municipio de Buenaventura en el Valle del Cauca.
Proveer electricidad a esta comunidad implicó un trabajo conjunto con sus habitantes. Los transformadores, los postes y los cables fueron llevados poco a poco en lanchas o botes para cruzar el río e instalar los sistemas de transmisión. Más de la mitad de la población participó en la ejecución de este proyecto y, de esta forma, las cuatro plantas de diésel existentes fueron eliminadas de la comunidad.
Pero, más allá de los postes o los cables, la comunidad creó un espacio de diálogo participativo en el que se involucró a las comunidades afro, indígenas, campesinas y a líderes regionales y locales. Sus habitantes fueron actores clave en este proceso, ya que su acompañamiento facilitó superar los problemas de inseguridad y ayudó a agilizar la ejecución de las obras.
El impacto en la educación y emprendimiento
El suministro de la electricidad no solo impacta a la vida dentro de casa, sino que influye en todas las esferas de una comunidad. Una de ellas son los colegios. Con los enchufes también llegan las tabletas y computadores para ser usados en las aulas de clase, aumenta la seguridad, se iluminan lugares que antes eran intransitables y se puede concretar, finalmente, la llegada de Internet. Contar con acceso a la electricidad permite que los niños puedan extender su tiempo para estudiar más horas, si es necesario, y combinar la diversión y el entretenimiento.
En 2013, más de 188 millones de niños y niñas acudían a una escuela que no contaba con electricidad, según datos de Naciones Unidas, lo que tiene consecuencias graves en la calidad del aprendizaje. En un estudio que realizamos en Brasil, encontramos que la electrificación tiene efectos directos sobre las tasas de abandono (o retención) escolar en zonas rurales. Por ejemplo, concluimos que las escuelas rurales brasileñas que recibieron electricidad entre 2013 y 2016 registraron un 27% menos de abandono escolar durante tres años.
El impacto de la electrificación se siente en todo el pueblo, sobre todo entre las mujeres. La participación laboral femenina es bastante reducida en el Pacífico colombiano, al igual que en otras localidades rurales de América Latina y el Caribe. Hoy, gracias al acceso a energía, muchas están buscando como poner su primer negocio.
Este fue el caso para Fanny Ospina, una residente de Gualajo. “Ahora que ya dejamos la lámpara y las velitas, estamos buscando como poner nuestro propio negocio”, comenta.
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