Internet para todos

Conectados en la pandemia con Internet para Todos

Hace algo más de un año, el Internet llegó al pequeño pueblo andino de Moya, en el centro de Perú. Nadie podía imaginarlo, pero el momento no pudo haber sido mejor.

El proyecto Internet para Todos nació para mejorar la calidad de vida de muchas personas que viven en poblaciones aisladas de Perú. Son personas como Rosa María Cama, dueña de una tienda de alimentos y comidas preparadas, quien el año pasado expresó su entusiasmo ante la posibilidad de preparar nuevas recetas que encontraría en Internet.

Cuando el Internet finalmente llegó en junio de 2019, el negocio de Rosa María se disparó. Moya está situada a algo más de dos horas en coche al sur de Huancayo, la capital del departamento de Junín, que tiene conexión directa ferroviaria con Lima. El pueblo se estaba lentamente convirtiendo en una zona turística donde los visitantes pueden ver cómo es la vida en una tranquila localidad andina, sin las prisas de las grandes ciudades.

Ingreso a Moya


Rosa María empezó a vender más que nunca. Le llegaban pedidos para platos preparados a todas horas, y ella buscaba incesantemente nuevas recetas que ofrecer a sus clientes, para que no se aburrieran de comer siempre lo mismo. Después de años de esfuerzo para sacar adelante su negocio, el futuro era brillante. Entonces llegó el COVID-19.
 

INTERNET PARA TODOS

La compañía española Telefónica presentó en 2018 un ambicioso proyecto con el objetivo de conectar a 100 millones de latinoamericanos a Internet móvil, bajo un modelo innovador y sostenible que permitiera superar las barreras geográficas y económicas de las zonas rurales. La meta era que la conectividad dejara de ser un privilegio de quienes viven en las ciudades, un problema demasiado común en la región.

La empresa Internet Para Todos (IPT) nació en Perú como producto de la alianza entre Telefónica y BID Invest –la institución de enfoque privado del Grupo BID – más Facebook y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). La nueva empresa se planteó como objetivo conectar a más de 6 millones de peruanos en las zonas rurales del país, desplegando 4G en más de 3.000 torres existentes y con la construcción de 900 nuevas torres. La primera plataforma de conexión 4G de IPT se lanzó en Moya – Huancavelica, y desde entonces, se ha expandido a numerosas localidades.


“Este es un proyecto único e innovador de naturaleza transformadora”, dijo en 2019 Gema Sacristán, directora de negocios de BID Invest. “Con proyectos como éste ayudaremos a cerrar la brecha de conectividad y resolver los desafíos de desarrollo que enfrenta la región”.

Hay que tener en cuenta que un 8% de la población del Perú, equivalente a más de dos millones de personas que, en su mayoría, vive en pequeñas poblaciones aisladas en la selva o alta montaña, no tiene ningún acceso a cobertura móvil de Internet. Un 12% no tiene acceso a Internet de tercera generación que permita conexiones estables de vídeo, de acuerdo a un estudio de Internet para Todos.

Si bien la telefonía móvil alcanza al 70% de la población de América Latina y el Caribe, un estudio de BID Invest indica que la banda ancha móvil (tercera generación o 3G y cuarta generación o 4G) ha llegado solo al 42% de la población y las cifras son considerablemente menores en la población rural.

Acceso a internet


Para afrontar el problema, el ente regulador de Perú creó el concepto único de Operador de Infraestructura Móvil Rural (OIMR), que tienen ventajas como la posibilidad de monetizar el espectro de operadores de redes móviles en áreas que no cubren. Sin embargo, persisten grandes dificultades, incluyendo enormes necesidades de inversión en capital, infraestructura, tecnología, logística y mano de obra.

IPT, apalancado en el modelo OIMR, representa una nueva respuesta a muchos de los problemas existentes, al combinar el trabajo del Estado y el sector privado para acelerar y alcanzar el desarrollo económico y social de las zonas rurales.
 

EL IMPACTO DEL COVID-19

David Vera, médico en Moya, está en la primera línea de la lucha contra el COVID-19. Es una de las 20 personas que trabajan en el centro de salud del pueblo y que han afrontado grandes dificultades para manejar la pandemia.

A pesar del aislamiento físico de Moya, las medidas de distanciamiento social llegaron al pueblo en marzo, como en el resto de Perú, aunque no evitaron que hubiera contagios. Dos familias enteras fueron diagnosticadas con el coronavirus, y muchos otros han presentado síntomas. Gracias al acceso a la red, Vera y sus compañeros en el centro médico han podido recibir las últimas noticias sobre tratamientos y medidas contra el COVID-19.

“Acá se ha notado mucho la pandemia, hemos tenido días difíciles”, explica el doctor Vera. “Pero para cualquier cosa se recurre a Internet, usted sabe, la medicina es amplia, pero recurres a Google enseguida y ves lo que no sabías”.

La escuela de Moya continúa cerrada desde marzo. La falta de conectividad habría supuesto el paro completo de la enseñanza en el pueblo, que tiene un notorio porcentaje de niños y jóvenes. Pero Internet llegó justo a tiempo para evitarlo, explica Aydé Valenzuela, directora de la escuela.

“Nos ha permitido utilizar herramientas virtuales para fortalecer la educación, nos permite comunicarnos con los padres, porque todos tienen un celular que les permite acceder a los temas”, indica Valenzuela. “Desde marzo o abril están sin ir justo al colegio, desde allá hemos empezado con las clases a distancia. Al principio nos conectábamos por Whatsapp y ahora por Google Meet”.
 

AYUDA EN LA ADVERSIDAD

De todos modos, las cosas no han sido fáciles para nadie. Rosa María Cama, quien es diabética, tuvo que cerrar su negocio el 10 de marzo y no sabe si lo podrá volver a abrir. Tiene miedo de salir de su casa y llegó a estar 20 días seguidos sin cruzar la puerta.

Ahora mismo se dedica a cuidar a su madre, también diabética, usando los recursos que ahorró hasta el principio de la pandemia, durante la época dorada de su negocio. Una época que no sabe si regresará algún día.

“El Internet nos sirve para estar al tanto con las noticias, para que ver cómo se puede uno curar, qué cuidados se pueden tener”, dice.

El doctor Vera, mientras, se conecta a la red para estudiar en sus escasos ratos libres: el 15 de noviembre afronta un examen para aprobar el acceso a su especialidad, oftalmología. Si no fuera por Internet, le habría resultado imposible prepararse.

Para Aydé Valenzuela, esta época ha resultado agridulce. Por un lado, afronta las mismas dificultades para continuar con la enseñanza a distancia que otros educadores afrontan en muchas partes del mundo. Pero, por otro, fue gracias a Internet que pudo compartir uno de los momentos más felices de su vida, casi en directo.

“Nació mi nieta en España. Me lo pasaron por vídeo, un vídeo que mi hijo grabó desde el hospital porque le permitieron, y vi cómo nací mi primera nieta”, señala. “Nació el 3 de agosto en Madrid, fue una gran emoción.”
 

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